Brecha generacional en Chile
La crisis social parece estar mostrando con una profundidad inédita las diferencias entre jóvenes y mayores.
Las diferencias entre las generaciones son conocidas desde hace milenios. Las famosas palabras de Aristóteles se han repetido a lo largo de los siglos para advertir que la distancia entre los jóvenes y los adultos es ya algo establecido y no habría novedad en ello. "Los jóvenes, decía el sabio griego, son apasionados, de cólera pronta (...) se irritan sobremanera si se consideran víctimas de la injusticia"; también agregaba que creen saberlo todo, hacen afirmaciones contundentes y tienen una conducta exorbitante y descomedida. Pero a la vez afirmaba que "son sobremanera valerosos porque están llenos de esperanza".
En Chile, los estudios de opinión parecen demostrar grandes diferencias en la apreciación de los asuntos públicos entre la generación de jóvenes y la de sus padres. Si esto siempre fue así, nunca había sido tan clara esa distancia como la observada a raíz de la crisis que se ha vivido en el país. Debe considerarse, por cierto, que las experiencias de ambos grupos no pueden haber sido más diferentes: los padres nacieron en un Chile de graves conflictos, con inmensos problemas que se originaban en la pobreza y que desembocaron en el quiebre de la democracia y en 17 años de régimen militar; los jóvenes han vivido el resultado de la buena resolución de esos conflictos, con un proceso de modernización sin precedentes, que virtualmente erradicó la pobreza extrema y la desnutrición. Y en esas vivencias tan diferentes se incubó el choque generacional que se ha observado. Quienes conforman el grupo más juvenil de los estudios, el que va de 18 a 24 años, no conocieron ni el gobierno de Allende ni el de Pinochet, y el Muro de Berlín es algo histórico de lo que se han enterado solo los más estudiosos a través de los libros. Una proporción importante de ellos nació en el siglo XXI.
Según se ha informado, la encuesta del Centro de Estudios Públicos realizada en diciembre reveló en forma clara estas discrepancias de visión entre generaciones. El apoyo a las manifestaciones alcanzó un 76 por ciento en el grupo más joven y solo el 45 por ciento entre los mayores de 55 años. No se han dado a conocer los tamaños de cada una de estas submuestras, pero una diferencia de más de 30 puntos porcentuales es seguro que refleja una visión completamente distinta. La proporción de quienes justifican la violencia es también tres veces más alta entre los jóvenes, para un sector relevante de los cuales son razonables las evasiones del metro, las barricadas o los incendios.
Está claro que los jóvenes son diferentes de los mayores. Las palabras de Aristóteles siguen resonando, tanto en su ponderación positiva como en sus aristas más críticas, y tal vez muchas personas mayores aún hoy las suscribirían. Es probable, sin embargo, que las diferencias generacionales hayan adquirido una nueva relevancia, por la confluencia de tres fenómenos característicos de las últimas décadas. Por de pronto, a la extensión del período en que una persona es considerada joven -probable efecto de factores como la postergación del matrimonio y de la paternidad, entre otros-, se suma su mayor protagonismo en la vida pública, evidenciado en áreas que van desde la cultura hasta el consumo, y por cierto la política. Y a ambos factores se ha agregado más recientemente la irrupción de las nuevas tecnologías y las redes sociales, que les han dado una autonomía y una capacidad de movilización y coordinación inimaginables hace apenas unos años. A todas luces, la juventud es hoy más respetada que en el pasado y sus puntos de vista tienen mayor incidencia. Sin embargo, distintos autores han advertido también que esta valoración de los jóvenes ha tenido como contrapartida una tendencia a su sobreprotección tanto en el ámbito familiar como escolar, que intenta por ejemplo evitar exponerlos a situaciones de frustración, experiencias que son, sin embargo, relevantes en todo proceso formativo.
Resulta en cualquier caso innegable que uno de los componentes de la agitación social de los últimos meses es el generacional. Por cierto, no ha sido el único y para entender bien el fenómeno deben analizarse muchas otras dimensiones de lo ocurrido. Con todo, a la luz de los antecedentes, es probable que el sello particularmente violento que ha distinguido los sucesos de Chile tenga una de sus explicaciones precisamente en la impetuosidad juvenil.