Pandemia es oportunidad para repensar modelo de desarrollo
A lo largo de toda su vida independiente, El Salvador ha intentado encontrar un modelo de desarrollo adecuado, sin que hasta la fecha haya obtenido los resultados satisfactorios que se tradujeran en un mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.
Ernesto Mejía
A lo largo de toda su vida independiente, El Salvador ha intentado encontrar un modelo de desarrollo adecuado, sin que hasta la fecha haya obtenido los resultados satisfactorios que se tradujeran en un mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.
En su Informe de Desarrollo Humano de 2013, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indicaba que el país ha ensayado con tres modelos, todos con frutos similares: un desempeño errático y amplias capas de la población al margen de los beneficios de las inconstantes épocas de bonanza.
El primero de ellos puede situarse desde la segunda mitad del siglo XIX hasta aproximadamente la primera del siglo XX. Este primer intento, denominado modelo agroexportador, representaba una continuación y consolidación de las estructuras económicas heredadas de la Colonia y descansaba en la producción y exportación de productos agrícolas de creciente demanda en los mercados internacionales.
El segundo, gestado desde finales de los años 40 del siglo pasado, llevó el nombre de Modelo de Industrialización y Sustitución de Importaciones (MISI) y pretendió la modernización de la base productiva, realizando un tránsito hacia el sector industrial.
Finalmente, una vez finalizado el período de la guerra civil, el país estableció el último de los modelos con el que ha tratado de alcanzar el desarrollo. En este, denominado diversificación de exportaciones, se puso énfasis en el crecimiento económico basándose en el uso intensivo de la mano de obra y en la diversificación y aumento de la producción exportable.
Sin embargo, el informe del PNUD era categórico en afirmar que ninguno de los tres había sido capaz de crear un círculo virtuoso de desarrollo humano y crecimiento económico que permitiera aumentar el nivel de bienestar de la población. "En buena medida eso se debe a que no han estado guiados por objetivos y metas humanas, y a que han confundido los medios con los fines", concluía el documento. Es decir que la gente nunca estuvo en el centro de las ideas de desarrollo que han guiado a las autoridades salvadoreñas por casi 200 años.
Esto queda claro, por ejemplo, al constatar la insuficiente inversión social que ha hecho el país a lo largo de su historia. De 1906 a 2012, solo en contadas ocasiones el gasto en capital humano (salud, educación, transferencias corrientes, etc.) como porcentaje del gasto total del gobierno pasó del 40 %.
Según un estudio de Funde, este habría reportado un leve aumento en la década de 2007 a 2017, al ascender a un promedio de 43.7 %. Una cifra aún insuficiente como lo muestra el hecho de que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del país en 2018 era de solo 0.667, un indicador medio que ubicaba al país en la posición 124 de 189 naciones.
Por si fuera poco, es previsible que dicho indicador se degrade este año, puesto que como ha anunciado el PNUD, el IDH global registrará en 2020 un retroceso por primera vez desde su creación en 1990, debido a la pandemia del covid-19.
Lo que cabría esperar entonces en el país sería un agravamiento de las condiciones socioeconómicas que existían desde antes de la llegada de la enfermedad: amplias desigualdades; una productividad, una inversión y un crecimiento económico bajos; y una degradación ambiental importante.
Por lo mismo, el representante residente auxiliar y economista jefe del PNUD El Salvador, Rafael Pleitez, cree que la crisis generada por el nuevo coronavirus le da al país la oportunidad de impulsar un nuevo modelo de desarrollo.
"Estamos en un momento histórico donde el impacto de la pandemia debe ser un punto de inflexión para reconstruir un mejor país. Esto pasa por impulsar un nuevo modelo de desarrollo", señala Pleitez.
Algo en lo que coincide el economista del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), Ricardo Castaneda, quien afirma: "La actual crisis es una enorme oportunidad para cambiar. De no hacerlo, estaremos más cerca de la barbarie que del desarrollo".
Según el representante del PNUD, en contraste con los anteriores modelos, que fueron unidimensionales, centrados casi exclusivamente en el crecimiento económico, el nuevo paradigma debería de poner a la persona humana como el centro y el fin de todo el proceso y, por lo tanto, su enfoque tendría que ser multidimensional, aspirando a un equilibrio entre los componentes económicos, sociales y ambientales.
Buena parte de esa visión, afirma, está condensada en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible adoptada en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas que los países miembros (entre ellos El Salvador) se comprometieron a impulsar.
La referida agenda es un plan de acción estructurado en 17 objetivos donde resaltan metas como el fin de la pobreza, igualdad de género, producción y consumo responsables, y salud y bienestar.
"Se dio un avance en socializar la agenda, en darla a conocer y trabajar en una línea base de los indicadores porque cada uno de los objetivos tiene metas que se deben de lograr al 2030. Entonces hubo un avance en esa dirección. Creo que es un buen momento para retomarlo y ver el impacto que la pandemia ha tenido en varios de esos indicadores", sentencia al resumir los contados pasos que ha dado el país en su implementación.
Más allá de los fines, Pleitez indica que una de las características de ese nuevo modelo deberá ser la innovación, algo que deberá de promoverse desde el sistema educativo.
Castaneda agrega asimismo que este tendría que "apostar por un fortalecimiento del mercado interno, una mayor infraestructura económica y social, y un fortalecimiento de mercados y territorios", así como también lograr que las mujeres tengan una mayor participación en el mercado laboral remunerado.
Para realizar ese tránsito, el economista sostiene es indispensable transformar la política fiscal del país, pasando de una de sobrevivencia a una que sirva de instrumento de la democracia y el desarrollo. Lo que requiere un ataque frontal a la evasión y la defraudación aduanera, la eliminación de privilegios fiscales y un aumento de los ingresos estatales con sentido de progresividad.
Pleitez está consciente de que el impacto de la pandemia es aún demasiado reciente y que, por lo mismo, pensar en si se están tomando las medidas necesarias para dar el giro hacia ese nuevo modelo puede parecer prematuro. Con todo, insiste en que ese trabajo debería de comenzar a hacerse desde ya. "Estamos aún en la etapa de crisis, recién iniciando un proceso de reapertura económica para ver qué posibilidad hay de recuperación, pero hay que comenzar a repensar ya medidas de mediano y largo plazo que serían las orientadas a impulsar este nuevo modelo de desarrollo", concluye.
"Estamos en un momento histórico donde el impacto de la pandemia debe ser un punto de inflexión para reconstruir un mejor país".
"La actual crisis es una enorme oportunidad para cambiar. De no hacerlo, estaremos más cerca de la barbarie que del desarrollo".