Familias
Tía Waverly espeta: "Mijito, qué bendición que podamos ser familia"
Tía Waverly espeta: "Mijito, qué bendición que podamos ser familia".
Noviembre ha sido un mes curioso y por muchas razones. La primavera tampoco se ha comportado de la manera más esperada: a veces ha sido demasiado tímida, a veces terriblemente osada. Bueno -pienso-, serán los signos de los tiempos (o los tiempos de los signos), a los que hay que atender. A los que siempre hay que atender.
Nuestra familia no es como todas, claro: una tía anciana, su sobrino solterón y un perrito labrador de edad y personalidad (si acaso la tiene) completamente indefinidas. Hay unos sobrinos en el sur, sí; alguno que otro pariente lejano todavía en Worcester; y ya está. Pero somos familia.
Vivir sin familia debe ser duro y doloroso. La soledad siempre lo es. Hay unos videos de entrevistas a la madre Teresa de Calcuta donde habla de lo mismo. Que la mayor pobreza no es la del alimento o la material, sino la del espíritu: el abandono, la soledad y el desprecio. La falta de fe, de reconocimiento y de dignidad. Y hay tanta gente que vive así. Vaya que hay tanta.
Por eso es que tía Waverly insiste: "Mijito, qué bendición que podamos ser familia".
Y todo en la naturaleza tiene familia: los árboles, los pájaros, los animales... También hay familias de montañas, familias de peces y de ríos. El universo entero es como una gran familia, si se lo piensa bien.
Y la patria debiese ser asimismo una familia: un país de hermanos, de parientes, con lazos que vayan más allá de la muerte y de la historia...