No estábamos preparados
Estos fueron días de balances y de desmenuzar las lecciones que nos dejó, tal vez, el desastroso 2020
Estos fueron días de balances y de desmenuzar las lecciones que nos dejó, tal vez, el desastroso 2020.
En primer lugar, es bastante evidente que no estábamos preparados. Ninguna nación del mundo ni ninguna organización de naciones se planteó seriamente durante las décadas previas cómo enfrentar este escenario. Un escenario, por otro lado, de lo más plausible. No solo porque ya había ocurrido, sino porque la ciencia sabe desde hace mucho que esta clase de brotes es simplemente cuestión de tiempo.
En segundo lugar, dos de las herramientas más potentes en este tipo de batalla -la comunicación y el ejemplo oficiales- boicotearon la cruzada de formas que solo se explican por la falta de preparación o el aturdimiento. Desde líderes que minimizaron el virus o aparecieron desafiantes en público sin barbijo, hasta velatorios multitudinarios, el enunciado de protocolos inconsistentes y la prohibición de ciertas actividades, pero no de otras, que eran tanto o más riesgosas.
Los que debían velar por los destinos de las naciones y de la civilización nunca se plantearon seriamente el escenario actual. De antemano, no sabían qué hacer. Esa es, se me ocurre, la primera y más amarga lección que nos dejó el 2020.