Viernes, 26 de Abril de 2024

Primeros roces entre precandidatos

ChileEl Mercurio, Chile 15 de enero de 2021

Tanto la descalificación como el pretender impedir toda crítica son conductas que se apartan del marco de un necesario "fair play".

Un duro cuestionamiento hizo la alcaldesa de Providencia, y eventual precandidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, a uno de los otros precandidatos del oficialismo, Sebastián Sichel. Entre otros puntos, sostuvo que el exministro y expresidente de BancoEstado sería "el candidato de aquellos empresarios que no quieren perder privilegios, de los institutos de estudio que no quieren perder influencias y de los políticos que no quieren perder poder". Otras críticas pueden interpretarse como ataques personales más que políticos, como aquella que discute el uso que haría Sichel de su origen social. Estas declaraciones han generado incomodidad en la coalición, toda vez que apenas hace algunas semanas se había anunciado un acuerdo de fair play o "juego limpio" en la disputa por la nominación presidencial del sector.
Este es, sin embargo, un concepto no siempre fácil de definir. La competencia por una candidatura tiende a entenderse como un juego de suma cero, en que el triunfo de uno es la derrota de los otros; una mirada más amplia, sin embargo, debiera advertir que incluso en esas circunstancias existen intereses compartidos por todos, como el de aumentar la masa de votantes y lograr que el ideario del sector pueda ser representado en la elección general por quien tenga reales opciones de ser electo. En ese contexto, es natural, por cierto, que cada precandidato busque establecer diferencias tanto marcando los atributos y planteamientos propios como advirtiendo las supuestas debilidades de los adversarios. Pero un necesario equilibrio ha de marcar límite a ese ejercicio de diferenciación con los competidores, máxime entendiendo que una primaria supone la pertenencia de todos los precandidatos a un espacio común y el compromiso de reconocer y apoyar a quien sea ganador. Desde esa perspectiva, algunas dimensiones del cuestionamiento formulado por la alcaldesa resultan disruptivas respecto del esfuerzo por encauzar ese proceso político al interior de la coalición.
Un marco de fair play tampoco puede ser esgrimido, sin embargo, como argumento para evitar el planteamiento de diferencias o la explicitación de toda crítica. En ese sentido, no parecen tampoco razonables trascendidos atribuidos al entorno de Sichel, en cuanto a que de continuar tales cuestionamientos, él podría abandonar la primaria y levantar una candidatura independiente del oficialismo. Insinuaciones como esas se apartan igualmente del referido fair play , toda vez que amenazan la existencia misma de una agrupación política.
Las primarias presidenciales de la actual coalición oficialista también tuvieron, tanto en 2013 como en 2017, momentos de elevada tensión. Puede sorprender que ahora ellos estén ocurriendo de manera tan adelantada. Es posible que se deba al interesante -y, para muchos analistas, sorprendente- posicionamiento de Chile Vamos. En efecto, la baja popularidad del Gobierno y el supuesto cuestionamiento que la crisis de octubre de 2019 implicaría para las ideas que defiende el sector hicieron pensar a muchos que un cambio de signo político en el Poder Ejecutivo era inminente. Al contrario de eso, las posibilidades de la centroderecha de volver a obtener el respaldo ciudadano en los comicios de este año son considerables. Ello, por cierto, agrega una mayor responsabilidad a todos los actuales precandidatos, en cuanto a la capacidad de llevar a cabo una disputa verdaderamente constructiva en sus contenidos y en su tono, que potencie y no frustre esas expectativas.
Otra dimensión de la crítica de la alcaldesa Matthei que ha sorprendido ha sido su denuncia respecto de la capacidad que tendrían algunos grupos -o "poderes fácticos"- para imponer su voluntad sobre los ciudadanos y proteger así sus intereses. Los cambios culturales y sociales que han ocurrido en las últimas décadas producto de la modernización económica han generado, sin embargo, una dispersión enorme del poder. Ello ha sido influido también por los aumentos en la escolaridad y la mayor autonomía que han adquirido los ciudadanos. Todo esto ha hecho más impredecible y fluida la política. Adaptarse a este ciudadano más crítico es precisamente el gran desafío de quienes aspiran a representarlo. La evidencia respecto de que aquel sería manipulable o sensible a las acciones de quienes intentan defender a toda costa una visión específica del orden institucional es, por tanto, muy débil. Por supuesto, eso no significa que determinados grupos no puedan desplegarse buscando persuadir a la población con sus argumentos, pero ello es lo propio de una sociedad abierta y democrática, y su resultado dependerá de las convicciones que se formen los ciudadanos antes que de cualquier intento de imposición o sometimiento.
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