Jueves, 02 de Enero de 2025

La hazaña de Sofía Deambrosi: cruzó el Océano Atlántico a remo en 46 días

ChileEl Mercurio, Chile 6 de marzo de 2021

La deportista uruguaya capitaneó la embarcación y se convirtió en la primera bogadora sudamericana en cruzar el mar Atlántico. La travesía incluyó la compañía de orcas, el volcamiento del bote y la convivencia con otras tres tripulantes -todas británicas- en un espacio mínimo. Vivió una aventura extrema que "marcó mi vida para siempre", asegura. Acá, su testimonio.

D espués de 46 días, 7 horas y 50 minutos, el "Bristol Gulls", un bote tripulado por un cuarteto de bogadoras británicas capitaneado por la uruguaya Sofía Deambrosi (29 años) cumplió el desafío más importante de sus vidas: cruzar el Océano Atlántico a puro remo. Lo lograron entre el 12 de diciembre de 2020 y el 27 de enero de 2021.
Con la economista charrúa como líder, el bote ecosustentable -integrado además por Lorna Carter, Phoebe Wright y Sarah Hunt- cumplió el titánico trazado de tres mil millas (4.800 kilómetros) entre La Gomera (Islas Canarias) y Antigua, en el Caribe.
Deambrosi se transformó así en la primera mujer sudamericana en cruzar el Atlántico en un bote a remo. "Fue una situación que me cambió la vida, me hizo crecer en muchos sentidos. Me está costando mucho volver a la normalidad", confesó desde Punta del Este.
Tras festejar el Año Nuevo, el cumpleaños de dos compañeras, de navegar en compañía de orcas, de superar el volcamiento de la embarcación, de varias discusiones que pusieron a prueba el temple y la convivencia interna, la tripulación puso cumplir el reto.
Una vida ligada al mar
Sofía Deambrosi nació en Montevideo y estuvo desde niña ligada a la vida marina. "Siempre amé el océano. Hasta los 18 viví al lado del mar".
Cuando cumplió la mayoría de edad, se mudó a Exeter (Inglaterra) para estudiar economía. Fue entonces cuando empezó a bogar. Luego de terminar su carrera trabajó un tiempo en la isla y en 2014 se trasladó a Bristol, donde conoció el club que le enseñó el mundo de los remos. Compitió internacionalmente y le empezó a tomar el gusto a los desafíos. "Me encantó y le dio propósito a mi vida: tener algo que apasione".
La aventura fue idea de Deambrosi. Aburrida de su trabajo como agente de cartera de inversiones, necesitaba regalarle adrenalina a su vida. "Esto partió en 2018. Tenía que encontrar una pasión, porque mi día a día era muy monótono. Me gustan las cosas nuevas y desafiantes y quería darle sentido a la vida", profundiza.
"Estuvimos formando el equipo de a poco, era una hoja en blanco. Invité a Lorna, una amiga mía, con quien tengo mucho en común y también muchas diferencias, por lo que sus cualidades me complementaban. La última integrante se sumó en julio de 2020".
La participación tuvo responsabilidad medioambiental: el bote fue desarrollado con fuentes energéticas renovables y con resina. Además, la espuma que se ocupó en las capas de la embarcación fue de plástico reciclado.
Nada podía dañar una travesía amigable con el ecosistema. Ni la comida, porque una empresa les aportó la alimento deshidratado en envases reciclables para no botar los desechos al mar.
Hasta el nombre de la nave debía ser afín al propósito: La Vaquita. "Le pusimos así porque la vaquita marina es un tipo de delfín de California que está en peligro de extinción y también para mí era algo muy personal, ya que la vaca es muy representativa de Uruguay. Si bien nosotras representamos a Inglaterra y nuestro barco era inglés, el nombre era un vínculo con mi país", explica.
El entrenamiento duró casi dos años. "Ejercitamos mucho la resiliencia e hicimos de todo. Entrenábamos 24 horas de remo en tierra, bogando dos horas y descansando otras dos. También lo hacíamos en el agua. Navegábamos uno, dos y hasta tres días. A veces salíamos, pero las mareas nos terminaban devolviendo. Para acostumbrarnos al agua dormíamos en la marina. Amarrábamos el barco y así nos acostumbrábamos al bamboleo y a compartir en ese espacio tan confinado".
Las invencibles
El momento más complicado lo vivieron cuando su bote fue volteado por las olas. "Se nos dio vuelta y había mucha agua en el deck , pero el barco está diseñado para retornar a su posición original. Mantuvimos la calma hasta que se enderezó. Empezamos a subir las cosas. Se rompió un remo y perdimos cosas importantes, pero en esas condiciones extremas te das cuenta que puedes solucionar todo".
¿Problemas de alimentos? "Llevamos comida para 55 días y nos demoramos 46. Pudimos llevar menos, pero mejor que sobre a que falte. Teníamos una unidad de desalinización de agua para hidratar la comida", aclara.
Y aunque les hubiese faltado algo: el desafío era de autosuficiencia y no podían recibir ningún soporte salvo el logístico desde tierra. "Había un chico que nos daba el pronóstico del tiempo y nos avisaba alguna tormenta para establecer la ruta de navegación. También nos llamaban desde la organización de vez en cuando para saber cómo estábamos", comenta.
El sistema de trabajo en la embarcación era simple: dos horas de remo, dos horas de descanso. "Yo compartía cabina con una chica, pero nunca remaba con ella. Nosotros cambiábamos en hora par y ellas en la impar".
La velocidad promedio era de 2,5 y 4 nudos (4,6 a 7,5 kilómetros por hora). "A veces el viento nos tiraba hacia atrás y la velocidad era de un nudo o menos. Igual hubo días que íbamos más rápido: las ráfagas nos empujaban".
Pura mentalidad
En travesías tan exigentes física y mentalmente, la mayoría de los grupos termina peleados por el desgaste. Sin embargo, las mujeres del Bristol se hicieron más fuertes. ¿La clave? "Preparación, unidad y democracia", señala su capitana.
"Lo fundamental fue el tiempo de preparación. Mucha gente pasa horas en el gimnasio pero nosotras preparamos más lo mental y el trabajo en equipo. Soy muy creyente en la unidad y en la capacidad que tiene un grupo para funcionar. Y es de manera más poderosa si hay unanimidad. Fue lo que pasó y gracias a Dios hicimos un lindo trabajo de equipo. Tuvimos desacuerdos, pero creamos un ambiente en el que la honestidad y la integridad eran los valores predominantes. Si bien era la capitana, todo se debatía en democracia. Muy pocas veces tuve que tomar una decisión unilaterlamente", asegura.
La travesía motivó a Deambrosi a seguir planeando nuevas aventuras. "Me motiva hacer todo. Me encanta el ciclismo, el agua y me enamoré de la náutica. Empecé a hacer vela en Punta del Este y por ahí me gustaría planear algo con eso y también con el remo, ojalá en el continente o en Uruguay, para darle más visibilidad".
Después de la euforia y la adrenalina de la competencia,, viene la cotidianeidad. La normalidad, la rutina que tanto asusta a Deambrosi. "Estoy como en un limbo, procesando recién que me bajé del barco y estoy en tierra. Es difícil. Me está costando mucho adaptarme. Ya volví a mi trabajo de manera remota en Inglaterra, son muchas horas sentada hablando por teléfono y me cuesta. Si lo puedo decir de alguna forma, para mí fue una situación que me cambió la vida, la manera de pensar y crecí mucho como persona. Me está costando mucho volver a esto", reitera.
"Me hice muy humilde y muy propensa a aprender. Siempre absorbí muchos las tareas, pero acá aprendí a delegar. Capaz que quería tener control sobre todo, pero había que confiar en el equipo. Que todos tuviéramos un trabajo equivalente. Y funcionó".
'' Si me preguntas por miedo, no lo sentí. Sabíamos que habrían olas muy grandes y otras cosas. Fuimos preparadas. Hubo mucho entusiasmo y asombro todos los días". SOFÍA DEAMBROSI
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