Lenguaje y sociedad
El eruditísimo Drilo, grande amigo del discreto Critilo, escucha a un grupo de personas expertas dialogar sobre lo que llaman lenguaje claro en la comunicación pública
El eruditísimo Drilo, grande amigo del discreto Critilo, escucha a un grupo de personas expertas dialogar sobre lo que llaman lenguaje claro en la comunicación pública.
Nada hay de más obvio y necesario, dice. El lenguaje no es un producto, sino fuerza productiva de la vida social. Todo lo que lo obscurezca y ensucie obscurece y altera la convivencia.
Es verdad: existen muchos registros del habla. Desde las jergas especializadas hasta los dialectos restringidos, los códigos comunicacionales varían según las comunidades. Y no hay normas canónicas que duren eternamente. El lenguaje habla, más allá de sus hablantes, y muta con el uso.
Sobre la ubicuidad de la forma de hablar y la posibilidad de influir en las personas nada mejor que recordar ese texto, entre irónico y profundo, que publicó Viktor Klemperer después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947. Le tituló en latín "Lingua Tertii Imperii", la lengua del tercer imperio, aludiendo a la delirante época del Tercer Reich alemán y sus bases nacionalsocialistas.
El libro de Klemperer documenta la potencia manipuladora de una política lingüística concebida y usada sistemáticamente para crear realidades.
Si hoy tuviéramos que hacer ese ejercicio, debiéramos preguntar qué persiguen quienes hablan de lenguaje inclusivo o quienes manipulan las llamadas redes sociales.
Quien controla el lenguaje controla la vida social.