Así es la vida de quienes trabajan en los telescopios terrestres más avanzados del planeta
Las bajas temperaturas, fuertes borrascas de viento y el estar aislados de sus familias por días es un costo que están dispuestos a pagar por ser parte de estos proyectos clave para la ciencia.
Las ventiscas y temperaturas extremas en el cerro Paranal en la Región de Antofagasta, que a mediados del mes pasado descendieron a -4,4 ºC, evidencian el rigor invernal del desierto de Atacama. Una condición climática que al bajar de los -0,5 ºC marca el límite para que el personal del Observatorio Europeo Austral (ESO, por su sigla en inglés) determine suspender el funcionamiento de los telescopios por el eventual impacto en los espejos y mecanismos de los instrumentos.
En la cima de esta misma montaña, cada atardecer el ingeniero electrónico Pedro Campana (55) cumple con la labor de apertura de alguna de las cuatro unidades del Very Large Telescope (VLT). Una labor que antecede al inicio del funcionamiento de este moderno sistema conformado por cuatro telescopios unitarios y cuatro telescopios auxiliares.
"Como este trabajo es al interior de cada unidad del telescopio, estamos expuestos a la temperatura termalizada con la que se espera se abra el telescopio en la tarde. En general, la unidad está bastante fría en su interior, por lo que las condiciones son un poco difíciles", afirma Campana. Mientras realiza esta labor, el ulular del viento a 2.637 msnm se mezcla con el sonido de motores y maquinaria que activa este instrumento óptico, considerado como el telescopio terrestre más avanzado del mundo. Una posición que dejará de ostentar en 2027, cuando el Telescopio Extremadamente Grande (ELT, por su sigla en inglés) finalice su construcción y "capte la primera luz" en la cúspide del cerro Armazones (a 3.046 msnm y a unos 20 km de Paranal).
Ambos instrumentos ópticos, según expertos, confirman el liderazgo en la construcción y operación de telescopios de ESO, entidad que cuenta con la totalidad de su infraestructura en el país.
Campana reconoce el desafío de operar bajo el rigor del desierto, aunque evidencia su orgullo por la labor que cumple a diario como ingeniero del sistema de soportes del Observatorio Paranal. Un centro que cuenta con una planta de 150 personas que se desempeñan en distintas funciones en una especie de "miniciudad" emplazada en medio de la desolación del desierto de Atacama y a unos 130 kilómetros al sur de Antofagasta.
En el lugar hay una confortable residencia de 10 mil m {+2} , con cuatro niveles bajo la superficie terrestre. Las instalaciones se destinan a personal de ESO y a visitantes autorizados, y disponen -entre otras comodidades- de gimnasio, sala de cine y una piscina. Con esta última, y la vegetación al interior del espacio central de la residencia, se busca compensar la sequedad extrema del desierto más árido del planeta, según comentan profesionales de ESO en Paranal.
En las proximidades, en tanto, se ubica el campamento para personal de servicio de distintas áreas.
"Este lugar es único en el mundo para la astronomía. Hay muy pocas nubes y un clima estable, porque es muy seco. Aunque a veces, debido al mismo clima, es difícil vivir aquí o cumplir turno de una semana o 10 noches", comenta el inglés Joe Anderson (40) desde la sala de control. Se trata de una instalación distante a unos tres km de la residencia y a pasos de los telescopios, donde cada jornada comienza el despliegue de ingenieros y astrónomos tras iniciarse la apertura de los telescopios a las 18:00 horas aproximadamente en invierno y a las 21:00 horas en verano.
"Como estamos muy lejos, además no podemos salir a comprar o a comer a un pueblo o como ocurre en una ciudad. Por lo mismo, acá tú comes, trabajas y duermes. Es lindo por una parte, porque se establecen bonitas relaciones con la gente que trabaja acá; aunque por momentos es duro, porque estás lejos de tu familia. Sin embargo, nuestro trabajo y el proyecto de ELT recompensa la distancia", agrega Anderson, quien reside habitualmente en la Región Metropolitana.
Mientras que el paramédico Williams Cereceda (54), a cargo de uno de los turnos del centro asistencial de Paranal, sostiene que ubicarse a unos 150 km de un centro médico avanzado impone desafíos. "Cualquier patología que consideremos complicada requiere un traslado. Tenemos una visita médica una vez al mes (...). Pero lo más habitual acá son las lesiones ocurridas en el gimnasio", relata.
Armazones
En la cima del cerro Armazones, en tanto, a diario unos 200 operarios cumplen con la construcción del ELT, en medio de la inclemencia de bajas temperaturas y fuertes borrascas de viento durante esta época del año. Del total, unos 120 provienen de Europa. El campamento donde residen quienes trabajan en la construcción del ELT, en tanto, se ubica unos 300 metros más abajo de esta cumbre.
Susy Solís (46), asistente técnica bilingüe en Armazones, comenta que para muchos de los profesionales y técnicos provenientes de Europa el desierto muestra una faceta sorpresiva. "Los europeos tienen una visión del desierto en el que hay siempre sol y calor, pero acá no es así. En el invierno en el desierto también llueve, hay nevazones y vientos de hasta 100 km/h. Además, puede estar soleado, pero puede haber 5 ºC o incluso menos", comenta desde la cumbre del Armazones, mientras a su alrededor el continuo tránsito de maquinaria pesada y operarios evidencia las intensas labores para recuperar el tiempo perdido por la pandemia en la construcción: hoy se registra cerca de un 40% de avance.