Cui bono, Brasil?

Gonzalo Downey | Montevideo
@|Una vieja locución latina de amplio uso en la criminalística moderna, atribuida al cónsul Lucio Longino y transformada en uno de los principios del Derecho Romano, indica que si buscamos resolver quién es el autor de un acto determinado debemos preguntarnos en primer lugar "cui bono?", es decir: ¿quién gana?, ¿quién se beneficia con su realización? En materia política, como en todo proceso social, la autoría intelectual y material de un acto determinado suele tener múltiples causas y razones, pero preguntarnos quién es el primer beneficiado puede resultar muy esclarecedor al momento de entender los hechos.

Pasados ya varios días del asalto torpe e injustificado a edificios públicos de Brasilia cometido por fanáticos partidarios del ex Presidente Bolsonaro, las cosas parecen salirse del campo de la obviedad. Tras la condena unánime de todos los sectores democráticos de todos los países de América Latina (algo que lamentablemente no ocurre respecto a las dictaduras formales y de hecho que asolan la región) podría parecer que existe consenso sobre quién, cómo y por qué ordenó, organizó o gatilló dicho irracional asalto, pero no es así. No existe ninguna prueba que inculpe a Bolsonaro, que salió enseguida a condenarlo, y aunque ya es sabido que los manifestantes fueron ayudados desde adentro, no queda claro quién dio la orden de abrirles las puertas y facilitarles el camino. Lo que sí está claro es que, sin preguntar mucho, la turba de fanáticos acampados en las afueras de los palacios gubernamentales solo necesitaba la más mínima provocación para cometer alguna estupidez. Entonces, ¿quién tiró la cerilla? ¿Y por qué?... cui bono?

Quién es el primer beneficiado puede estar sujeto a debate, pero que el primer perjudicado es Jair Bolsonaro no queda ninguna duda, tanto ante sus electores (nada menos que el 49,10%) como ante el mundo entero y sus aliados internacionales, debilitando su movimiento y a sus potenciales nuevos líderes, cuando no estaba en necesidad de hacerlo, contando además con la mayoría parlamentaria.

Sin embargo, el presidente Lula ha podido afirmar su Poder, mucho más débil que aquel con el que contaba en 2003; transformar una manifestación torpe en intento de Golpe de Estado para purgar las Fuerzas Armadas y de Seguridad de elementos considerados opositores a su Gobierno; obtener un unánime respaldo internacional; convertir el empate electoral en victoria; condicionar a la mayoría parlamentaria bolsonarista a aprobar su hoja de ruta; intervenir en gobiernos estatales afines a la oposición; decretar medidas de control personal y de las comunicaciones privadas de ciudadanos opositores, solo por ser tildados sospechosos de "financiar o apoyar"; y hasta despedir a empleados públicos contratados durante el Gobierno anterior; muchas de cuyas medidas juegan en el límite de un Estado de Derecho.

Ante la pérdida de la obviedad y las muchas interrogantes que aún quedan sobre los ataques, cómo se gatillaron y desenvolvieron y con el fin de arrojar luz sobre los hechos, es bueno volver atrás y preguntarse: Cui bono, Brasil?