Jueves, 25 de Abril de 2024

Jugar con fuego en Kosovo

UruguayEl Pais, Uruguay 6 de junio de 2023

Vladimir Putin es el más interesado en que estalle otra guerra en Europa en la que se involucre directamente la OTAN.

De una refriega entre manifestantes y policías nadie espera más que barricadas y gases lacrimógenos. Sin embargo, las trifulcas callejeras ocurridas en los Balcanes hicieron que recorriera Europa un escalofrío aterrador. Sucede que los choques entre manifestantes y policías ocurrieron en Kosovo, un punto del mapa donde cualquier chispa puede desatar una guerra en gran escala.



En la Edad Media fue en Kosovo donde se libró el combate que forjó el nacionalismo serbio. En la batalla librada en el Campo de los Mirlos en 1389 ganó el ejército otomano, pero el altísimo precio que pagó para doblegar a los eslavos engendró mitos y leyendas que aportaron al nacionalismo exacerbado que aún hoy gravita sobre los serbios.



Que comicios municipales en ciudades pequeñas puedan generar una conflagración europea con efectos globales, parece tremendismo descabellado. Pero las ciudades que debían elegir alcaldes y concejales están en el norte de Kosovo, donde la mayoría de la población es étnicamente serbia y boicoteó los comicios en los que solo votó el tres por ciento del padrón, eligiendo alcaldes albaneses.



Para colmo, en esa porción del territorio kosovar están las fuerzas de la OTAN, por lo tanto, si corre sangre serbia por disparos de la alianza atlántica, crece el riesgo de un choque directo entre la coalición militar de las potencias occidentales y el ejército de Serbia.



El actual presidente serbio, Aleksandar Vucic, no es Slobodan Milósevic, aquel líder ultranacionalista que intentó mediante guerras evitar las secesiones de Eslovenia, Croacia y Bosnia Herzegovina, impulsando luego la limpieza étnica contra los albaneses de Kosovo.



Vucic no es un partidario de la "Gran Serbia" que pregonaba Milosevic. Su Partido Progresista se presenta como proeuropeo y centrista, pero no hay que escarbar demasiado para que aparezca ese nacionalismo extremo que caracteriza a todos los gobernantes serbios. Mucho más si en Kosovo estalla una guerra.



Meses atrás, Vucic recibió de China el armamento antiaéreo que hoy impediría a la OTAN una victoria como la que obtuvo en 1999, con el récord sin precedentes en la historia de no haber tenido bajas en sus filas.



Los Balcanes son un punto explosivo. Fue allí donde el magnicidio del archiduque Francisco Fernando y la archiduquesa Sofía perpetrado en Sarajevo por un nacionalista serbio, detonó la Primera Guerra Mundial. Y fue Kosovo lo que desató la guerra que acabó con los últimos vestigios de la Yugoslavia creada por Tito. Solo Serbia y Montenegro quedaban como Federación Yugoslava cuando la lucha de guerrillas que inició en 1998 el EKL (Ejército de Liberación de Kosovo) desembocó al año siguiente en la guerra aérea de la OTAN contra el régimen de Milosevic.



En el bombardeo que puso fin a Yugoslavia, una de las bombas impactó en la embajada china en Belgrado y es posible que no haya sido un accidente, como dijo el general Wesley Clark, quien comandaba la ofensiva de la alianza atlántica.



Por entonces, el presidente de China era Jiang Zemin, cuya prioridad era mantener buenas relaciones con las potencias occidentales, mientras que quien presidía Rusia era Boris Yeltsin.



Cuando la OTAN embistió contra Serbia para independizar Kosovo, en el Kremlin había un presidente en retirada, disminuido por sus problemas cardíacos y su adicción al alcohol, que desgobernaba una Rusia en caos y debacle económica.



Hoy, en el palacio pekinés de Zhongnanhai no está el moderado Jiang Zemin, sino el hombre que ha lanzado a China a la ofensiva por el liderazgo hegemónico mundial: Xi Jinping. Y quien ocupa ahora el despacho principal del Kremlin no es Yeltsin, sino Vladimir Putin, el más interesado en que estalle otra guerra europea en la que se involucre directamente la OTAN. Eso es precisamente lo que ocurriría si la escalada de tensión entre la mayoría albano-kosovar y la minoría serbia de ese pequeño país balcánico, desemboca en una intervención directa del ejército de Serbia que choque contra efectivos de la OTAN.



Europa entendió rápidamente el nivel de riesgo que implica imponerle alcaldes musulmanes a poblados habitados por la etnia serbia. Allí hay fuerzas de la OTAN y, por ende, existe el peligro de un choque directo entre la alianza atlántica y el ejército de la República Serbia.



Hoy sería diferente un choque entre la alianza atlántica y Serbia. Putin y Xi Jinping colaborarían para que una nueva intervención en los Balcanes tenga un precio altísimo para la OTAN. Actuarían para que Kosovo se convierta en lo que hoy es Ucrania para Rusia: un pantano desgastante.



Si la fuerza de interposición de la OTAN mata manifestantes serbios en Kosovo, a Vucic le sería difícil evitar que el nacionalismo serbio lo empuje a un nuevo choque entre Serbia y la alianza atlántica. Por eso las trifulcas entre policías y manifestantes hicieron que un escalofrío recorriera Europa.

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