Nostalgia

Hay quienes piensan que vivir en estado de nostalgia es uno de los males de nuestro tiempo. Para la mayor parte de las personas, sin embargo, recordar trae aparejados sentimientos de alegría, reconciliación y esperanza. También de sanación, pues, aunque volver al pasado a través de una memoria personal puede suponer la recreación de una pena, esa pena suele venir convertida en una experiencia que nos hace comprender algo.
La nostalgia fue considerada durante mucho tiempo un trastorno, conducente a la depresión. A mí me sugiere lo contrario, pues no hay mejor paliativo a la soledad y el aburrimiento, y es una fuente inagotable de inspiración para el arte. Todos hemos constatado que las parejas parecen ser más felices cuando comparten memorias, pero habría que agregar que la nostalgia hace que las personas sean más generosas y tolerantes; que da una riqueza transformadora a la vida, y que con ella la muerte resulta amable y acogedora. Nunca los niños están más atentos que cuando sus padres o abuelos les cuentan las historias de su infancia. "Cuando lo real ya no es lo que era, la nostalgia asume su pleno significado", escribe el filósofo Jean Baudrillard (1929-2007), aludiendo a lo que llamó el "final del arte" y determinando que "al arte ya no le quedan direcciones que tomar". Si eso es así, la conclusión es que la nostalgia es pivote esencial de la existencia, pues somos lo que hemos vivido: cofres de recuerdos gracias a los que perdonamos, activamos nuestro presente y proyectamos el tiempo que vendrá.