Aversión a la pérdida
Las personas hacemos cosas que no deberíamos porque creemos que vamos a tener éxito, no siendo siempre conscientes de los riesgos.
Los modelos económicos tradicionales suponen que las personas intentamos maximizar beneficios y minimizar costos. Asume que los tomadores de decisiones somos racionales, pero no precisamos ser expertos para darnos cuenta que eso no siempre, diría casi nunca, es así. Más allá de lo que decía Freud y de cómo influye el inconsciente en nuestras acciones, para poder tomar decisiones racionalmente deberíamos tener habilidades cognitivas y capacidad de procesamiento de información ilimitada, y no es el caso. De ahí que en las últimas décadas surgiera una nueva área de estudio conocida como la economía del comportamiento, que se basa en la racionalidad limitada, reconociendo que decidimos en función de conjeturas, sentimientos, intuiciones, e influidos por el contexto y los grupos que nos rodean.
Uno de esos sesgos es el exceso de confianza. Las personas hacemos cosas que no deberíamos porque creemos que vamos a tener éxito, no siendo siempre conscientes de los riesgos.
Por ejemplo, en Estados Unidos 1/3 de los emprendimientos quiebran en sus primeros cinco años de vida, pero al entrevistarlos al inicio, cada uno cree tener entre un 80% y 100% de posibilidad de éxito. Lo mismo con las habilidades de manejo. En varios estudios se les pidió a diferentes personas que estimaran mejor que cuántas personas del grupo conducían y el 85% consideró estar en la mitad superior. Y así otros muchos ejemplos. Tendemos a tener exceso de confianza en nuestras acciones.
Otro sesgo es el de aversión a la pérdida. La posibilidad de evitar una pérdida es mucho más motivadora que la de conseguir una ganancia, al punto que las pérdidas pesan psicológicamente entre 2 y 2,5 veces más que potenciales ganancias de igual magnitud. Es decir, ante una apuesta, sería necesaria una posible ganancia de al menos 100 pesos, frente a una posible pérdida de 50 pesos, para asumir el riesgo. De igual forma, no será proporcional el placer experimentado al ganar 50 pesos frente al displacer que producirá su pérdida. Tendemos a preferir evitar pérdidas antes que a conseguir ganancias equivalentes.
La aversión a la pérdida parece jugar un papel en la explicación de muchos fenómenos sociales. Por ejemplo, ahora que estamos en medio de las negociaciones por el nuevo convenio colectivo en el marco de los Consejos de Salarios o cuando se da un proceso de negociación sindical, es difícil llegar a un acuerdo por este sesgo. Las partes negociadoras tienden a mostrarse contrarias a hacer concesiones a cambio de otros beneficios, porque sienten la pérdida de forma más dolorosa que una ganancia del mismo valor.
Otro ejemplo es en una campaña política, la medida de subir o bajar los impuestos no provoca el mismo efecto entre los votantes.
Una subida de impuestos provoca una respuesta negativa más intensa que la que genera una bajada de impuestos por el mismo valor.
La aversión a las pérdidas y el exceso de confianza, como tantos otros comportamientos estudiados hoy en día por la economía, han mostrado incidir significativamente en el ámbito de las finanzas, en la administración y la política, pero también en otros contextos, como el consumo de sustancias o el manejo de la depresión. Por lo que vale la pena su conocimiento, ya que su estudio ayuda a entender mejor la naturaleza humana.