El lado oscuro de Miami
Bandidos es un reflejo de lo que todo el mundo sabe pero muchos no quieren admitir.
El Comanche, el detective marginal que sobrevive en los bajos fondos de Miami, creado por el escritor peruano Pedro Medina León, regresa en la novela Bandidos para desentrañar un misterio: el asesinato de un hombre cuyo cadáver es hallado en el contenedor de basura de un supermercado.
Colaborando con una policía que se muestra incapaz de resolver el caso, el Comanche lleva a cabo una azarosa investigación, moviéndose en un submundo miamense ajeno a la postal turística que la ciudad exhibe como carta de presentación. En ese submundo pululan indocumentados que viven al día, al borde de la miseria y de la deportación, en contraste con individuos acaudalados que han hecho fortuna al margen de la ley, como Camaraza, un negociante que se forra los bolsillos trayendo a Miami, en lanchas rápidas, a inmigrantes cubanos ansiosos por escapar de la crisis en la isla.
Al mismo tiempo, intercalándola con la narración de la pesquisa del Comanche, Bandidos nos relata una historia agitada de contrabando de armas y drogas que tiene lugar décadas atrás. Los protagonistas de esta historia paralela que transcurre en 1984 suelen reunirse en el Mutiny, un opulento hotel de Coconut Grove frecuentado por narcos, traficantes de armas, prostitutas, artistas y políticos venales. Entre ellos hay personajes, no por pintorescos menos peligrosos, como Marchena, un nicaragüense que llega a Miami huyendo del sandinismo y se convierte en una pieza clave del envío ilegal de armas a los rebeldes antisandinistas conocidos como contras.
Marchena se viste al estilo del detective Sonny Crockett, de la famosa serie televisiva de los años 80 Miami Vice: pantalones blancos de lino, chaqueta azul celeste, alpargatas sin medias. Una serie que cambió la imagen de Miami, convirtió a la ciudad en una meca internacional del glamour y a la vez consolidó un nuevo género policial: un noir de acción vertiginosa, yates y autos de lujo rápidos y mujeres de belleza espectacular, todo bajo los ardientes colores del trópico.
Bandidos es un reflejo de lo que todo el mundo sabe pero muchos no quieren admitir: la prosperidad de Miami tiene su lado oscuro. Un lado oscuro que no es ajeno a una trama de negocios sucios, tráfico de drogas, de armas y de personas, lavado de dinero y fraudes hipotecarios. Además, la prosperidad está muy mal repartida: mientras algunos disfrutan de una vida de lujo en las mejores residencias junto al mar, con vistas impresionantes de la bahía, del océano y del llamativo perfil de la ciudad, la mayoría debe planificar la relación entre sus ingresos y sus gastos.
Muchos no llegan a fin de mes, y a tiro de piedra de los opulentos edificios del centro hay indigentes sin techo durmiendo en la calle.
En este ambiente riesgoso, emocionante y marginal de criminales, individuos audaces con fortunas de dudoso origen, e inmigrantes que viven precariamente, Bandidos narra las historias paralelas de la corrupción en los años 80 y la investigación de un crimen vinculado al tráfico de personas que el Comanche lleva en el presente hasta sus últimas consecuencias.
La conexión entre ambos relatos, separados por cuatro décadas, es un misterio que atrapa el interés del lector y lo llevará hasta un final sorpresivo que enlaza magistralmente las dos historias de Bandidos.