Robata Gaku Mish
NO DEJA DE SONAR UN POCO naif (léase "ingenuo") lo de asociar un método/artilugio cocineril a una misión o camiseta gastronómica, pero tampoco es algo poco común
NO DEJA DE SONAR UN POCO naif (léase "ingenuo") lo de asociar un método/artilugio cocineril a una misión o camiseta gastronómica, pero tampoco es algo poco común. No por nada existen las parrilladas, las cebicherías, las sangucherías y tal. En este caso se trata de una miniparrilla a carbón de tradición japonesa, la robata, lo que obliga a formatear en un modo más compacto las preparaciones. No por nada, abundan los pinchos de bambú (el modo kushiyaki). Y su toque oriental que, en este caso, también tiene su cuota de peruano = nikkei. Entonces, está claro a lo que se va. Y la verdad es que, con poco tiempo en funciones, la mano probada fue sabrosa. Les falta un poquito de nervio en el servicio, porque gentileza hay. En fin.
Se partió con unas almejas Gaku ($7.900), cinco, hechas al vapor, con el toque punzante de la salsa ponzu (soya + yuzu, un cítrico muy aromático) y una refrescante chalaquita: óptimo comienzo. Igual de regia la lechuga escarola a la parrilla ($7.900), con crema de rocoto, algo de cebollita crujiente y queso llanero rallado (muy venezolano y muy salado, en este caso en su justa cantidad). Como se iba pidiendo e iba llegando, la tentación cedió por un tártaro de res ($8.900), bien aliñado, bien nikkei, montado sobre palta a la parrilla. Perfecto, pero siempre seremos más del team tostaditas + tártaro, y no de hojas fritas de papel de arroz.
Dentro del desorden de lo pedido, bebiendo (gran cerveza la muy seca Asahi, a $3.900), llegó un pollo frito a la japonesa, karaage ($7.900). Fritura impecable, el plumífero justo antes de lo recocido. Pero... hecho y servido en pedazos muy grandes, no en formato bocado. No pues. Y a la par, unos pinchos de guata de chancho (aunque le pongan "panza de cerdo" en la carta, a $12.900), gloriosos en su dulzura y grasitud. En cambio, el de entraña ($8.900) era tan gomoso como oloroso (ese aroma no tiene igual). No tenían pinchos de setas, bu.
Se terminó con un par de postres, a $5.900. En resumen: gran sazón y le faltan ajustes (ojalá abran a las 13 y no a las 14, plis), pero ya es muy recomendable este debutante en barrio Italia (eso sí, que alguien explique por favor la curatoría de los cuadros del local, que son como de tradición chilena decimonónica. Cero robata. Plop).
Avenida Italia 963, Providencia.