Jueves, 09 de Mayo de 2024

Que lejos está abril de 1999

UruguayEl Pais, Uruguay 27 de abril de 2024

Las sufridas internas de 1999 fueron un enorme aprendizaje para una generación que por entonces era muy joven y que hoy es naturalmente la protagonista dentro del Partido Nacional.

Hace pocos días se cumplieron 25 años de la primera elección interna surgida bajo el sistema aprobado por el cambio constitucional de 1997 y que hasta el día de hoy es el que rige nuestro ciclo electoral. Con un cuarto de siglo de perspectiva histórica, vale la pena en particular para el Partido Nacional (PN) resaltar lo lejos que está aquella experiencia tan ríspida y dificultosa, y de la cual todos los blancos sacaron fuertes y duraderas conclusiones.



Importa darse cuenta del enorme cambio que impuso para los blancos aquella reforma de 1997. En efecto, hay una visión tan extendida como falsa que pretende hacer creer que ella se llevó adelante para perjudicar las chances electorales del Frente Amplio (FA) y sin costo alguno para los partidos tradicionales. Con cinco lustros de experiencias electorales encima, es claro que la conclusión basada en hechos debe ser muy distinta: fue a partir de esa reforma que el FA actuó de manera de acumular fuerzas electorales que lo llevaron tres veces al poder entre 2004 y 2014; fue a partir de ella que el Partido Colorado (PC) perdió pie en casi todo el Interior del país; y fue con ella que el PN sufrió enormes dificultades para no sucumbir a la tentación de una completa federalización partidaria y para afianzar una unidad forjada en una fórmula presidencial única.



En 1999 la vieja manera de acumular fuerzas electorales en base a la sumatoria de candidaturas presidenciales, que dirimían en el mismo acto comicial pesos internos relativos y triunfos o derrotas nacionales, estaba aún muy presente. Para el PN la transición fue muy difícil y costó muchísimo que sectores y listas que siempre habían sido rivales internos en lo electoral pasaran a trabajar de manera diferente, en un esquema en donde la competencia de la interna debía rápidamente dar paso a la cooperación conjunta para presentarse así ante un electorado de octubre que, además, no compartía las mismas características de socialización política que el que había sido protagonista en las internas de abril.



El resultado es conocido: mientras que los blancos no lograron aceitar rápidamente una fórmula presidencial que integrara a todo el PN y apaciguara los impulsos de las rivalidades internas, la sabiduría de la vieja guardia colorada logró inmediatamente una fórmula de unidad que, a la postre, terminó triunfando en un balotaje que, por cierto, también impuso sus propias reglas electorales que los colorados supieron entender mucho mejor que la dirigencia frenteamplista de ese entonces. Para las elecciones de octubre, tantas dificultades para adaptarse a novedades estructurales claves terminaron perjudicando el resultado global del PN, que obtuvo así uno de los apoyos más bajos en toda su historia.



Sin embargo, el tremendo golpe político recibido fue tan grande que el antecedente de abril de 1999 sirvió como alerta y como contraejemplo para toda la dirigencia blanca.



En efecto, ya para las internas de 2004 el tono de campaña interna fue muy diferente.



En 2009 y en 2014, el sentido de responsabilidad de ser el princi- pal partido de oposición también contribuyó a domeñar cualquier tono ríspido o discordante interno: había que preservar un espíritu fraterno de competencia, que era tanto más necesario cuanto urgía luego lograr acuerdos extrapartidarios para enfrentar el balotaje con más chances frente a la opción frenteamplista.



Así, poco a poco, la instancia interna de los blancos pasó de ser un agrio nudo gordiano en 1999 a transformarse en una etapa clave de movilización amplia, con presentación de ideas y propuestas sectoriales que terminan luego admitiendo una síntesis partidaria única tras la interna, y a partir de la cual se plasma una fórmula presidencial que refleja bien un sentido de unidad y de respeto por las trayectorias dirigenciales y las mayorías partidarias generadas que, evidentemente, potencian luego los acuerdos de cara al balotaje de noviembre.



Esa fue, claramente, la base a partir de la cual en 2019 la Coalición Republicana logró el triunfo y asentó su mayoría para gobernar con la presidencia de Lacalle Pou, y ese es también el talante con el cual se está empezando a desarrollar esta campaña interna de 2024.



Las sufridas internas del año 1999 fueron un enorme aprendizaje para una generación que por entonces era muy joven y que hoy es naturalmente la protagonista dentro del Partido Nacional.



Gracias a ese aprendizaje y a una gran reflexión sobre todo aquello, es también que el PN se presenta como una responsable opción de gobierno para 2025.
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