El Presidente y Cuba
Parece ser el límite impuesto por el PC al Gobierno.
El Presidente Gabriel Boric ha sido internacionalmente reconocido por su postura clara frente a la dictadura de Nicolás Maduro. Con su rápida reacción ante el fraude electoral y su condena de las violaciones a los derechos humanos, ha dado continuidad a una política de Estado comprometida con los valores democráticos. Además, ha marcado una valiosa diferencia respecto de otros líderes de izquierda, como Lula da Silva, Gustavo Petro o Andrés Manuel López Obrador.
Es lamentable, sin embargo, el trato notoriamente distinto que el Presidente Boric ha dado a la situación de Cuba. Aunque, con 65 años en el poder, se trata de la dictadura más antigua de la región, Boric ha evitado calificarla como tal. Sí habló hace algunos meses de la necesidad de "avanzar hacia la democratización" de la isla, pero luego de las críticas del Partido Comunista por haber osado decir aquello, no ha vuelto a plantearlo. En cambio, ha centrado sus referencias en demandar el fin del bloqueo de Estados Unidos. Este último punto, el rechazo del bloqueo, también ha sido una constante de nuestra política exterior, pero al insistirse solo en ello y guardar silencio respecto del carácter dictatorial del régimen, se termina legitimando el discurso de este, que usa el embargo y las sanciones norteamericanas como justificación para coartar las libertades de su pueblo.
La última intervención de Boric ante la Asamblea de la ONU fue otra muestra de este diferente trato. "Estamos frente a una dictadura que pretende robarse una elección", dijo de Venezuela, en un discurso donde también hubo críticas a los regímenes de Afganistán, Rusia y Nicaragua, pero una completa omisión de Cuba. Ello motivó incluso un oficio de los diputados de la comisión de Relaciones Exteriores, en el que expresaron su preocupación porque el mandatario "olvidó calificar como dictadura al régimen de Miguel Díaz-Canel en Cuba, lo que resulta inconsistente con el enfoque del Gobierno en materia de derechos humanos". El oficio, solicitado por el diputado Cristián Labbé (UDI), contó con el respaldo del presidente de la instancia, el oficialista Vlado Mirosevic (PL), además de Stephan Schubert (republicano) y Alberto Undurraga (DC), y el predecible rechazo de la representante del Partido Comunista Nathalie Castillo.
Es paradójico que exista una selectividad en las convicciones presidenciales, al activarse estas ante Venezuela pero no ante Cuba. Más aún considerando que antes de llegar a La Moneda, cuando se enfrentó al alcalde Jadue en la primaria de Apruebo Dignidad, el mismo Boric sí tuvo expresiones claras de condena a la represión en la isla. Es difícil encontrar otra explicación para la actual actitud que no sea el fuerte peso que el PC ejerce dentro del Gobierno. Y es que si bien esta colectividad admite entre sus filas ciertas disidencias respecto de la situación venezolana, mantiene una monolítica postura de adhesión -y admiración- a la dictadura cubana. Así, el régimen que hoy encabeza Miguel Díaz-Canel -a quien el Presidente Boric saludara efusivamente al coincidir ambos la semana pasada en el cambio de mando en México- parece marcar un límite que el PC ha impuesto a esta administración. Ello podrá ser políticamente explicable, pero constituye un renuncio que daña el liderazgo de Boric y relativiza su compromiso democrático.