‘Quiero estar despierto cuando muera’
El sábado por la mañana, antes de su compromiso en Al-Qarara, Atef decidió ir a la playa con su hermano Muhammad, su hijo Yasser y su cuñado Ismail
El sábado por la mañana, antes de su compromiso en Al-Qarara, Atef decidió ir a la playa con su hermano Muhammad, su hijo Yasser y su cuñado Ismail. Mientras nadaban, empezaron a escuchar sonidos de cohetes y explosiones. Atef miró al cielo e inmediatamente pensó que eran maniobras de entrenamiento de rutina, algo normal en Gaza. Pero cuando regresaron a la playa, vieron que la gente estaba corriendo en todas las direcciones. Así que empezaron a correr; tenían que regresar al carro que habían dejado estacionado a medio kilómetro de la playa. Corrieron descalzos y, al llegar al carro, Atef pisó el acelerador hasta llegar a su apartamento en Saftawi, al norte de Gaza. Por horas nadie supo lo que estaba pasando, hasta que llegaron las primeras noticias. Su amigo Omar Abu Chawich, joven poeta y músico, estaba nadando con otro amigo cuando fueron asesinados por un proyectil disparado desde un barco israelí. Esas serían las primeras víctimas del genocidio, pero eso solo lo sabrían al cabo de unos días. "Nunca imaginé que sucedería mientras yo estuviese nadando": así empieza el diario del genocidio en Gaza del escritor palestino Atef Abu Saif. En su diario, Atef registró los primeros 85 días del genocidio. En ese entonces era ministro de Cultura de la Autoridad Palestina y había viajado a Gaza de Cisjordania para una visita de trabajo de tres días. Perdió 130 miembros de su familia en la guerra, sin contar a sus amigos, a quienes va describiendo con mucha dignidad y amor en su diario; las víctimas del genocidio dejan de ser números y adquieren vida propia. Escribe para no olvidarlos, así como no olvida los lugares que luego se convertirán en un montón de escombros: "Cuando vislumbro el futuro de esta ciudad, si es que tiene uno, me siento compelido a seguir escribiendo. A través de la escritura, podemos mantener vivos los lugares, podemos depositar nuestros recuerdos de las calles ahora en ruina, de las casas ahora arrasadas. Podemos impedir que sean olvidadas, y también crear un mapa de cómo deberían ser reconstruidas, exactamente como eran, dondequiera que eso termine". Las casas que sus amigos construyeron con mucho esfuerzo son destruidas en cuestión de segundos: "Rimal no es más el Rimal que conocimos. El apartamento de Mamun, situado en los dos últimos pisos de un lindo edificio, fue destruido". El ejército israelí siempre apunta a los edificios más nuevos e impresionantes: "El objetivo es hacernos volver en el tiempo, hacer que Gaza parezca otra vez pobre y fea". Entre las descripciones de destrozos, bombas, cohetes y drones, aparecen las imágenes indescriptibles de sangre y cadáveres desmembrados. Imágenes de personas heridas que son operadas sin anestesia porque ya no hay medicina, ni agua ni comida. Pero incluso en los momentos más brutales, se va colando la vida de antes de la guerra; la rutina atraviesa los escombros; las imágenes más cruentas se alternan con las filas, cada vez más largas, para comprar pan o falafel. No hay tiempo para el duelo, lo importante es sobrevivir. Todo se vuelve banal cuando sucede muchas veces, escribe Atef. Este diario es una lectura obligatoria; una crónica imprescindible: "Los recuerdos de una guerra pueden ser extrañamente positivos, pues tenerlos significa haber sobrevivido". Conocer el genocidio a través de las palabras de sus sobrevivientes es lo mínimo que podemos hacer para que los muertos no sean olvidados; para que la resistencia en Gaza nunca deje de ser contada, y para que Gaza no sea recordada como tierra arrasada. Como dice el gran fotoperiodista Jesús Abad Colorado, uno de los grandes testigos de la guerra en Colombia: "La muerte, no importa dónde se produzca, tiene que dolernos a todos".
Crónicas de guerra
Sara Tufano
‘Para que los muertos no sean olvidados y para que la resistencia en Gaza nunca deje de ser contada’.