¿Por qué existen los salarios mínimos?

Stefano Farné
Como todos los años, al acercarse el 30 de diciembre -fecha ultima establecida por la ley para definir el salario mínimo para el año siguiente- empiezan las especulaciones acerca de lo que será su monto en 2025. ¿Por qué existen los salarios mínimos? Según los lineamientos de la Organización Internacional del Trabajo expresados en el Convenio No. 131, el salario mínimo debería ser un salario que asegure la protección de los grupos de asalariados que en el mercado de trabajo se hallan en situación desventajosa, contra remuneraciones indebidamente bajas. De lo anterior se deduce que el salario mínimo debería ser decretado por el Gobierno, después de exhaustivas consultas con representantes de los trabajadores y de los empresarios. Además, debería estar dirigido a amparar a los trabajadores más vulnerables en el mercado laboral, en especial a los jóvenes sin experiencia, los trabajadores no calificados o los empleados domésticos. Esto no pasa en Colombia. En primer lugar, porque el Gobierno no lleva la batuta, sino que es un facilitador para que representantes de trabajadores y empresarios lleguen a un acuerdo. Solo si no se alcanza un consenso, la decisión recae en él. En segundo lugar, porque en Colombia el mínimo es el referente para la fijación de la remuneración de muchos trabajadores y no solamente de los que se hallan en situación desventajosa. Esto incluye a los empleados de más altos ingresos: aquellos contratados con un salario integral, es decir, que ganan por lo menos 13 mínimos, cuyas remuneraciones evidentemente no son indebidamente bajas. Lo anterior, entre otras cosas, distorsiona las políticas salariales de las empresas. Estas, frente a aumentos inesperadamente elevados del salario mínimo, cumplen con aumentar los sueldos de sus empleados que ganan un salario mínimo y más de 13 mínimos, pero, a menudo, con el fin de ajustar los costos de su nómina salarial, hacen aumentos menores a la inflación causada para los empleados cuyos sueldos están comprendidos entre estos dos extremos. Otra consecuencia indeseada del sistema de salario mínimo colombiano es que, al definir un salario que es referencia para la mayoría de los trabajadores, inhibe el diálogo social y la negociación colectiva entre trabajadores y empresarios a nivel de empresas y sectores productivos en las cuales el mínimo debería ser automáticamente reconocido solo a los trabadores vulnerables, mientras las partes deberían negociar los demás salarios. No quiero terminar esta nota sin referirme al acertado pronunciamiento del ministro de Hacienda que hace unas semanas abrió la discusión sobre el valor del salario mínimo para el próximo año. Propuso fijar como punto de partida para las conversaciones de la Comisión de Concertación de Políticas Salariales y Laborales un incremento de 6,2%, juzgando que el aumento nunca podrá estar en dos dígitos (como proponen los sindicatos). Tal vez, un 6,5-7% -dependiendo del último dato disponible de inflación, sería un buen negocio para todos.
Director Observatorio del Mercado Laboral, Universidad Externado de Colombia.