Jueves, 26 de Diciembre de 2024

Doloroso contraste

ChileEl Mercurio, Chile 5 de diciembre de 2024

Ver abrirse las puertas de una renovada iglesia de Notre Dame de París después del incendio que la afectara hace cinco años obliga a hacer una dura comparación con el proceso de recuperación de los templos destruidos en Chile durante los violentos hechos ocurridos a partir de octubre de 2019, cuando se convirtieron en el blanco del vandalismo, en un intento por atacar lo más sagrado para los creyentes como es su lugar de culto

Ver abrirse las puertas de una renovada iglesia de Notre Dame de París después del incendio que la afectara hace cinco años obliga a hacer una dura comparación con el proceso de recuperación de los templos destruidos en Chile durante los violentos hechos ocurridos a partir de octubre de 2019, cuando se convirtieron en el blanco del vandalismo, en un intento por atacar lo más sagrado para los creyentes como es su lugar de culto.
El proceso de restauración de las iglesias del centro de Santiago, a diferencia del caso francés y en el mismo lapso de tiempo, aún no comienza. Con premura y determinación, los franceses lograron reunir los fondos públicos y privados necesarios para recuperar un edificio emblemático que, como escribiera el rector Carlos Peña, representa "un trozo de cultura inseparable del sentido que se le asigna...", en un país de un laicismo extendido, que, no obstante, mantiene un profundo respeto por lo sagrado, lo que se ha traducido en el cuidadoso proceso de reconstrucción, congregando a grupos expertos, de manera de reparar fielmente no solo el edificio, sino también las obras de arte que contiene.
En Chile, la falta de recursos -no hay fondos públicos disponibles- y los engorrosos trámites, por tratarse de edificios declarados monumentos patrimoniales o de conservación histórica, han dificultado la restauración de las iglesias, aspirándose por ahora solo a su habilitación. Pese a ello, las comunidades de fieles se han mantenido activas y el nombramiento por parte del arzobispo de Santiago de dos párrocos "solidarios" ha permitido congregarlas y reactivar las actividades en torno a la fe. Es el caso de la iglesia de la Veracruz, cuya habilitación parcial permite que se reúna un gran número de fieles para asistir a misa y recibir los sacramentos en una iglesia de muros ennegrecidos por el humo del incendio que la destruyó. Pese a algunos intentos pasados por cerrar el templo, el lugar se ha convertido en un testimonio de la violencia que afectó al barrio Lastarria. La reciente aprobación de los permisos correspondientes podría dar inicio a su restauración, pero aún no se cuenta con los recursos necesarios para emprender dicha labor.
Similar es el caso de La Asunción, a metros de la plaza Baquedano, que está siendo habilitada con la colaboración de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), cuyo objetivo es recuperar un espacio de reunión de la comunidad de ese barrio. Sin embargo, la escasez de recursos impide reconstruir su torre -la que en octubre de 2020 sucumbió a las llamas, en medio de la algarabía de los asaltantes- y restaurar las obras del interior. Como lo ha hecho en otras partes del país, la ACN ha contribuido a reconstruir capillas allí donde los fieles han perdido su lugar de culto.
Pendiente aún parece la situación de la iglesia San Francisco de Borja, que fuera saqueada, incendiada y ocupada. Impedidos de encargarse de su restauración, Carabineros -institución a la que pertenecía el templo- la entregó al Ministerio de Bienes Nacionales. La autoridad ha prometido el traspaso de la iglesia al Arzobispado de Santiago, luego de evaluar diversas iniciativas que incluso contemplaron un memorial de los hechos ocurridos a partir de octubre de 2019. Se espera que dicha promesa se cumpla luego de su restauración.
Recuperar las iglesias dañadas por la violencia en un sector emblemático de la ciudad es una tarea pendiente, no solo para las comunidades de fieles que vieron amenazada su libertad de culto, sino también por una deuda con una sociedad que ve afectadas diversas manifestaciones propias de un legado cultural que es parte de su historia. El respeto por lo sagrado implica, para creyentes y no creyentes, un pilar esencial de una sociedad libre, tolerante y abierta. Es lo que representa el ejemplo francés y debiera interpelar a las autoridades y a la sociedad en su conjunto para recuperar aquello que la violencia destruyó.
El ejemplo francés, con la recuperación de Notre Dame, debiera interpelar a nuestras autoridades y a toda la sociedad.
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