Llegó la ‘gastristis’
Fracasó con estrépito la llamada ley de financiamiento, que era en realidad una reforma tributaria, la segunda de este Gobierno
Fracasó con estrépito la llamada ley de financiamiento, que era en realidad una reforma tributaria, la segunda de este Gobierno. Tal parece que el Congreso, en un arrebato de responsabilidad, juzgó insensato meterle la mano nuevamente al bolsillo de los colombianos, ya vapuleados por la reforma Petro-Ocampo de 2022. Que no se diga que no existen los milagros navideños. Nadie que no fuera petrista quería quedar como culpable de sacarle más plata a la gente ad portas de un año electoral, como me indicaron tres fuentes del Capitolio. Pero mencionaron también otros dos factores. En primer lugar, varios miembros de comisiones económicas del Congreso están en la mira de la Fiscalía por el escándalo de la UNGRD y habrían votaron contra la reforma en un alarde de independencia. Así, al menos, pueden aducir que no se dejan manipular desde la Casa de Nariño. En segundo lugar, muchos congresistas, incluso algunos que han apoyado al Gobierno, están bastante inquietos con el rumbo del país, en particular con el sistema de salud, y no querían añadir más leña al fuego con un nuevo zarpazo tributario. "Hasta los oficialistas están genuinamente preocupados", me dijo un integrante de la Cámara. "Eso es nuevo". Como consecuencia del archivo de la ley, al Gobierno no le queda más remedio que apretarse el cinturón. O, para ser más actuales, iniciar un régimen de Ozempic. En los últimos dos años, el Presupuesto General de la Nación solicitado por el Gobierno creció un 44 %, hasta sobrepasar los 500 billones de pesos. Esa cifra soberbia, sin embargo, no se ha visto reflejada en mejores vías, en mayor capacidad militar para contener a los grupos armados, en las universidades que prometió el Presidente, en fondos para créditos subsidiados del Icetex, en el aumento de la unidad de pago por capitación de la que depende el sector de la salud, en subsidios para vivienda, en los Juegos Panamericanos de Barranquilla o en bajar las tarifas eléctricas del Caribe. Lo que sí ha habido, en cambio, es un nuevo ministerio, la insulsa cartera de la Igualdad. También el criminal derroche en la UNGRD y otras entidades. Y la ampliación de las nóminas de órganos como la Cancillería, que además se convirtió en el escampadero para los amigos del Gobierno y los petristas problemáticos. El Ejecutivo, entre tanto, tiene billones de pesos parqueados que no ha sido capaz de ejecutar. Sin embargo, le exige más sacrificios a la ciudadanía. Como si no supiéramos, además, que la urgencia de dinero obedece a un único imperativo: el de pavimentar no las accidentadas vías del país, sino las campañas del Pacto Histórico en 2026. El jueves, en Barranquilla, en medio de un destemplado discurso, el Presidente habló de los excesos de fin de año. "A partir del primero de enero, después del guayabo, yo ya no tomo tragos fuertes porque la ‘gastristis’ no me deja", dijo. Ignoro si decir ‘gastristis’ fue algo intencional o uno de sus frecuentes lapsus. Pero me parece un neologismo estupendo. Los franceses llaman mot-valise (palabra maleta) a esas construcciones felices de palabras que derivan en un vocablo nuevo, ingenioso, a menudo más expresivo que la suma de sus partes. Por ejemplo: ‘teletón’, ‘brunch’, ‘infodemia’, ‘desespertador’. Y un magnífico término para la resaca es esa mezcla de malestar estomacal con tristeza existencial que recién acuñó el Presidente: la ‘gastristis’. Palabro, además, oportuno. Pues el guayabo es lo que viene después de la farra, el derroche, el exceso. Es el remordimiento de la mañana siguiente, cuando uno se echa agua en la cara, se mira en el espejo, concluye que esta mala vida no lo va a llevar a nada bueno y promete cambiar de conducta. Sí: fiscalmente, al país le llegó la ‘gastristis’. Ojalá le hagamos caso. @tways / tde@thierryw.net
Tubo de ensayo
Thierry Ways
En el Congreso están inquietos con el rumbo del país. En parte por eso se cayó la reforma tributaria.