Adolorido pero agradecido
Ricardo Santamaría
El viernes 27 de diciembre a las 9 am, montando bicicleta en Cartagena me caí y terminé en urgencias del hospital Serena del Mar, Fundación Santa Fe
Ricardo Santamaría
El viernes 27 de diciembre a las 9 am, montando bicicleta en Cartagena me caí y terminé en urgencias del hospital Serena del Mar, Fundación Santa Fe. Fractura de cadera, cirugía a las 5 pm, un clavo y tres tornillos en la cabeza del fémur. La atención, servicio, profesionalismo y humanidad en el hospital, fue impecable. Llegué a las mejores manos. Ingresé por urgencias. El personal médico y administrativo, excelente. Una institución orgullo de Colombia. Agradecido de corazón. De una manera que nunca imaginé me encontré con el silencio y la solidaridad. Unos ciclistas me recogieron en la vía, un vecino me acompañó todo el día, otra vecina fue mi acudiente para la cirugía y me acompañó en las noches, mis hermanos, familia, ahijados, amigas y amigos me rodearon con amor y compañía. Varios me visitaron. Desde otras ciudades y continentes recibí luz y fortaleza. Videos de montañas con nieve. Palabras inspiradoras. Me sentí acompañado. Me acogieron para celebrar año nuevo, me hicieron mercado, me prepararon comida. Conmovedor hasta las lágrimas. La solidaridad une a las personas desde el corazón, un milagro que sostiene a la humanidad. Y el silencio. Esa primera noche en mi habitación, con el bienestar de la anestesia, acostado, en silencio, confundido, asustado, pero también agradecido, confiado y en paz. Momento de sentir. Acepté, oré, lloré, hice el compromiso de salir adelante, de re-encontrarme con la vida, dejé que aflorara todo lo que estaba atascado, tantas cosas, desde la niñez hasta los 64 años, perdoné, me perdoné. Tantos años vivimos con el alma y el corazón anestesiados para no sentir y esa noche fue al revés, con el cuerpo anestesiado las emociones y sentimientos se liberaron. Momento para aceptar, soltar, abrazar lo nuevo, para entender que una vida real solo se construye desde el corazón, desde el ser y no del hacer. Me hice cargo del niño asustado, del adolescente rebelde, del adulto trabajador. Sentía que era un volcán en erupción, una liberación. Aparece todo: dolores y alegrías, vergüenzas y talentos. Verdades no expresadas en palabras ni intermediadas por la cabeza. De la medianoche al amanecer, tuve un momento de realidad pura. Nos rodea mucho amor, pero no lo vemos porque vivimos en el ego, en la arrogancia, en el yo puedo, yo tengo la razón, yo necesito, yo quiero. Y cuando volvemos al yo soy, ahí está todo. Podemos empezar de nuevo. Recuperamos el balance emocional. Sin las emociones resueltas siempre regresamos al pasado. No solo el balance físico y laboral. No solo lo que hacemos sino lo que sentimos. No solo la dieta y el trabajo. El balance emocional, las relaciones. Lo que somos verdaderamente. Acojo mi cuerpo y sus cicatrices. Estoy vivo. En este episodio me sentí viejo, vulnerable, pero al mismo tiempo consciente, despierto, alerta. Muchas cosas quedaron en esa sala de cirugía. Somos esos momentos en que nos hacemos conscientes y nos transformamos. Adolorido pero agradecido. Somos lo que amamos, lo que llevamos dentro.
Analista.