Mentiras piadosas
El Prócer y su mujer han venido a pasar unos días con nosotros en el balneario que nos alberga
El Prócer y su mujer han venido a pasar unos días con nosotros en el balneario que nos alberga. Paseamos por la calle Bellavista, nombre muy adecuado para una calle que desde las alturas permite gozar de la vista del mar y de un cielo surcado de nubes que se han teñido de tonos rosados con los resplandores del atardecer. El Prócer camina ágilmente apoyado en su walking cane y, como es su costumbre, irrumpe sorpresivamente con un tema polémico. "Mira, en este mundo moderno en el que vivimos, en que es tan fácil crear o difundir mentiras por las redes sociales, se ha generado como reacción la exigencia de ajustarse estrictamente a la verdad. Y en esta guerrilla se ha arrinconado a la mentira piadosa, es decir, a aquella mentira benévola que se dice para agradar o evitar el daño u ofensa que significaría revelar la verdad cruel. Evidentemente que en la medida que la mentira piadosa genere un daño, deja de ser tal. Pero la mentirijilla piadosa inofensiva no solo debe ser tolerada, sino alentada, ya que tiene un efecto positivo. Te lo demostraré". Y acto seguido se dirige a su mujer, que camina detrás nuestro del brazo con la mía. "Mijita, ¿no es cierto que ya estoy más delgado con la dieta que inicié en el año nuevo?". "Darling, al revés. Mira cómo los botones de tu camisa casi se revientan", es su cruda respuesta.
"Parece que mi mujer no es dada a las mentiras piadosas y prefiere las verdades monstruosas", me susurra un tanto ofendido.