Desde el tener hasta el ser
A veces, las conversaciones que tenemos nos permiten vislumbrar las raíces de algunas dificultades que persisten en nuestra sociedad
A veces, las conversaciones que tenemos nos permiten vislumbrar las raíces de algunas dificultades que persisten en nuestra sociedad. Y uno de los temas más complejos es entender la diferencia entre lo que somos y lo que tenemos. Entre el ser y el tener. Tuve una conversación que me dejó pensando. Alguien de la familia, que se ve bien de salud, que "tiene" casa, carro, una familia bonita, alguien que no fue tocado por la muerte ni la fatalidad en el 2024, me dijo que el año que terminaba había sido un mal año. Intuí, erróneamente o no, que posiblemente no "tuvo" todos los réditos financieros que esperaba. Ante su queja, con ánimo de impregnarle un poco de optimismo le dije: "Pero estás bien, ‘tienes’ salud". Y abruptamente me cortó: "La salud es un tema religioso", dijo con firmeza, mientras yo, entre sorprendida y desconcertada, intentaba entender de dónde venía esa afirmación tan tajante. Como economista, considero que "tener" salud, más que un asunto de fe, es un asunto socioeconómico: nuestro trabajo es uno de los principales factores de producción, y sin salud no hay trabajo. Muchas personas agradecen "tener" salud porque les permite trabajar, sostener a sus familias, acceder a oportunidades. En nuestro país esto es una realidad innegable, pues la informalidad laboral, según el Dane, supera el 56 % y su promedio móvil es de 83 % en los centros poblados, es decir, llega al 90 % en algunos municipios. Sin embargo, mi interlocutor desestimó las explicaciones e insistió que la salud era un asunto religioso. Puedo entender que alguien eleve una plegaria pidiendo a Dios que le dé salud y que alargue sus días. Pero también entiendo que la salud es un bien público que requiere autocuidado, prevención, políticas públicas efectivas, acceso a servicios de calidad, un entorno saludable y decisiones personales responsables. Contar con ella es un paso clave para la independencia económica en un país con altos niveles de informalidad. Por ello es que la discusión de su acceso y calidad es tan importante a nivel nacional. Pero la conversación me llevó a una reflexión más amplia: ¿cómo medimos el éxito? ¿Nos define realmente lo que tenemos? Es clave promover una definición del éxito bajo la mirada de la ética y la integridad, que pueden llevarlo más allá de lo financiero. Porque el éxito no solo se mide en cifras; también se mide en bienestar, en paz mental, en relaciones saludables, en calidad de vida. Si bien el dinero es una medida tangible, también es cierto que esa visión es limitada y superficial. El dinero puede proporcionar comodidad, pero no garantiza felicidad, propósito ni bienestar emocional. Al medir el éxito solo por lo financiero, tarde o temprano, se entiende que ese enfoque no llena la vida de manera plena. De hecho, el informe mundial de la felicidad analiza factores como la "esperanza de vida saludable", la libertad para tomar decisiones de vida, la generosidad y la percepción de la corrupción. Finlandia ha ocupado el primer lugar durante varios años consecutivos en esta medición y no es el país más rico, sino uno de los que mejor equilibran bienestar social, igualdad, y libertad. A la final, no logré influenciar a mis interlocutores, pero eso fue porque la conversación dio un giro inesperado cuando se me dijo que no debía "pontificar". Esa palabra me resonó fuerte. ¿Pontificar? ¿Acaso ofrecer un punto de vista informado y fundamentado es pontificar? Recordé que cuando una mujer habla desde el conocimiento, enfrenta barreras invisibles. No es escuchada con la misma legitimidad que un hombre. Si habla con contundencia no es experta, es mandona y respondona. Pero eso será tema de otra reflexión. Por ahora concluiré que nos urge avanzar en entender de manera profunda que el éxito no es solo financiero y que debemos construir una ecuación social y personal que equilibre el ser y el tener.
Más allá de lo financiero
Patricia Rincón Mazo
El éxito no solo se mide en cifras; también se mide en bienestar, en paz mental, en relaciones saludables, en calidad de vida. Si bien el dinero es una medida tangible, también es cierto que esa visión es limitada y superficial.