Una compraventa que desnuda a un gobierno
"Acá no hay espacio para las equivocaciones", sentenció esta semana, rotundo, el Presidente Boric, al inaugurar obras en el Biobío
"Acá no hay espacio para las equivocaciones", sentenció esta semana, rotundo, el Presidente Boric, al inaugurar obras en el Biobío. Una ironía -o un mal chiste, dirían los más críticos-, en momentos en que su gobierno no logra deshacer el inmenso entuerto que generó con la fallida compra de la residencia del expresidente Allende. Una operación que involucró al menos a tres ministerios y al propio gabinete del mandatario, todos incapaces de advertir la explícita prohibición constitucional que la impedía, y que hoy tiene a los equipos asesores debatiendo cómo deshacer lo obrado.
En el camino, se desató el enojo del PC y, especialmente, del PS. No solo por involucrar un nombre que pertenece al patrimonio simbólico de la izquierda, sino además por poner en entredicho a una ministra de sus filas (la titular de Defensa, nieta del exmandatario) y dejar, casi al término de su carrera política, a la senadora Isabel Allende -otra figura emblemática del socialismo- enfrentada a una solicitud de inhabilitación que deberá resolver el Tribunal Constitucional. Toda una metáfora de una administración que -cual si se tratara de dirigentes estudiantiles- parece a veces seguir entendiendo la acción de gobierno como un ejercicio retórico, donde la prolijidad en el diseño de las políticas y su correcta ejecución serían cuestión apenas secundaria.
En efecto, si el tema de la fallida adquisición ha marcado este inicio del año, no es por los montos envueltos (significativos, pero muy menores dentro del presupuesto nacional) y ni siquiera por la eventual polémica que la decisión misma pudiere legítimamente generar. Lo verdaderamente relevante es lo que esta situación revela del Gobierno. Y es que puede resultar a estas alturas una obviedad hablar de las deficiencias que ha mostrado esta administración al gestionar el Estado. Más aún, hasta cierto punto, ello es entendible tratándose de autoridades que han debido modificar radicalmente sus planes y adecuarlos a las prioridades que les han impuesto la ciudadanía y la propia realidad del país: sin ser una justificación, pueden comprenderse las dificultades en hacerse cargo de la seguridad pública o en impulsar el crecimiento por parte de quienes en su programa pasaban casi por alto estas materias.
Pero lo que este caso desnuda es la incapacidad para llevar adecuadamente a cabo iniciativas nacidas en el seno mismo del Gobierno y que este se ha autoimpuesto priorizar. En esas condiciones, se hubiera esperado que la operación tuviera al menos una ejecución técnica impecable, como la tuvieron, por ejemplo, el Centro Cultural La Moneda, en el gobierno de Ricardo Lagos, o el Museo de la Memoria, en la primera administración de Michelle Bachelet. Lejos de eso, esta fallida compra apenas ha servido para que un ministerio del que tradicionalmente poco se sabe, como es Bienes Nacionales, haya pasado a ocupar los titulares de la prensa por el rol jugado y porque se decidió hacer valer la responsabilidad política en la ministra que lo encabezaba.
No es, por cierto, la primera vez que un asunto en que el Presidente Boric se ha comprometido personalmente termina en una autoinferida crisis. El ejemplo mayor fue el de los indultos a los "presos de la revuelta". Como entonces, ahora, otra vez, el mandatario aparece no habiendo ponderado antecedentes legales básicos antes de firmar un decreto; en este caso, el que autorizó la compra.
A la luz de ello, la pregunta surge inevitable: si hay incapacidad para abordar adecuadamente asuntos que comprometen tan íntimamente al gobernante y sus convicciones, ¿qué se puede esperar en el resto de las materias? Y si una simple compraventa termina en un gran desaguisado jurídico, ¿qué queda para temáticas infinitamente más complejas de gestionar, desde los cambios al financiamiento universitario hasta la reforma al sistema de pensiones?
Responsabilidad opositoraRenovación Nacional se transformó ayer en el primer partido en proclamar a Evelyn Matthei como su candidata presidencial. Con una trayectoria de décadas y una capacidad mostrada en las más diversas responsabilidades públicas, encarna la expectativa de una profunda corrección de la forma en que se ha gestionado el Estado estos últimos años y del rumbo que se ha pretendido imponerle al país. Su intervención ante los consejeros de RN sintetizó aquello, pero además llamó la atención por su tono realista, comprometido en recuperar el manejo riguroso de los asuntos públicos.
Días antes, el Partido Republicano, a su vez, había proclamado a José Antonio Kast, anticipando que la oposición enfrentará con más de un candidato los comicios de noviembre. Esto ya ha ocurrido antes, pero, en las difíciles circunstancias actuales, impone una especial responsabilidad para quienes buscan ofrecerle una necesaria alternativa al país. La reciente elección de gobernadores, en que la falta de una adecuada coordinación estratégica impidió a la oposición desplazar al oficialismo en distintas regiones, debiera ser asumida como una dura enseñanza por todo el sector.