Sábado, 18 de Enero de 2025

Myriam Gleijer, la actriz de vitalidad envidiable que salió de todo, hasta del encierro, por su amor al teatro

UruguayEl País, Uruguay 18 de enero de 2025

La reconocida actriz uruguaya estrena "Las dos en punto" y habla con El País de la obra sobre dos hermanas de Santiago de Compostela, de su historia y de haber sido reconocida como Ciudadana Ilustre.

Pasaron apenas dos semanas del 2025 y la cartelera teatral tiene efervescencia de espectáculos y estrenos. Un momento atípico para el teatro uruguayo pero vitalizado gracias a ciclos como Montevideo de las artes, reposiciones pero también estrenos como Las dos en punto que protagonizan Myriam Gleijer y Alicia Alfonso, y dirige Graciela Escuder en El Galpón. Funciones sábados y domingo, entradas en Redtickets a 600 pesos.

Las actrices interpretan a las hermanas Maruxa y Coralia Fandiño Ricart, conocidas como Las dos Marías, quienes vivieron en Santiago de Compostela y se convirtieron en ícono de resistencia y ejemplo de las vejaciones del franquismo. En 1994 se instaló una estatua de ellas, creada por el escultor vasco César Lombera, en el parque de la Alameda. Allí, donde solían sentarse todos los días, a las dos de la tarde.


"En una época donde las mujeres se vestían de gris, porque no era una época colorida ni alegre, y Santiago de Compostela tampoco es muy colorida que digamos, ellas se vestían con colores fuertes. Era su forma de rebeldía, con las ropas que le regalaba la gente. Se ponían colores, se pintarrajeaban la cara, y salían a las dos de la tarde rebelándose frente a todo el encierro que habían tenido", comenta Gleijer, en su casa a El País, previo al estreno.


La actriz, integrante de una familia de artistas (sus padres eran actores amateur en su Polonia natal, su hermana y sobrina son las actrices Adela Gleijer y Andrea Tenuta y su hijo es profesor de actuación), se formó en la escuela de El Galpón, y entiende que en estos años de carrera, ha hecho de todo. Gracias más de medio centenar de obras (dejó de contar cuando llegó a las 70) en comedias musicales, dramas, comedias y espectáculos para niños, Gleijer recibió tres premios Florencio, y la distinción de Ciudadana Ilustre de Montevideo. La placa, como las estatuillas, se encuentra en su living, rodeada de libros, plantas, fotos y recuerdos de una carrera en la que no faltó nada, y que se encuentra muy activa.

Gleijer tiene una vitalidad envidiable y ojos celestes muy vivaces. Se para a cada rato para mostrar alguna foto de su casa, usa el celular como una adolescente y cuando no está actuando, dice, ve las obras de sus colegas. Está atenta a todo lo que pasa en la cartelera y elogia que Las dos en punto sea una obra con fuerte presencia femenina.

La autora es Esther Carrodeguas, la dirige Graciela Escuder, la asistente de dirección es Nadina González Miranda, el diseño de producción y vestuario son de Aída Sanz, y la iluminación, de Larisa Erganian.


La obra, una ficción que se basa en hechos reales, muestra a esas mujeres paseando por la plaza, así como los recuerdos de los secuestros, torturas y humillaciones que sufrieron. "Fueron mujeres que perdieron todo, no trabajaban porque la gente no se animaba a darles trabajo y pasaban hambre, pero la gente con solidaridad escondida, les ponía un platito de comida, les daba un abrigo", comenta Gleijer.

Siempre esos gobiernos de terror tienen resistencia de la gente común.
Sí, en cualquier ámbito. La obra es en Galicia, pero ocurre en cualquier lugar y periodo de dictadura y represión. Es lo mismo.

Vos lo viviste en carne propia.
Sí, yo estuve en la cárcel. Los compañeros de El Galpón se pudieron ir, pero mi exmarido (Luis Fourcade) y yo, no. Yo estuve presa un año y medio, y mi exmarido, cinco años. Todo por haber sido parte del Teatro El Galpón y por haberle dado de comer a un dirigente sindical. No tenía ni dónde comer y le dimos un plato en casa. Entonces yo quedé por "asistencia a la asociación", y me dieron 24 meses. Estuve un año y medio y mi ex marido por "asociación para deliquir", por haber sido sindicalista y pertenecer a un partido, lo que era legal, hasta que dejó de serlo.

¿Sentís que esta obra tiene que ver con el desamparo, de esas mujeres como tantas otras, ante el terror?
Sí, pero además tiene que ver con la solidaridad de la gente, y con las personas desamparadas en la calle. Porque las mujeres de la obra quedaron en la calle. Estuvieron 10 años encerradas, inventaron que estaban locas para que las dejaran en paz y terminaron volviéndose locas en serio. Porque tienen momentos de lucidez que se mezclan recuerdos y angustias. Son personajes riquísimos, porque de repente salen a la calle a pasear y a coquetear. Le guiñan a los estudiantes, por todo lo que habían perdido y nunca pudieron vivir.


Igualmente, es una obra donde el drama se mezcla con la comedia.
Sí, tiene humor, tiene música, porque de repente aparece la música, o nos ponemos a cantar a capella canciones de de la guerra civil española.

En la obra estas hermanas sueñan con ver el mar, como ese anhelo incumplido. ¿A vos te ha quedado algún pendiente?
En teatro no tengo pendientes. Hice de todo, y no puedo dejar de hacer teatro.

¿Y hay alguna obra en la que hayas salido de tu zona de confort?
Sí, Bakunin Sauna. Me encantó hacerla porque era una locura. Hacía de una anarquista en un sauna, tapada con una toalla y estaba toda tatuada y con un penacho pelirrojo. Además corría de acá para allá.

Con tanta historia vivida, ¿hay alguna clave para esta vitalidad?
Tengo mucha pulsión de vida. Frente a cualquier avatar, salgo. Salí de la cárcel y mi entonces marido seguía preso, y fui a hacer teatro. Trabajé en todos los lugares donde me llamaron para trabajar, prácticamente todos los teatros de Montevideo.

Pero siempre muy vinculada al Galpón.
Sí, hice la escuela de El Galpón, y soy integrante desde siempre, aunque también trabajé en El tinglado, El notariado, La máscara, y en El circular muchísimos años. También en el Victoria y me debo de olvidar de algunos, porque fueron muchas compañías y muchos elencos.

¿Y hay alguna obra que te marcó?
Hay muchas. Libertad, Libertad fue un espectáculo emblemático para mí. Se estrenó con las Medidas Prontas de Seguridad, y en parte cuando me llevaron fue para preguntarme por Libertad, libertad. Me decían: "¿cómo se va a hablar de la libertad? Es subversivo". Después Cabaret Bretch, que tenía 20 canciones y una orquesta de 5 músicos en El circular. Eso fue hermoso.


 Sos parte de una generación que trabajó con grandes directores como Jorge Curi, y Nelly Goitiño. ¿Qué se mantiene de lo aprendido de esa gente?
Trabajar con Nelly Goitiño fue maravilloso. Era de una profundidad impresionante, te hacía trabajar todas las capas: las de la memoria interna, de la memoria presente, y de la visualización hacia futuro. También trabajé con David Hammond en Panorama desde el puente de Arthur Miller, que era el coach de Robin Williams y William Hurt, toda esa gente. También me acuerdo de César Campodónico, de Aderbal Freire-Filho, de María Azambuya, Juan Carlos Moretti.

¿Se ha perdido esa mirada que había antes del teatro?
Es distinta, porque todo muta. Los jóvenes han cambiado, y me encanta trabajar con jóvenes.

El año pasado te dieron la distinción de Ciudadana Ilustre. Montevideana sos, ¿te sentís ilustre?
Ciudadana soy, sí (se ríe). Lo de ilustre no me lo imaginé, pero es un mimo al alma. Fue divino que dieran la distinción a cuatro personas del teatro independiente, y a cuatro entrañables compañeros: Jorge Denevi, Osvaldo Reyno, Gloria Demassi y yo. Eso fue más lindo todavía, porque fue en nombre de uno a todo el teatro independiente, y al duro y gozoso trabajo del actor independiente. Porque uno opta por hacer esto, con un amor profundo al ser humano y al teatro como modo de comunicar las conductas humanas para que el público pueda emocionarse y razonar sobre lo que quiere del mundo y de la vida.

¿Es sacrificada la vida del actor de teatro independiente?
Y, salvo los que trabajan en la Comedia Nacional, uno tiene que trabajar de otras cosas para vivir. Pero de alguna manera, uno se siente realizado haciendo esto. Además, es una tarea de conjunto, colectiva donde hace que la parte de divismo que los actores, de alguna manera se balancee, porque es un arte colectivo. No es una lucha para que yo esté mejor, porque si el otro no está bien, vos no estás bien. Porque el teatro es una ida y vuelta.

Esa pasión te mantiene joven.
Sumamente joven. Amo la vida y de alguna manera me mantengo así de vital por la alegría de vivir, a pesar de los avatares de la vida. Hago esto que me da felicidad, y me siento acompañada y protegida.

Decías que hay que trabajar de otra cosa. ¿Qué hiciste?
Trabajé en infinidad de cosas. Mucho tiempo fui secretaria de la ORT, hasta que me llevaron presa y se acabó eso. Después ya no podía tener un trabajo fijo porque no me daban la posibilidad, tenía la letra C por haber estado presa. E hice de todo lo que se te ocurra, porque tenía un hijo. Salí a vender ollas Essen, iba cargando esas ollas pesadas y cocinando en las casas para mostrar. Vendí ropa para niños y cargaba con un bolso. Después me dediqué a dar clases a pacientes con distintas dolencias. Preparé un proyecto de estimulación de salud con técnicas teatrales y tenía un grupo de 12 veteranos, hombres y mujeres. Trabajaba la memoria con poemas y canciones, hacíamos cambios de roles. Fue un trabajo muy lindo. Y más adelante recorrí el país supervisando talleres con Graciela Escuder.

A todo esto, ya estrenás, ¿cómo sigue tu año?
Ahora empiezo a ensayar otra obra. También he hecho algo en cine, y tengo otra cosa para abril.

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