Millonarios y el pecado capital
Editora de Futbolred jennygameza
Análisis Jenny Gámez
Gemían en las tribunas y en las redes sociales: ¡fuera Gamero! Y se fue, se ganó el derecho a decidir cuándo y cómo dar un paso al costado y dejó tres títulos
Editora de Futbolred jennygameza
Análisis Jenny Gámez
Gemían en las tribunas y en las redes sociales: ¡fuera Gamero! Y se fue, se ganó el derecho a decidir cuándo y cómo dar un paso al costado y dejó tres títulos. Poco para cinco años de estabilidad laboral, pero esa es otra discusión. Y llegó David González y ya hay ‘valientes del sofá’ que le reclaman lo mismo que al samario: ¡cómo no exige refuerzos! Esa discusión es amplia y empieza por establecer qué es realmente un refuerzo: es un jugador que resuelve una carencia que se haya detectado como crónica y que además, en el transcurso, aporta algo que no es cien por ciento de su resorte pero suma al grupo. Si uno de esos objetivos se incumple, entonces será una incorporación, no un refuerzo. Y de eso último, aunque el hincha no quiera aceptarlo, se puede prescindir. Millonarios, en la administración anterior, encontró siempre el refuerzo a costo cero y dentro de sus linderos: fue a la cantera y aparecieron Andrés Llinás, Ricardo Rosales, Stiven Vega, recientemente Jhoan Hernández, Nicolás Arévalo, Luis Paredes, incluso Jader Valencia, aunque viniera del Bogotá FC. ¿Todos con perfil de incorporación? Sí, pero sin incurrir en gastos. Y cuando quiso opciones en ataque, de esas que a otros clubes les costaron fortunas, se encontró una mina: Emerson Rivaldo Rodríguez, Óscar Cortés, Andrés Gómez y más recientemente a Beckham David Castro (nunca nos contaron qué pecado mortal cometió para que Gamero, su descubridor, lo condenara a salir del club después de ser figura) fueron utilizados y después vendidos, dejando en las arcas cerca de 15 millones de euros, mal contados. Ahí está la ‘milla de más’, aunque solo les sume a los dueños. ¿El mismo vía crucis? ¿Qué sucede ahora? Que se agotó la guaca. Y el club salió a gastar porque se dejó acorralar y creyó que ahora sí la fórmula era gastar a manos llenas: llegaron Radamel Falcao García, Jhon Emerson Córdoba, Juan José Ramírez, Jovani Welch, Félix Charrupí, Daniel Mantilla, Sergio Mosquera, Kevin Palacios e Iván Arboleda. Salvo Mosquera y Arboleda, por todos pagó. Solo el Tigre consumió, con patrocinios y todo, el presupuesto de varias temporadas. ¿Y qué ganó Millonarios? Nada. Ni siquiera clasificó a Copa Libertadores, que era el objetivo. Y eso que todos llegaron como refuerzos, unos campeones, otros revelación de la Liga, otros grandes promesas. Córdoba, el que más jugó, hizo 5 goles en 25 partidos, los mismos que Falcao en 16, porque sufrió, otra vez, el rigor de las lesiones; ni Welch ni Charrupí destronaron a los Giraldo, Vega o Pereira; el Choclo, Palacios y Mantilla han sido ‘flor de un día’, tal como se temía, y, de hecho, el más joven fue el primer descarte del año; y a Arboleda le hicieron 4 goles en 6 partidos, es decir que Montero, como antes, no tiene competencia interna. ¿Necesitaba esos refuerzos? Absolutamente sí. Pero por una u otra razón no tuvo los resultados de Atlético Nacional, que armó primero un proyecto y después le puso el DT y así fue campeón, y se ahorró más dinero que Junior en jugadores que difícilmente rinden en Barranquilla. Porque al final no es solo gastar, sino administrar. Por eso no es descabellado que González admita que no pedirá más de dos o tres refuerzos. El equipo que tiene carecerá de extremos y le hará falta un lateral, pero línea por línea tiene materia prima para competir en este medio local y en lo que pueda arañar en Copa Sudamericana. Errar otra vez es terquedad. Gastar para impresionar es caer en el séptimo pecado capital, la gula.