Desde el comienzo de su gestión la cantante trabajó en la accesibilidad. Ahora, el Solís recibió los primeros chalecos vibratorios para personas con sordera y es el primero en Sudamérica en incorporar esta tecnología.
Es algún día a comienzos de mayo de 2009 y Malena Muyala está por presentarse en la sala principal del Teatro Solís. Cantará, más o menos, 18 canciones de sus discos anteriores, presentará algunas nuevas y grabará un disco en vivo que se llamará Malena Muyala en el Solís. Antes de salir al escenario le hacen una entrevista y ella dice algo así: "Hay que recorrer un largo camino para llegar al Teatro Solís".
Hoy, un día a fines de enero de 2025, sentada en una oficina en la que hay un escritorio, una foto inmensa del frente del teatro, una mesa vacía y una ventana que mira hacia la calle Reconquista, la directora del Solís dice: "En ese momento veía lo veía como un lugar consagratorio, de culminación. Hoy tengo una visión muy distinta. Considero que nadie tiene que subir una montaña para llegar al Teatro Solís. Como teatro público tiene que tener la mirada de sostener una calidad artística, pero también tiene que ser un lugar de sostén, de soporte, de compañía para el colectivo artístico independiente, y tiene que estar cerca de la gente, ser para la gente".
Dice así, la "gente", pero se refiere a esto: a las personas que frecuentan los teatros y las salas, a las que tiene el hábito y los medios para ir a conciertos, a los estrenos de la Comedia Nacional, pero, también, a las que están en los bordes. "Hay que empezar a pensar en las orillas, no en el núcleo que a veces vemos como 'la sociedad', como la ciudadana o el ciudadano modelo. Tenemos un espectro muy grande de gente, muy heterogéneo. De hecho, somos una cultura creada en ese crisol, en esa diversidad. Tenemos un Teatro Solís que desde el momento en el que lo compra la Intendencia de Montevideo NdR: nació por iniciativa privada en 1856 y en 1937 es adquirido por la Intendencia pasa a ser un teatro público, entonces es un teatro que sí o sí tiene que ser de la gente".
Tal vez en esas ideas trabajar en un teatro que pueda mantener la calidad artística y al mismo tiempo estar cerca de los artistas y de la gente se puedan resumir los cuatro años de gestión de la cantante y compositora al frente de la dirección del Teatro Solís desde 2020.
Si tiene que nombrarlo, ponerle un nombre a lo que ha buscado, Muyala habla de un "teatro de convivencia". Prefiere enunciar en esos términos en vez de decir inclusión. Cree que en esa palabra necesariamente hay un a relación de poder: alguien que puede incluir y alguien que tiene que ser incluido.
"Todo convivió en el teatro. Siguió existiendo lo que ya existía, como la lírica, que tuvo tres títulos por año, los elencos estables tan poderosos que tiene el Solís la Comedia Nacional, la Banda Sinfónica y la Orquesta Filarmónica de Montevideo tuvieron mayor cantidad de programación y una mayor exposición, pero, al mismo tiempo, trabajamos mucho con los colectivos independientes. Esa era la impronta que yo le quería dar, porque vengo de ahí. Y, además, trabajamos en tener más apertura, con ejes como Somos, que tiene que ver con la diversidad y accesibilidad, Recrea, que piensa en las infancias, Nosotras, que tiene que ver con mujeres y disidencias, y Enciende, que trabaja con jóvenes".
Con esas bases fue que, en 2022, Muyala se contactó con la empresa francesa Timmpi a través de un uruguayo que trabaja allí, Andrés Prunell, para trabajar en un acuerdo y así traer al Solís tecnologías inclusivas y accesibles.
A comienzos de este año llegaron los primeros chalecos vibratorios para personas con sordera e hipoacusia y el Solís se convirtió en el primer teatro de América del Sur en incorporar este tipo de tecnología. Se trata de dispositivos inalámbricos que permiten que las personas sientan en su cuerpo las vibraciones del sonido con el fin de que puedan acercarse todo lo posible el universo de sonido de los espectáculos.
Antes de adquirirlos hicieron un testeo. Invitaron a personas con sordera e hipoacusia al teatro, conectaron los chalecos, se los pusieron y les pidieron que eligieran canciones. Alguien que había vivido en el exilio pidió un tema de Alfredo Zitarrosa. "Fue una experiencia muy profunda, porque ella pudo sentir en su cuerpo la canción, sintió cómo vibraba, fue algo muy emotivo", dice Muyala.
El próximo paso en esa misma dirección es la llegada de otros dispositivos que permitan ampliar la experiencia: las cápsulas y los respaldares. El primero se trata de un dispositivo que puede ser colocado en lugares específicos del teatro, como en los palcos, y hace que toda la estructura vibre con el sonido. El segundo funciona de forma similar, pero se coloca en el respaldo de las butacas. La idea, explica, es que no sean experiencias tan personalizadas, sino que cualquiera pueda acceder a esas tecnologías.
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Cuando en 2020 Carolina Cosse llamó a Malena Muyala para proponerle la dirección general del Solís le dijo que tenía una fuerte convicción de que tenía que ser ella. Muyala no preguntó por qué -después vio que en una entrevista Cosse hablaba de su capacidad de trabajo y de su lugar de artista referente- le dijo que le parecía una idea maravillosa, pero que necesitaba pensarlo. Una vez que aceptó le pidió un tiempo para probarse. Año a año hizo un informe de lo que habían conseguido, de lo que quedaba pendiente, de cómo lo estaban haciendo.
De esa manera yendo despacio, avanzando con firmeza llegó hasta hoy, o hasta el final de su gestión, que terminará algún día de julio de 2025.
"Desde el principio estuve muy arriba de la parte administrativa. La gente puede imaginar que dirigir el Teatro Solís es algo artístico, pero es una dirección general que tiene que ver con lo administrativo, con la vinculación con los elencos estables, con el Departamento de Cultura, con la Intendencia de Montevideo, se articula mucha cosa. Y lentamente fui teniendo la autocrítica y la revisión personal de ver si yo podía seguir haciéndolo. Y así fui dando pasos, pasando por momentos muy gratificantes y por momentos muy tormentosos, pero asumiendo que era parte del rol".
¿Qué fue lo más gratificante de haber pasado por acá? A nivel puramente personal tiene que ver con un enorme desafío, con el animarme a algo que podía salir bien o salir más o menos. Y también con ir encontrando dentro de mí las fortalezas y la calma para ir llevándolo. Y otra cosa hermosa que me llevo son los vínculos, cómo fuimos creando un ámbito de trabajo basado en lo humano, en lo vincular, que era algo que yo desde el inicio sentí que teníamos que trabajar mucho en el Solís, sentí que teníamos que formar un equipo y eso se fue logrando de a poco.
¿Y lo más difícil? Hay algo que no solo me lo trajo el teatro, sino que la propia vida y que no es de un libro de autoayuda ni nada parecido, es real: hay que trabajar mucho el ego. El ego se resiente mucho en lugares de mucha exposición, cuando hay críticas, cuando sabés que hay un espectro de decisiones que tenes que tomar que tienen que ser contundentes y que tenés que poder sostener. Trabajar eso, el sentir realmente que había un montón de cosas que ya no tenían que ver con Malena Muyala persona sino con el rol de directora del teatro, generar una entereza desde ese lugar, fue difícil. Como yo era niña iba a mi abuelo con cuentos y problemas y él me decía: "Siga, amiguita, siga". Hay que tener incorporado ese "siga, amiguita, siga", hay que tener presente cuál es tu objetivo, a dónde querés llegar, cuáles son las cosas realmente importantes. Al final no te estoy hablando de lo más difícil, sino de algo lindo, de cómo poder transformar las cosas negativas y las vicisitudes de este tipo de tareas en fortalezas. Y ahora, al cierre de la gestión, siento que me voy más fuerte, más frágil, más asumida en mi fragilidad, y mucho más humilde.
La primera imagen es esta: Malena Muyala tiene 18 años y viaja junto a su padre desde San José, la ciudad en la que nació, a Montevideo. Compraron entradas para ver a Osvaldo Pugliese en el Teatro Solís, el artista del que su padre era fanático y que escuchaban juntos desde que ella tenía tres, cuatro.
Cuando entra a la sala principal del Solís le parece que todo eso las luces, el techo, la araña, las butacas, el escenario es abrumador, magnífico y enorme al mismo tiempo. No sabe, esa chica de 18 años que compara a ese teatro con el Macció de su ciudad, que esa es la primera de tantas, tantas, tantas veces que estará allí.
Muchos años después Muyala acaba de asumir la dirección del Solís, el lugar en el que ya cantó tantas veces. Es 2020 y una pandemia hace que todos los teatros estén cerrados. Ella aprovecha ese tiempo tranquilo para conocerlo, para recorrerlo. Y todos los días, cuando llega a trabajar, va a la sala, se sienta y se queda un rato ahí. A veces canta, porque cree que el teatro necesita que suceda algo, que alguien ocupe todo ese vacío. Pero entonces una vez le pasa: que llega con la cabeza llena de cosas, entra a la sala y le parece que es chica. Después, todos los días que esté allí, trabajará para que lo cotidiano nunca más vuelva a interponerse entre ella y la forma en la que todavía hoy ve al Teatro Solís: como un lugar abrumador, magnífico, enorme.