Jueves, 30 de Enero de 2025

Una noche en un hostel: cuál es el perfil del nuevo mochilero extranjero que llega a Buenos Aires

ArgentinaLa Nación, Argentina 27 de enero de 2025

Liam Brady llegó al país desde Dublín El escenario: salón de usos múltiples (SUM) de un hostel moderno con vista panorámica al Cementerio de la Recoleta

Liam Brady llegó al país desde Dublín



El escenario: salón de usos múltiples (SUM) de un hostel moderno con vista panorámica al Cementerio de la Recoleta . La llegada coincide con la conferencia magistral y participativa: "El club del mate", donde los extranjeros aprenden a colocar la bombilla, remover la yerba, absorber el líquido caliente sin prejuicio. Se da la fresca camaradería del hostel (en este caso el Mons, de la esquina de Azcuénaga y Vicente López), el lento devenir de las horas francas, de una curiosidad esencial; y la ronda multilingüe en la que alguien tira al aire: "¿Mañana qué hacemos?", en hebreo o en francés, y se arma comunidad.

Tensión sexual en el ambiente, y mucho pelo mojado, olor a limpio concentrado, y risas arrojadas al "estar" perdiendo el tiempo entre birras ; gotitas de saliva que vuelan y una boca muy cercana de la otra, ya pasadas las doce de la noche. LA NACIÓN estuvo allí: junto a la pasión del globetrotter de interiores rebelado a las reglas del buen ser laborioso y productivo, parte de un nuevo movimiento turístico reducido que se declaró con la consolidación del "dólar barato" -como lo llaman ellos mismos, visitantes que siguen hablando maravillas de los paisajes y las costumbres de este país-.

Se acabaron los contingentes masivos ; "llega un turista muy informado -describen la coordinadora y la voluntaria del turno noche del hostel-. Saben cuánto valen las cosas y no van a pagar de más. Vienen advertidos sobre la inseguridad . Llega, mayoritariamente, turismo brasileño , aunque no tanto como el año pasado". Israel Abellán Moreno



Búnker top

Estamos en un "hostel top -siguen las chicas-, opuesto a los del tipo hippón . Los precios son económicos: está en una primera etapa, dándose a conocer. Es prolijo, hay orden, tiene buena ubicación". En la terraza que se vuelca sobre el cementerio, la luna cae y produce una avasallante vibración que cala en Israel Abellán Moreno -hispano-francés-, 37 años, a mitad final de un tour por América Latina que empezó en agosto. Felipe Oleques

"La Argentina está cara -asume-, más o menos como Chile. Depende de qué rubros. Esperaba que fuera más barata". El hostel le pareció una ganga: 15.000 pesos la plaza en la habitación compartida . Tema aparte: ha estado en centenas de habitaciones compartidas a lo largo de su vida. "No hay que ser muy delicado -se sincera; él no lo es-. Lo que te pasa más a menudo es gente que ronca". Ya se ha acostumbrado: ha dormido en 300 habitaciones compartidas. "Mi hermano también roncaba; es desagradable pero igual uno logra quedarse queda dormido. Otro drama es el típico borracho que llega en el medio de la noche y hace ruido, habla alto. Pero estamos en vacaciones; hay que tolerar".

Son espíritus nómades que lograron romper las cláusulas de la rutina; pocos -por lo general- se atreven a cortar su actividad rutinaria, repetida, por más de dos o tres semanas. Ellos llevan meses rotando por el continente. No aguantan en un mismo lugar; se aburren rápido. No toleran el trabajo estable, ni ver las mismas caras, ni el mismo bar; les hace falta novedad. Cada día van reservando una noche más en el hostel; aprendieron a valorar, y a extender sus estadías, ante lo realmente importante: que la ducha sea potente y abarcadora, que haya a disposición jabón y champú líquidos, o gel de ducha. Que no sean más de seis por habitación. Y que haya cortinas en las camas.

Contexto y recaudos

Desde que pisaron la Argentina, los mochileros que reparten la semana entre Patagonia y Buenos Aires, han gastado un promedio de 2000 dólares. Israel da testimonio sobre ello: "Fue una semana de Airbnb caros en Ushuaia y Bariloche; era temporada alta y con una chica. Nos hemos dado un gusto pero no prosperó la relación; éramos muy diferentes".

Se habían conocido por Instagram. Ella tenía su número de cuando se cruzaron azarosamente en Sídney. Australia los vio interesarse en el otro; se conocieron las caras en Buenos Aires. Habían decidido viajar a la Patagonia antes de verse en persona. Israel viene de una raigambre muy nómade; a los diez cambió de país de España a Francia, siguiendo a su madre. Justifica su vida viajando; quiere descubrir mundos, paisajes, gente. No le importa el qué dirán. "Me va a faltar vida para ver todo lo que hay por el mundo. Mi madre me pide: ‘Mujer e hijos’. Si viene, viene; si no, ¿qué va?". Catherina Agustin

Da gusto escucharlos amarnos, tan lejos de la denigrante autopercepción ajena a esa fama de arrogancia que nos hacen por el mundo hispano. Golpeados, los porteños del SUM escuchamos: "Pícaros poetas". "Amigos, fraternales". ¿Así que así éramos? Resuenan los ecos de Arlt y Baldomero cuando hablan del ser local: "Cómico y empático, inolvidable". Cubanos y argentinos, a la cabeza del mejor "chamuyo" continental; y de eso saben las bombas del Mons que comparten los coquetos cuartos con los varones sin que nadie se moquee: bienvenidos -los del SUM del hostel- al corazón de la generación Z , los nacidos y criados después de 2000, los de la adolescencia en pandemia, los estallados por la pantallita del celular, sobreestimulados, libres, desarraigados y digitales.

Jesús Martínez Robles (mujer nacida y criada en San Diego, California) viene de una familia mexicana migrante, y está cursando un programa de estudios en el extranjero, desde principios de enero. Graduada de la "prepa" en 2023, llegó a la universidad completamente becada por ser competitiva en lucha libre. Está de visita en el hostel, pero se hospeda en casa de una familia anfitriona, en el barrio de Belgrano. Es su primer viaje al extranjero; nunca antes había tomado un vuelo internacional.

Jesús notó precios altos en ropa y zapatos; "menos calidad y mucha importación". Tampoco está conforme con el rubro de la " pedicure " porteña. "Me quedaron burbujitas y el color no estaba bien distribuido. Yo soy muy perfeccionista. Como dice mi madre: si quieres que algo te salga bien, lo tienes que hacer tú sola. Es así". Marita, la señora mayor, jubilada, que la alberga, fue terminante desde el primer día: "Estamos en emergencia energética -le dijo-. Por favor desenchufe y use lo mínimo posible la luz". "Nada que ver con la actitud golosa del norteamericano, desde el desperdicio de la luz a las porciones super size -lo estudió siendo socióloga-. Aquí fui a El Preferido, en Palermo Soho. No estaba muy lleno. Nos sentamos afuera -sigue-. Se veía muy turístico y escuché muchos idiomas. Los precios son comparables a los de Estados Unidos, y la coordinadora del programa se disculpó porque no se había fijado. Pero las milanesas eran súpergruesas". Jesús Martínez Robles

De guías y rebaños

Los mochileros del hostel no se pueden olvidar fácilmente del bife de chorizo que se comieron al mediodía en la parrilla La Dorita, de Palermo Hollywood. Las luces del microcentro y el Bajo porteños se apagaron para siempre (eso parece), y la zona se vació de spanglish y de regateo en la peatonal cambista y la avenida de las cúpulas. Algunos persisten pero el grueso del rebaño adoctrinado por The Best Restaurants , Time Out y Lonely Planet se desplazó a los consagrados "por la crítica", en esa manzana cantada por Borges, "que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga".

Incluso ahí bajaron hace poco los precios, y se ofrece menú fijo en versiones cheapy . Pero ni aún así son competitivos con respecto al sur de Brasil, que convoca a multitudes, y concita la atención de los móviles. Es un hit -dicen ellos- la parrilla La Dorita; otro, la cafetería La panera rosa, en las que sigue habiendo fila de turistas; los que quedan, se concentran; rondan el mismo circuito en torno a la calle Thames, Palermo, y de ahí al Malba.

Catherina Agustin -otra estudiante de intercambio- cree pese a todo que Miami, de donde proviene, sigue siendo más cara que Buenos Aires. Antes de llegar creyó que esta era una sociedad snobbie , que se creía similar a "le parisien". Había escuchado decir que llegaba a la París de América Latina. "Pero la considero mejor -después de unos días de estadía porteña-. Cada calle tiene sus árboles. Ustedes aman la naturaleza".

Entre la mayoría de brasileños que se hospeda en el hostel, una gran porción es de estudiantes de medicina. Felipe Oleques, 28 años, vive en La Plata -en la ciudad está de paseo, el fin de semana- y estudia medicina. Mientras los argentinos viajan al sur de Brasil, Felipe vino hacia aquí. La Plata es un poco más barata que Buenos Aires, dice. A él le sigue cerrando su decisión: su facultad (Medicina, dentro de la Universidad Nacional de La Plata) es gratuita para extranjeros como él, a los que en su país la carrera le costaría dos millones de pesos argentinos (su equivalente) por mes. Carmine Pastore

Fieles visitantes

Felipe no consigue distinguir las nacionalidades habladas en español. Hoy con mil pesos -dice- se compra tres chocolatines. Con su equivalente, en Brasil, adquiere dos barras grandes. La fruta de allá es diversa y económica. Una salida con cena, en Brasil, regada por cerveza vale 40 o 50 reales, lo que da 9000 pesos. Lo más caro -para él- es el alquiler: amueblado, dos ambientes, en La Plata, a 400.000. Sin muebles, en Brasil se consigue, bien ubicado, a 170.000, con expensas aparte.

Liam Brady, de origen dublinés (Irlanda), permite visitar su pequeño rincón privado en la habitación compartida; abre la cortinita y está su cama prolijamente tendida, con una serie de objetos amigos, cables a sentimiento y utilidad, en el borde elevado de la cucheta. Liam tiene su micromundo en esa cornisa: agua mineral, tapones de gomaespuma para los oídos, unos alfajores y un limpiador de "lentillas". Lleva tres noches en el hostel y convive con un chico brasileño, en la cama contigua. Su viaje comenzó a principios de enero en Chile, y desde hace once días está en Buenos Aires. Parte de su interés en lo nacional tiene que ver con la intensa migración irlandesa que hubo hacia aquí a mediados del siglo XIX; la está rastreando.

En tanto, el simpático Carmine Pastore, de 32 años, huésped de Italia, está dando la vuelta a América del Sur, Brasil, Uruguay y acaba de llegar a la Argentina. "Yo no trabajo, viajo", dice con su desparpajo característico napolitano. "Era informático, para Microsoft, y pude ahorrar lo suficiente para viajar. No soy un nómade digital; yo no trabajo. Viví toda la vida entre Salerno y Nápoli. Convivía con una chica pero se terminó, como se terminó para mí el trabajo".

El mochilero hoy visitó Villa Fiorito ; llegó hasta ahí por indicación de Google Maps. Tomó el colectivo 28; el atractivo era llegar a la casa de Diego Maradona. El cuidador, una vez allí, le dijo: "¿Qué hacés acá?". "Me quiso cobrar 20.000. Pero me presenté como un fan de Maradona y el Nápoli, y terminamos siendo amigos. Se podría decir que estoy en la Argentina por Maradona. Maradona es mi dios".

Cuando la mitad duerme, la otra mitad se sube a un Uber o un Cabify -los medios más pedidos desde el hostel- "rumbo al boliche", esa excursión que lleva al extremo el olvidarse de lo cotidiano, y coronarlo en una pista espumosa y zumbante, en torno al eje de la Costanera Norte, al menos para estos que se hospedan en la Recoleta. A fin de cuentas, lo que los involucra se da una vez en la vida. Una "maldita birra sobrevaluada", o "un sándwich tres veces por encima que en Floripa" no los van a hacer desistir. El viaje sigue a cualquier precio. Según dicta la doctrina mochilera: "Hoy salmón y mañana, pan duro".
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