Jueves, 30 de Enero de 2025

El PLN, el PUSC y la política tradicional de nuevo frente al viejo reto: luchar contra sus propias marcas

Costa RicaLa Nación, Costa Rica 30 de enero de 2025

Una población hastiada del establishment votará de nuevo en 2026 y los partidos tradicionales como el PLN y el PUSC, viejos abanderados de la política costarricense, se enfrentan al reto de ofrecer una imagen renovada, reformista y creíble.

Los partidos políticos tradicionales de la política costarricense —Liberación Nacional (PLN) y la Unidad Social Cristiana (PUSC)— apenas inician sus procesos internos para definir sus candidatos presidenciales de cara al 2026: el inicio de un camino en el que se enfrentarán de nuevo al mismo reto: batallar contra sus propias marcas, dañadas y en franco deterioro desde hace ya varios años.

Dicho deterioro coincide con una población hastiada y que busca un "cambio" que se le resiste. Es una insatisfacción que se ha visto plasmada en los resultados de los comicios más recientes, en los que han ganado propuestas con discursos contrarios a "la vieja política" y en los que las agrupaciones históricas, tanto liberacionistas como socialcristianos, han recibido golpe tras golpe.

El voto anti establishment o por el "cambio" fue el que elevó y finalmente llevó al poder al Partido Acción Ciudadana (PAC) en 2014. Más tarde, también, fue el que elevó la campaña del actual presidente, Rodrigo Chaves, quien obtuvo el respaldo popular y ha logrado mantenerlo con un discurso encendido en contra de las clases políticas y económicas dominantes que, según él, siguen representadas en los partidos tradicionales y evitan la prosperidad de la mayoría.

En medio de este escenario, los partidos tradicionales se enfrentan a la obligación de reinventarse y presentarse como "renovados" de una manera creíble para el electorado: una tarea en la que han fallado una y otra vez en las últimas elecciones y que, de seguir malogrando, pone en peligro su continuidad.

La magnitud del reto

El desgaste de los partidos tradicionales se debe ligar al malestar de la población con sus condiciones de vida. Costa Rica es uno de los países más desiguales del mundo y en los últimos años ha visto cómo se deterioran las condiciones en campos críticos como la educación, la salud y la seguridad públicas.

Gran parte de las culpas han recaído en las agrupaciones políticas tradicionales: un fenómeno que además crece y se hace más virulento conforme el deterioro se agrava.

Ronald Alfaro, politólogo del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (UCR), visualiza la erosión de los partidos políticos tradicionales como una tendencia de diversos países de América Latina, pero que en Costa Rica ha sido "lenta y progresiva". Justo por esas condiciones, considera que las elecciones de 2026 serán "clave".

"Tienen que reinventarse, y reinventarse no es tan fácil en este escenario", observó.

Parte de esa renovación —aunque no totalmente— dependerá de las figuras que decidan impulsar como candidatos o candidatas presidenciales, y de cuál sea su discurso.

La politóloga Carolina Ovares Sánchez, del Observatorio del Desarrollo de la UCR, consideró que las candidaturas que asuman posiciones "más pro defensa del statu quo o del establishment" son las que "llevan las de perder".

Esta es una opinión con la que coincide Alfaro, quien añadió que también podrían fracasar aquellas posibles candidaturas de personajes políticos demasiado conocidos o que llevan mucho tiempo aspirando por puestos de poder en los últimos años.

En otras palabras, los partidos tradicionales requieren caras nuevas y reformistas, cuyas posturas sean lo suficientemente creíbles para calar en el electorado.

Hasta esta segunda semana de enero, se conocían siete posibles precandidatos en el PLN y dos en el PUSC.

En Liberación Nacional aspiran por colocarse en la papeleta presidencial los diputados Gilberth Jiménez y Carolina Delgado, y el exministro Enrique Castillo. También lo hacen el economista Marvin Taylor, el ex superintendente de Pensiones y expresidente de la Caja, Álvaro Ramos, la abogada Viviam Quesada, y el empresario Osvaldo Villalobos. En la Unidad, por otra parte, el expresidente del Partido, Juan Carlos Hidalgo, ya confirmó sus aspiraciones y se espera que pronto lo haga también el diputado Leslye Bojorges.

Aún es una incógnita cuál será el resultado de esos procesos internos y, más aún, cuál sea la intensidad de renovación inspiren las figuras que finalmente elija cada agrupación.

Sin embargo, los contendientes al menos no han sido candidatos o precandidatos en procesos recientes, y esa ya es una diferencia en comparación con elecciones internas recientes, al menos en el caso del PLN.

Ovares opina que el reto es grande para los dos partidos tradicionales, pero principalmente para el PLN, que es la agrupación política más longeva del país y que ha gobernado por más tiempo.

"Ellos son la cara o la etiqueta del establishment y separarse de eso es muy difícil", dijo. "Posiblemente vean un camino en la defensa de la democracia, diciendo que la otra opción (el gobierno) está en contra de ella; pero habría que ver qué tanto ese sea un mensaje que movilice al electorado. La Unidad también tiene esa dificultad, pero ha demostrado ser más anuente a las negociaciones, las coaliciones y las alianzas, aunque sean informales".

El PUSC, además, lleva más años en busca de volver al poder y de refrescar su imagen. La última vez que gobernó fue entre 2002 y 2006, período en el que surgieron escándalos relacionados con los expresidentes Miguel Ángel Rodríguez y Rafael Ángel Calderón. Desde entonces han pasado casi 20 años.

En tanto, el PLN ganó por última vez las elecciones en 2010 y dejó de gobernar en 2014, hace una decena.

Otros partidos

En cuanto a otros partidos con cierto recorrido político, la situación es relativamente similar. Conforme más puedan ligarse con la política tradicional, más complejo es su reto.

Ese es el caso del PAC, por ejemplo, que rompió el dominio del bipartidismo con la promesa de una transformación política, económica y social; pero que no logró concretarla. Más bien vivió ocho años de desgaste político hasta el punto de caer en desgracia y ser borrado de los principales puestos de representación a nivel nacional.

La exprimera dama Claudia Dobles es la única figura de peso que ha manifestado sus intenciones de buscar una candidatura con el partido rojiamarillo, hasta el momento.

Según Ovares, la situación podría ser relativamente mejor para el Frente Amplio (FA), que nunca ha gobernado y que ha mantenido un discurso consistente de apatía con los políticos de turno desde hace años.

"Si logra jugar bien la carta de que sí es oposición, pero también ha sido anti establishment, podría tenerla menos difícil", señaló.

Además del FA, están partidos recientes y con menos trayectoria como Nueva República (PNR) o el Liberal Progresista (PLP), presentes en el Congreso en la actualidad. Ellos, sin embargo, podrían ofrecer candidatos ya conocidos por el electorado como Fabricio Alvarado y Eliécer Feinzaig.

El oficialismo

El oficialismo, por otra parte, todavía carece de un partido político puntual para aspirar a mantenerse en el poder. A pesar de ser una carencia relevante, la jefa del gobierno en el Congreso, Pilar Cisneros, le ha restado importancia, diciendo que existen varios partidos políticos que se autodenominan "rodriguistas" (en alusión al presidente Rodrigo Chaves) y que seguramente podrían ser utilizados como un ‘taxi’ por el movimiento chavista en las próximas elecciones.

Si bien el presidente Chaves y su movimiento han gobernado ya por casi tres años, su administración se ha enfundado en un discurso que hasta cierto punto le ha permitido esquivar los reclamos de parte de esa población inconforme. Ese discurso, el mandatario culpa a actores de otros Poderes de la República y de otras instituciones que, según dice, tienen influencia de otras castas políticas.

El éxito de ese discurso quedó relativamente evidenciado en la última encuesta de opinión política del CIEP-UCR, publicada en noviembre pasado. En ella, hasta un 71% de la población dijo percibir que la corrupción ha empeorado en los últimos dos años; sin embargo, un 56% dijo pensar que el gobierno se esfuerza para combatirla. En otras palabras, la gran mayoría de la población ve un problema; pero no toda responsabiliza a Chaves o su administración.

Para Alfaro, sin embargo, el reto del oficialismo también es muy grande.

"Al gobierno le toca que encontrar una sucesión y en el caso de la oposición, es encontrar una figura retadora que arrebate ese control. Pero las dos cosas son muy complicadas, para ninguno de los dos es pan comido", concluyó.

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