Domingo, 02 de Febrero de 2025

Cenar con desconocidos: cómo es una noche en una app para "hacer amigos" a ciegas

ChileEl Mercurio, Chile 2 de febrero de 2025

Cada vez más personas optan por esta forma de conocer gente de manera presencial y dejar que el azar de un algoritmo decida.

Estoy nervioso. Salí de la estación de metro Manuel Montt y en cinco minutos llegaré a un restaurante para cenar con un grupo de desconocidos. Si tengo suerte, y el algoritmo de la aplicación funciona tan bien como dice, terminaré la noche con nuevos amigos. Y si no, al menos será un rato distinto en un restaurante que no conocía.
La cena es organizada por Timeleft, una aplicación que todos los miércoles propone estos encuentros en distintas zonas y locales del mundo. En Instagram hay otros eventos para conocer personas, como @trenzachile y @splanglish_party, pero esta app es internacional: en Android tiene más de 100.000 descargas y, según su página web , está presente en 65 países con 10.000 cenas mensuales. En Chile está disponible en Santiago, Viña del Mar y Concepción.
"¿Tus opiniones suelen ser guiadas por lógicas y hechos o por emociones y sentimientos?" o "¿Qué tan importante es tu familia?", son unas de las muchas preguntas que hace la aplicación antes de poder inscribirme en una cena. Supongo que son para afinar al algoritmo y que sea más sencillo juntarte con personas similares.
Un día antes, recibí algunos datos preliminares sobre mi grupo: 14% trabaja en el sector tecnológico, 43% en salud, 29% en arte y 14% en medios y redes sociales. Asumo que seremos al menos seis personas. También sé sus nacionalidades: 57% de Chile y 43% de Venezuela.
La mañana del miércoles finalmente se desbloqueó el nombre y la dirección del restaurante. Ese día le dije a algunos amigos que iría a probar la aplicación y solo una, Mariel, me contó que el año pasado fue a una de estas cenas en Bogotá.
Aunque con ninguno "hubo chispa para seguir saliendo", la pasó bien porque estuvo con personas "que no habría conocido en mi día a día". Solo por eso, dice, "ya lo recomiendo". Sus consejos me tranquilizan, pero sigo nervioso o, al menos, un poco ansioso. ¿Les caeré bien? ¿Serán simpáticos?
Sin expectativas
La cena comenzaba a las 20:00 y llegué puntual. Había dos mesas y en la mía ya estaban Vanessa y Cristóbal. Ella es profesora de Artes y él es médico. Minutos más tarde llega Santiago, que es web developer . Al rato tenemos que volver a presentarnos, por última vez, para recibir a Connie, que es psicóloga clínica.
"¿Cómo te llamas?", "¿A qué te dedicas?", "¿Habías venido antes a estos eventos?" son, inevitablemente, las primeras preguntas. Cristóbal y Santiago eran los expertos: ambos iban por tercera vez. El resto estaba en su primera cena.
Cristóbal dijo que antes le costó conectar con sus grupos. Según él, "no tenían muchas habilidades sociales y estuvieron usando mucho el teléfono". El algoritmo no funciona tan bien como parece, pensé.
Santiago, en cambio, había hecho un amigo con quien alguna vez hasta salió a carretear.
El resto venía "sin expectativas" y a probar una experiencia.
Desde una mirada social, estos encuentros responden a dos motivos, plantea el sociólogo de la U. Central, Daniel Sánchez: la hiperconexión digital y la soledad del mundo moderno. "En una aplicación de citas, yo espero gustarles a los otros. En una aplicación de cenas, espero caerles bien, no gustarles. Es menos exigente".
Sánchez agrega que "en esa reunión lo que importa es conversar respecto de quiénes somos, lo que hacemos, lo que nos gusta y si hay onda o hay algo que me relacione con alguien de ahí, fantástico, seguimos en contacto, pero la intención primaria es salir de la soledad".
Cuando llegó la comida, hubo un poco de silencio y Santiago propuso comenzar un "juego" de la app sobre preguntas para romper el hielo. Algunas eran muy básicas, como "qué te hizo sonreír hoy", y otras eran incómodas, como "mírense a los ojos y cuéntense algo de su día".
Después hubo preguntas más espontáneas sobre viajes, gustos musicales, series y temas más íntimos como el trabajo y por qué escogimos nuestras carreras.
En ese momento sentí que se estaba generando una conexión genuina, hasta que nos interrumpieron los de la mesa 1. Ya eran más de las 21 horas y la app anunciaba la próxima etapa de la noche: ir a un bar para conocer a todos los que estaban cenando en distintos restaurantes.
Antes de irnos quise contarles que iba a escribir un artículo.
A la mayoría le pareció divertido. Vanessa incluso jugó con que "sería famosa", pero Cristóbal no estuvo tan emocionado: "Tremendo plot twist (giro en la historia)", diría varias veces. Incluso, en algún punto, se negó a conversar porque "no era un experimento social", pero el resto le pidió que no se complicara.
Ampliar el círculo
Apenas bajamos del auto Cristóbal mejoró su humor. Dijo que ya había asimilado mi "confesión" y se entusiasmó tanto con mi tarea que me propuso un plan: hacer preguntas por mí para no "delatarme".
Entramos al bar, ubicado en Tobalaba, y el segundo piso era solo para nosotros. Éramos unas 30 personas y seguían llegando. Muchos nos presentamos y algunos se saludaban de encuentros pasados. En un par de minutos perdí de vista a casi toda mi mesa. Como estábamos de pie, la lógica era: "Conversa con alguien y si te aburres te cambias".
Mientras entraban al bar, noté que los grupos eran de edades similares. Los de la mesa 1 del restaurante llegaron muy unidos y felices.
"¿Se conocían de antes? Se ven muy amigos", le pregunté a una de ellos. Me dijo que no, pero que "el algoritmo funciona".
Paré la oreja y escuché que en un grupo de desconocidos estaban contando sus experiencias con la app . Uno de ellos, que se notaba muy cómodo, estaba por tercera vez. Aclaró que tenía pareja y que asistía porque era un buen panorama para hacer amigos y conocer gente nueva.
A su lado estaba otro compañero de su mesa. Le pregunté si era su primera vez. Era la sexta.
-¿Ah, y por qué tanto?
-No sé, me gusta, y todavía no me he topado con alguien que me haga dejar de venir -respondió.
Otra mujer, cercana a los 50 años, dijo que fue para ampliar el círculo porque sus amigas ya están casadas o con guaguas.
Después de unos 20 minutos escuchando esas historias, volví con mis compañeros y observé cómo todos retornaban a sus "equipos" iniciales. Vanessa lo comparó con una reunión de egresados: "Llegamos y nos saludamos, pero volvemos a nuestros amigos de confianza". Me reí, porque aunque acababa de conocerlos, me sentí identificado.
A las 23:30 horas ya había visto suficiente, así que me despedí de mis "amigos". El bar seguía lleno. Nos seguimos en Instagram y sugirieron hacer un grupo para volver a salir. Todavía eso no pasa. Solo he intercambiado mensajes con Vanessa, que me envió un pódcast y me dijo que cenaría de nuevo porque estaba suscrita por un mes.
En mi caso, la suscripción (que parte en $10.000) era para una sola salida. ¿Repetiría? Puede ser, pero con la idea de vivir una experiencia entretenida de la que, probablemente, no nazca una gran amistad.
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