Domingo, 09 de Febrero de 2025

A puerta cerrada

PerúEl Comercio, Perú 8 de febrero de 2025

Por Politóloga

Hace unos días, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, decidió transmitir en vivo una sesión de su Consejo de Ministros

Por Politóloga



Hace unos días, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, decidió transmitir en vivo una sesión de su Consejo de Ministros. Lo que pretendía ser un ejercicio inédito de transparencia se convirtió en una tragicomedia gubernamental: pugnas internas, desorden y un presidente desbordado por su propio Gabinete. La transmisión generó la reacción opuesta a la esperada por Petro: resultó en la renuncia de dos ministros. Quizás por eso la política real no suele transmitirse en vivo.





En el Perú, como en la mayoría de democracias, el Parlamento es y siempre será poco popular, en parte por su naturaleza tan visible. Cuando un congresista olvida apagar su micrófono y dice en plena sesión: ?Mi amor, un ratito, voy a votar, no me toques?, o cuando otra parlamentaria admite: ?Me quedé dormida?, todo el país es testigo. Cualquiera puede seguir, en vivo, buena parte del proceso de toma de decisiones del Congreso. Podemos ver horas de debate y, de paso, atestiguar sus momentos más, digamos, espontáneos.





El Ejecutivo, en cambio, goza del beneficio de la reserva. Su caos y maniobras internas permanecen fuera del alcance del público. Pero si, incluso operando fuera del escrutinio público y sin que sepamos exactamente cómo funciona por dentro, su desaprobación rivaliza con la del Congreso, ¿qué pasaría si viéramos su dinámica en tiempo real?





En política, hay espacios que deben mantenerse reservados. Ahí es donde se negocia, se planea estratégicamente y ?en el mejor de los casos? se gobierna. La transparencia es una piedra angular de la democracia, pero también puede ser un arma de doble filo. Un gobierno sin control se vuelve autoritario; uno demasiado expuesto, rehén de su propia puesta en escena.





Pero una cosa es la cautela necesaria para gobernar y otra el secretismo para encubrir. ¿Cómo distinguir entre la discreción legítima y la mera opacidad? ¿Entre la privacidad que permite tomar decisiones y la que solo oculta el desgobierno?





¿Qué pasaría si, por un día, tuviéramos acceso sin restricciones al Consejo de Ministros? ¿Nos encontraríamos con discusiones de alto nivel sobre la economía y la inseguridad? ¿O veríamos improvisación, luchas de poder y un liderazgo ausente?





Históricamente, el manejo discreto a la interna del Ejecutivo le ha permitido maniobrar con autoridad. Hoy, esa reserva ya no es un escudo; solo alimenta sospechas.





¿Sería un acto de honestidad transmitir una sesión del Gabinete? ¿O sería el golpe final a la poca legitimidad que le queda al gobierno de Boluarte?





Quizás nunca lo sepamos. O, peor aún: tal vez siempre lo hemos sabido.

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