Lo que ha llevado a la Reserva Federal de Estados Unidos a frenar la baja de tipos es la incertidumbre asociada a las políticas arancelarias y migratorias de Donald Trump.
Miguel Jiménez González-Anleo Las últimas reuniones de la Reserva Federal(Fed) y del Banco Central Europeo (BCE) han constatado lo que estaba ampliamente esperado: que la política monetaria de ambas áreas empieza a andar por derroteros distintos. Y, probablemente, lo continuará haciendo durante el resto del año, lo que es una buena metáfora de divergencias más profundas entre las dos áreas que van a continuar en el futuro.
La Fed mantuvo los tipos de interés estables en el 4,50% tras haberlos recortado en 100 puntos básicos desde setiembre, mientras que el BCE continuó la senda de bajadas con 25 adicionales, tras los 100 anteriores, hasta llegar al 2,75% para el tipo depo. La divergencia tiene motivos perfectamente explicables.
La economía americana sigue teniendo un comportamiento muy positivo, con una demanda doméstica que resiste los embates de las subidas de tipos precedentes y las incertidumbres globales. Su tasa de inflación subyacente se encuentra aún en torno al 4% y el proceso desinflacionario ha progresado relativamente recientemente. Pero lo que de verdad ha llevado a la Fed a frenar la reducción de tipos es la incertidumbre asociada a las políticas arancelarias y migratorias anunciadas por el presidente Trump que, aunque no queda claro hasta qué punto son un arma de negociación (en el primer caso) o se pueden implementar en la práctica en la escala deseada (en el segundo), suponen riesgos importantes para la inflación estadounidense. En Europa, la economía se ha estancado en el último trimestre, con un resultado peor de lo esperado por la debilidad manifiesta de las economías francesa y alemana. Las causas son complejas y difíciles de cuantificar, y pasan por la influencia de múltiples factores sobre la competitividad de los sectores industriales (costes energéticos, competencia creciente de China en sectores tradicionalmente "europeos" o retrasos en la incorporación de tecnologías digitales) a otros menos estructurales como la falta de confianza, ligada probablemente a la manifiesta inestabilidad política en ambos países.
Lo cierto es que la recuperación del consumo, tan esperada por el BCE y muchos analistas, no termina de llegar, y la tasa de ahorro sigue en niveles muy elevados. A todo ello se añade, por supuesto, la amenaza proteccionista del nuevo Gobierno americano, que es posible que esté ya pesando en la confianza económica y que, de materializarse en mayores aranceles, va a acentuar la diferencia entre ambas áreas.
Más allá de bajar los tipos, Lagarde continúa siendo parca en explicaciones de lo que van a hacer en los próximos meses, insistiendo con el mantra de "reunión a reunión" y "dependencia de datos", lo que refleja el aumento de la incertidumbre. En la reunión el BCE sonó relativamente dovish, sin muchas novedades en el discurso, aunque Lagarde recientemente ha adelantado estimaciones del tipo de interés de equilibrio de un rango alrededor del 2%, marginalmente más bajas que las mencionadas hace un par de meses.
En BBVA Research prevemos que el banco central bajará los tipos este año hasta ese 2%, con tres recortes más en las tres próximas reuniones, mientras que los mercados, que han estado volátiles, esperan ahora algún recorte menos. El debate se intensificará a partir de marzo, cuando el BCE publique sus nuevas previsiones, y sobre todo cuando haya más claridad sobre qué va a hacer Trump con los aranceles (abril es la fecha fijada para tener un informe del Gobierno americano con conclusiones sobre el asunto).
Un aumento del proteccionismo por parte de Estados Unidos incrementará allí las presiones inflacionistas, mientras que podría afectar negativamente al crecimiento europeo, lo que se reflejaría en las políticas monetarias respectivas en direcciones opuestas. También reforzarían al dólar en detrimento del euro y de otras monedas, lo que entraría en la ecuación de ambos bancos centrales.
Lo que es evidente es que, tras varios años de políticas monetarias paralelas, dado que los shocks de esta década han sido globales, los bancos centrales empezarán a tener comportamientos divergentes. Lagarde también habló el jueves en contra de introducir el bitcoin en las reservas del BCE, y a favor del foro de discusión de bancos centrales sobre cambio climático, del que la Fed se acaba de retirar. Otra señal de discrepancia.