Miércoles, 12 de Febrero de 2025

No tirar al bebé

UruguayEl País, Uruguay 12 de febrero de 2025

Deberíamos cuidarnos de confundir la herramienta con el uso interesado que se hace de ella.

La propuesta de mi querido amigo Martín Lema de cerrar TV Ciudad me hizo acordar a un viejo aforismo popular, aquel que recomendaba no tirar al bebé con el agua de la bañera. Coincido con priorizar gastos en la administración departamental, pero no con generar una oposición entre servicios básicos y fomento de la actividad cultural.

En los últimos años, TV Ciudad ha invertido ingentes recursos de los contribuyentes en una programación con intencionalidad político partidaria, es cierto. Pero deberíamos cuidarnos de confundir la herramienta con el uso interesado que se hace de ella. Para muestra basta comparar esta señal con otro medio público, Canal 5. La gestión de Sotelo y Muñoz ha valorizado la cultura nacional: transmitiendo los espectáculos del Sodre, emitiendo ciclos valiosos como Patrimonio Silencioso, divulgando a músicos y artistas nacionales y generando un informativo y programas periodísticos de inequívoca objetividad. Son atributos de la misión que debe perseguir un medio de comunicación estatal; no debe estar para propagandear a los inquilinos del poder sino para cubrir aquellos contenidos postergados por los medios privados, quienes comprensiblemente toman decisiones con base en resultados comerciales.

Hay mucho para cuestionar sobre los últimos años de TV Ciudad. Que una señal pública invierta miles de dólares en adquirir derechos de televisación de los partidos de básquetbol estadounidense es absurdo hasta niveles asombrosos. Que convierta sus programas periodísticos -e incluso un late night show de humor- en espacios de proselitismo es deleznable. Pero el canal no siempre funcionó así.

Recuerdo perfectamente cuando lo dirigió gente como Cacho Bagnasco, Virginia Martínez, Josema Ciganda y Michel Visillac. Era una señal que brindaba generosos espacios a la difusión del teatro, las letras, las artes visuales, la música y el cine nacionales. Fue inolvidable un ciclo literario que conducía el gran Elvio Gandolfo.

Si esos contenidos no son válidos, tampoco debería valorarse a la Comedia Nacional y la Filarmónica (y no olvido que hubo voces del FA tratando de borrarlas del mapa). Ya que estamos, podemos tirar otros bebés con el agua de la bañera, como los estatales Sodre y Medios Públicos. Lo que pasaría si tomáramos estas decisiones sería alarmante: un Estado que renuncia a la promoción cultural por considerarla suntuaria, sin darse cuenta de que es un componente insustituible en la cohesión social, el mejoramiento de la convivencia y la construcción democrática.

Resulta contradictorio que por un lado estemos hablando de batalla cultural, y por el otro renunciando a mostrar desde la conducción del Estado que existe otra manera de promover la cultura, muy diferente a la que fogonea el FA con su manija murguera. Una reacción a lo Milei nos lleva justamente a lo que debemos evitar: posicionarnos en un conservadurismo recalcitrante que niega la importancia de la cultura y reduce la discusión ideológica a los exabruptos idiotas de las redes sociales.

Hay que mirar hacia atrás, a la acción política de gente como Pivel Devoto, Zavala Muniz, Adela Reta, Maggi, Murguía, Yavitz y Lowy, para entender que la participación del Estado en la promoción cultural no está para adoctrinar gente sino, por el contrario, para liberarla de las cadenas de quienes deciden lo que debe consumir de acuerdo con los dictámenes del rating y la rentabilidad.
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