Cumbres borrascosas
Una semana después del desastroso consejo de ministros del martes negro, todavía hay quienes afirman que se trató de una cortina de humo hábilmente planeada por el Gobierno para desviar la atención, y de paso restarles importancia a noticias poco gratas, como la complicada situación del Catatumbo
Una semana después del desastroso consejo de ministros del martes negro, todavía hay quienes afirman que se trató de una cortina de humo hábilmente planeada por el Gobierno para desviar la atención, y de paso restarles importancia a noticias poco gratas, como la complicada situación del Catatumbo. Sin embargo, a mi modo de ver, suponer que esa fue una jugada fríamente calculada es sobreestimar la capacidad organizativa de Gustavo Petro, pues para simular un evento tan caótico como el que presenciamos, y que todo se viera tan natural, se habría necesitado un libreto muy bien escrito, un elenco muy experimentado y un entrenamiento muy específico -con largas sesiones de ensayo incluidas-, para que cada uno de los actores desempeñara su papel a la perfección. En otras palabras, para poner en escena una obra de tal alcance, y que resultara tan trágicamente convincente, se requeriría una precisión nunca vista en este gobierno. Y llegados a este punto, no está de más recordar que para obrar como Maquiavelo se necesita tener método, y esa es una palabra que no existe en el vocabulario ni en la filosofía de Gustavo Petro. Ahora bien, yo no sé qué estaba pensando el señor Presidente cuando resolvió transmitir esa sesión de su gabinete en vivo y en directo, ni tengo idea de lo que pretendía mostrar, o demostrar, pero lo que sí es evidente es que todo se le salió de las manos. Incluso, en algún momento, él mismo reconoció que ese ejercicio se le había convertido en poco menos que una guachafita, una pelea entre bandos, en la que los asistentes no le prestaban atención al jefe, y en la que al propio mandatario casi le tocaba mendigar la atención de sus subalternos. Mejor dicho, todo salió mal de principio a fin. De entrada, quedó más que claro que en esa mesa no había nada parecido a un líder, pues quien estaba llamado a presidir la reunión no daba pie con bola, y, en vez de poner orden, dar la palabra y escuchar, convertía sus intervenciones en largos monólogos, en los que así como decía una cosa decía la otra, sin que nada tuviera conexión con nada. Sus llamados de atención se convertían en retahílas llenas de anécdotas donde se mezclaban alusiones a Hegel, historias de burdeles, recuerdos de guerra, jalones de orejas, vainazos a las otras instituciones del Estado y hasta comparaciones odiosas con las que terminó mancillando el nombre y la memoria de Jaime Bateman, uno de los fundadores del M-19, y quien resultó rebajado al nivel del nuevo confidente presidencial, al que Petro ahora defiende por sobre todas las cosas; así eso le signifique sacrificar a algunos de sus más fieles compañeros de lucha política. De hecho, la fractura del grupo salió a flote cuando varios integrantes del equipo de gobierno (como la ministra de Ambiente, Susana Muhamad; el director del Departamento de Prosperidad Social, Gustavo Bolívar; el director de Planeación Nacional, Alexánder López, y el director de la Unidad Nacional de Protección, Augusto Rodríguez) secundaron la iniciativa de la vicepresidenta, Francia Márquez, de poner sobre la mesa la incómoda presencia del nuevo mandamás palaciego -y de la nueva canciller, hay que decirlo-, reclamo que a la larga propició más de una de las renuncias que se han conocido estos días, como coletazo de la larga y accidentada cumbre. Aunque improvisada y demás, esta ‘alocución presidencial’ no fue del todo inútil, puesto que sirvió para verificar los rumores que circulaban desde el año pasado, que hablaban de la división y los agarrones en la cúpula del poder; y por la misma razón. Además, nos permitió corroborar que, en efecto, el gobierno del cambio es todo un caos. Pero no un caos organizado, producto de una perversa estrategia, sino el resultado de la ineptitud, la terquedad y la miopía. Y así nos va. puntoyaparte@vladdo.com
Punto y aparte
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