Lapsus linguae
Esta situación de desmentir a un futuro ministro de Economía en un tema de su responsabilidad, es inédita.
Se ha señalado con humor el lapsus cometido por el actual senador y futuro secretario de Presidencia Alejandro Sánchez, cuando tomó juramento a su colega Graciela Bianchi. Cambió sin querer el mandato de "guardar secreto" por el de "guardar silencio", justo a Graciela, tan estentóreamente opositora, ella.
Fue el mejor chiste de ese día; evoca las observaciones de Sigmund Freud sobre los lapsus linguae, y la manera como, según el creador del psicoanálisis, esos errores involuntarios del lenguaje hablado revelan deseos inconscientes de quien los pronuncia.
Sin embargo, en los últimos días hubo otro lapsus de Sánchez que no fue tan comentado. Se dio en el contexto en que rebatió ante un grupo de periodistas la afirmación del futuro ministro Gabriel Oddone sobre la conveniencia de desindexar los salarios, desatándolos de la inflación, para así contenerla.
Al igual que Marcelo Abdala, Juan Castillo y hasta la senadora Bettiana Díaz, que marcaron rápidamente la cancha al economista, Sánchez explicitó su posición contraria a la medida y señaló que Oddone solo "hizo un planteo de carácter personal". Hasta ahí todo bien. Lo revelador fue la frase que formuló en respaldo de esa idea. Dijo textualmente que "los gobiernos se expresan por las acciones que hacen, no por lo que comunican". ¡Eso sí que es un lapsus!
Porque siendo Sánchez uno de los más eficientes y preparados comunicadores del FA, no tiene más remedio que incluir a Oddone en el concepto macro de "gobierno" (vaya si lo es un ministro de Economía), pero se ve forzado, en su locuacidad, a reconocer una inconsistencia entre lo que el FA dice y lo que hace. Con ello instala una curiosa ética política y comunicacional.
Se pueden decir muchas cosas, tirar mucha verdura, pero lo que importa es lo que se hace, aunque resulta contradictorio con lo primero. Es como borrar de un plumazo el programa de gobierno, la plataforma electoral y todos y cada uno de los anuncios de campaña. Ya sabíamos que el principal aglutinante del Frente Amplio era un sentido de pertenencia fuertemente emocional, pero de ahí a admitir que harán cosas diferentes a las que prometieron, no da para quedar tan tranquilo. En cierta forma, la frase cuestiona la percepción de los opinantes de alto nivel sociocultural que decían que con el FA no va a cambiar nada, que todo continuará más o menos como lo ordenó la Coalición Republicana.
Cantaban "A desalambrar" pero no tocaron la propiedad privada. Coreaban "no pagar la deuda externa" pero terminaron chocando copas de champagne con los representantes del FMI. Era medianamente razonable, ahora, esperar que las consignas incendiarias terminaran solo en eso, en consignas, y que a partir de la semana que viene, con un equipo económico sólido, desmontaran todas las promesas maximalistas de castigar a los malla oro y bla bla bla.
Pero el lapsus de Alejandro Sánchez va en sentido opuesto. Parece decir que por más que ahora te anunciemos medidas racionales y técnicamente correctas, lo que haremos estará en las antípodas. ¿Da para preocuparse? Difícil saberlo. Lo cierto es que esta situación de desmentir a un futuro ministro de Economía en un tema de su exclusiva responsabilidad, es realmente inédita.
Recuerdo que Danilo Astori no la sacó fácil en los dos períodos en que se hizo cargo de esa secretaría de Estado. Pero tuvo el respaldo inequívoco de un presidente que tenía don de mando y lo ejercía con firmeza. ¿Y ahora?