Martes, 04 de Marzo de 2025

El 47, un 45 recargado

PerúEl Comercio, Perú 2 de marzo de 2025

Felipe Ortizde Zevallos

Cuando asume por primera vez la presidencia de EE.UU. en el 2017, Donald Trump planteó ?en su discurso inaugural? una visión algo siniestra respecto de la situación en las ciudades en el interior de su país castigadas ?según su perspectiva? por el crimen, la desatención de las élites políticas y un creciente desempleo como consecuencia del ?outsourcing?: ?[Esta] masacre ?afirmó? concluye hoy. A partir de este momento, nuestro país tendrá una nueva visión. Desde hoy en adelante, esta será: EE.UU. primero, siempre EE.UU. primero?.





En dicho año, Trump canceló la participación de EE.UU. en el Acuerdo de Asociación Transpacífico, retiró a su país del Acuerdo de París sobre el cambio climático, se negó a certificar las obligaciones nucleares de Irán, reconoció a Jerusalén como capital de Israel, y relegó la defensa de la institucionalidad democrática y de los derechos humanos a un postergado anexo de la política exterior de EE.UU., superpotencia que, desde la Segunda Guerra Mundial, había pretendido ejercer, mal que bien, un liderazgo global. Ya por entonces, el Reino Unido había votado el ?brexit?, lo que debilitó a Europa. Y el calentamiento planetario mostraba indicadores que resultaban inquietantes: el año previo había sido el más caluroso de la historia; el Ártico empezaba a derretirse, realzando la importancia geopolítica que irá a tener Groenlandia en el futuro. La inteligencia artificial iniciaba un crecimiento explosivo.





Días antes de la primera inauguración de Trump en el 2017, Xi Jinping fue ovacionado en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos al defender la globalización y comparar el proteccionismo a ?encerrarse uno en un cuarto oscuro?. Luego, en abril, visitó Mar-a-Lago para entrevistarse con Trump. En junio, duplicó su compromiso con el Acuerdo de París. Y en octubre, el Congreso XIX del Partido Comunista Chino lo eligió para un segundo período como secretario general. Más que eso, no le eligió sucesor, lo coronó como un ?líder central?, otorgándole honores antes recibidos solo por Mao Zedong y Deng Xiaoping. En su largo discurso, Xi usó reiteradamente el término ?gran potencia? al referirse a China.





Dos años antes, el politólogo Graham Allison de la Escuela de Gobierno de Harvard publicó un artículo titulado ?La trampa de Tucídides?, en el cual se refería a los riesgos implícitos que surgen cuando una superpotencia empieza a temer que podría perder la hegemonía frente a otra. En su ensayo, Allison analiza 16 casos de la historia universal y concluye que, en casi todos, resolver tal conflicto implicó una guerra violenta. Es que resulta muy problemática la transición pacífica de una superpotencia a otra. Solo ha funcionado entre países con cultura similar: Portugal y España en el siglo XV, el Reino Unido y EE.UU. a inicios del siglo XX.





En el 2000, el PBI de EE.UU. superaba al de China en 8,5 veces; en el 2017, fue 1,6 veces. El año pasado, dicho múltiplo se redujo a 1,48. Durante la última década, China ha logrado avances sorprendentes en su infraestructura: autopistas, puertos, aeropuertos y rascacielos que superan ampliamente a los de EE.UU. Sus ferrocarriles de alta velocidad, por ejemplo, ya llegan al 95% de las ciudades con más de un millón de habitantes. Adicionalmente, el Gobierno Chino ha invertido montos significativos en subsidios e investigación, lo que le ha permitido asegurar un liderazgo en, por ejemplo, la fabricación de vehículos eléctricos y paneles solares. Recientemente, la irrupción de DeepSeek sacudió la bolsa neoyorquina, jaqueando la premisa que asumía a Silicon Valley como el eje principal de la innovación en el desarrollo de la inteligencia artificial, una revolución tecnológica que viene transformando al mundo exponencialmente.





El primer gobierno de Donald Trump resultó bastante caótico. En él, nombró como jefe de gabinete (?chief of staff?) a personas que no eran de su confianza personal y que, al poco tiempo, renunciaron, a veces criticándolo. El Trump 47, en cambio, es un Trump 45 recargado, aunque la mayoría que lo respalda amalgama a aliados de varios tipos y con prioridades diversas. Así, la Heritage Foundation preparó un voluminoso Proyecto 2025, el cual intentaba desmantelar una burocracia federal calificada de irresponsable y liberal (en la reciente elección, Trump solo obtuvo, en Washington D.C., el 6% de los votos). Durante la campaña, Trump se refirió al proyecto de la Heritage como uno extremo y precisó que su programa de gobierno oficial lo constituía la Agenda 47 que se encuentra disponible digitalmente.





Con anterioridad a dicha agenda, Donald Trump listó 20 objetivos más precisos para su actual gobierno con un fraseo muy propio de él. Los dos primeros son sellar la frontera y ejecutar la mayor deportación de ilegales de la historia. Esta lista incluye algunos otros puntos que trasmiten un evidente temor de que China pudiera jaquear la hegemonía norteamericana: (4) hacer de EE.UU. el principal productor de energía del mundo; (5) detener el ?outsourcing?; (8) prevenir la tercera guerra mundial; (12) fortalecer y modernizar nuestra fuerza militar, asegurando que sea, sin discusión, la más poderosa; (13) mantener el dólar como la moneda reserva del mundo. No faltaron en esta lista de objetivos algunos de interés electoral: (6) eliminar los impuestos a las propinas; (9) detener las acciones del gobierno contra el propio pueblo norteamericano; (10) demoler los cárteles extranjeros de drogas; y (17) mantener a los hombres fuera de los deportes de mujeres. La lista concluye con un objetivo 20: unir a nuestro país al llevarlo a un nuevo y mejor nivel de éxito.





En el 2017, la foto oficial de Trump 45 fue una luminosa y sonriente. La de Trump 47, en el 2025, en cambio, es una más sombría y con una expresión dura. En la sesión del Senado de EE.UU. previa a su ratificación como secretario de Estado, Marco Rubio dijo: ?El siglo XXI va a quedar definido por lo que suceda entre EE.UU. y China?. Es evidente que la guerra comercial y tecnológica entre estas potencias va a tener consecuencias muy diversas, no todas previsibles.





En tal conflicto, resultaría esencial asegurar una buena gobernanza, entendida como el conjunto de procesos, instituciones y prácticas que regulan los asuntos de la propia sociedad, así como sus relaciones con terceros. El caos disruptivo por el que viene apostando Donald Trump, con Elon Musk de asesor, podría malograr severamente las ventajas comparativas que EE.UU. ha tenido tradicionalmente sobre China: el Estado de derecho y un clima de confianza promotor de la inversión y la innovación privada. El ?siempre EE.UU. primero? de Donald Trump para dejar en la estacada a sus aliados de Occidente, a fin de congraciarse con Vladimir Putin, le puede costar muy caro.

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