Martes, 25 de Marzo de 2025

El exorcismo de Martha Peluffo, la hechicera que embrujó a los artistas de Buenos Aires

ArgentinaLa Nación, Argentina 18 de marzo de 2025

Detalle de una de las sesenta obras que se exhiben en la muestra antológica de Colección Amalita Ella pasó a su lado "como una diosa", sin saludarlo, porque no lo conocía

Detalle de una de las sesenta obras que se exhiben en la muestra antológica de Colección Amalita



Ella pasó a su lado "como una diosa", sin saludarlo, porque no lo conocía. Él, sí. "La sentía espléndida, y ahora aún me impresiona, no sólo por su vitalidad, sino también porque brindaba una imagen del mundo en estado de eclosión", reconocería casi medio siglo después Luis Felipe Noé . "Yo la admiraba no sólo por su belleza", aclara sobre Martha Peluffo uno de los artistas más consagrados de la Argentina, en la introducción de una biografía de Victoria Verlichak . En sus pinturas, agrega, su colega dos años mayor estaba definiendo nada menos que "una nueva forma de proponer imágenes" .

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Aquel día de 1958, a los 27 años, esa "bomba" rubia que atraía a los artistas porteños se encontraba en uno de sus mejores momentos: participaba de la exposición Phases del grupo BOA, impulsado por el crítico y poeta Julio Llinás , que al año siguiente se convertiría en su marido. "Era la mujer más linda de Buenos Aires. La musa de todos los artistas" , opina también este último en Martha Peluffo. Esta soy yo (2007), que acompañó una muestra sobre su legado en el Centro Cultural Recoleta. "Me voy a casar con vos", le habría asegurado poco después de verla por primera vez, "bronceada, vestida de rojo, una señal de peligro" . Autorretrato, c. 1967-1968

Con Llinás tuvo dos hijos , a principios de los ‘60: Verónica, la conocida actriz , y Sebastián. Murió a fines de la década siguiente, con su cuerpo tomado por la enfermedad. El mismo que se puede ver desnudo y retratado de múltiples formas en Martha Peluffo. Estados suspensivos , la muestra antológica curada por Fernando Davis que le dedica Colección Amalita . Tres de esas impactantes pinturas fueron incluidas hace años en la muestra colectiva Terapia , en el Malba . Autorretrato, 1967-1968

"Ella siempre decía que el mundo de estas estrellas pintores era muy machista -señala a LA NACION Verónica Llinás-. Que a sus compañeras mujeres las tenían un poquito más abajo. Y lo sufría bastante eso, yo presencié ese sufrimiento . Salió adelante con su tesón, con su talento . Comprendió cómo era la realidad y lidió con eso. Con arrojo, porque había que hacer las cosas que ella hacía, como pintarse desnuda ". "El título 'Estados suspensivos' tiene que ver con la forma en que ella entra y sale de ciertas categorías", dice Davis sobre Peluffo

En esa escena nada amigable para las mujeres, Peluffo se abrió un camino internacional hasta participar de la Bienal de San Pablo, en 1963 -donde fue premiada- y 1965, y de la muestra itinerante La década emergente (1965-1967), con Rogelio Polesello y artistas de otros siete países latinoamericanos. Curada por Thomas Messer, entonces director del Guggenheim de Nueva York, esa exposición incluyó la visita a su taller de Cornell Capa -hermano de Robert, el célebre corresponsal de guerra -, para registrar su proceso creativo. Martha Peluffo con Luis Felipe Noé, Rómulo Macciòy Manuel Viola en la galería Carmen Waugh, en 1969

El hombre que había presidido la agencia Magnum, y que llegaría a fundar el prestigioso Centro Internacional de Fotografía (ICP), retrató a Peluffo a mediados de los 60. Ya separada, ella posó con sus hijos en la "Casa de las brujas", donde la llamaban " La Sorcière " . Era un petit hotel con techos altos y pisos de madera sobre la calle Lacroze, en Belgrano, cuyas habitaciones también alojaban talleres de otros artistas como Polesello y Luis Wells . "Nos juntábamos en el patio, cada uno llevaba algo", recuerda en diálogo con LA NACION la exmodelo Claudia Sánchez , retratada junto al "Nono" Pugliese por Peluffo, a quien define como "una tipa totalmente libre. Su vestuario, su pelo... Un derroche de energía y talento ". Claudia Sánchez en Colección Amalita, junto al retrato que le hizo Peluffo

"La casa termina siendo un sitio algo ‘raro’ para algunos y para otros, un lugar ineludible de Buenos Aires -escribe en su libro Verlichak-, donde anclan amigos y novios, artistas y críticos locales y extranjeros, que así toman contacto con la obra de Peluffo y la eligen para varias muestras internacionales ". "Así la recuerdo", dijo Claudia Sánchez señalando esta obra. "Una tipa totalmente libre. Su vestuario, su pelo... Un derroche de energía y talento"

" Para mí esa casa era como Disneylandia. Había gente muy llamativa, muy loca. Ahí tenía su taller por ejemplo Ricardo Mampaey, y un día estaba haciendo dibujitos animados", recuerda Llinás. Y agrega: " Mi vieja era una especie de sol cuando estaba en mi vida . Porque tenía una calidez... Era como una usina de amor. Y, a la vez, de cuelgue. Andaba flotando, andá a saber por qué mundo. Eso, por momentos, la alejaba. Vivió los años de la ebullición de Buenos Aires con los pintores, entonces estaba todo el tiempo de joda cuando se separó, en 1964 . Yo tenía tres años y mi hermano, uno. Lo sufrimos. Pero a la vez, cuando venía, era tan potente lo que sucedía. Nos incorporaba muchas veces a su vida, íbamos al cine o nos llevaba a ciertos lugares. Entonces las experiencias con ella siempre eran muy inolvidables ". "Las experiencias con ella siempre eran muy inolvidables", dice Verónica Llinás sobre su madre

Para entonces ya había dejado atrás la abstracción y el informalismo de los años 50 -cuando según Davis manifiesta su inclinación por el surrealismo como "una actitud y un modo de acercamiento a la imagen" - y participado dos veces del Premio Nacional de Pintura del Instituto Torcuato Di Tella . El gran cambio se revelaría en 1968, tras un par de años de crisis en los que pintó muy poco, al sorprender con enormes retratos -como el de Eduardo Bergara Leumann , incluido entre las casi setenta pinturas, dibujos, serigrafías y poemas que reúne esta muestra- y autorretratos de colores vibrantes, pintados sobre fotografías proyectadas en la pared y más cercanos al pop . "No la quiero encansillar, porque ella va y viene con las denominaciones -aclara Davis-. El título Estados suspensivos tiene que ver con la forma en que ella entra y sale de ciertas categorías". Eduardo Bergara Leumann, 1969

"Peluffo precisa hacer este viaje introspectivo, considerado una especie de exorcismo, para librarse de algunos fantasmas personales y para intentar dejar de lado ciertas inclinaciones autodestructivas que, en el plano artístico, aparecen en sus pinturas en la forma de armas " agrega Verlichak, antes de citar el testimonio de Gastón Llantada: "En su piso de Quintana había una pintura enorme con la imagen de un revólver -recuerda su amigo-; cuando se abría la puerta, ahí estaba el arma apuntando al recién llegado ". Caracola humana 1978

Los autorretratos que muestran su cuerpo contorsionado y flotante se inspiraron en lo que sintió al tomar LSD con el psicólogo chileno Rolando Toro. "Ella dijo en entrevistas que en esas situaciones se vio a sí misma en algunas de las poses que pintó después", dice Davis. "Claramente después de esa experiencia empezaron a aparecer los colores rabiosos -agrega Llinás-, hubo un sacudón en su pintura ". Algunos de los retratos que presentó en la galería Rubbers en 1968: Norma Aleandro, Palito Ortega, Hugo Guerrero Marthineitz y Federico Luppi

"Martha era una presencia fuerte, tenía una personalidad inesperada para las mujeres de la época. Era emancipada, exótica, atrevida ", destaca la periodista Felisa Pinto en el citado libro, donde el artista Carlos Gallardo la define como "una mujer sin tiempo; hermosísima, libre" . " Me fascinaba la desenvoltura de la ‘tímida’ (de timidez explosiva) -agrega Noé -, su mezcla de dulzura y firmeza, su calidad humana y su alegría ‘todo terreno’, aun en las malas, como forma de manifestar su vitalidad inquebrantable ". Retrato de sus dos hijos, Verónica y Sebastián, en 1978

Con esa energía, en los años 70 viajó por Caracas, Bogotá, México y Nueva York . Muchas de las obras que ahora se pueden ver en Puerto Madero quedaron guardadas durante décadas en Colombia y Venezuela, desde donde las repatriaría su hija décadas después. Ya enferma de un cáncer de ovarios terminal, volvió a exhibir una individual en Buenos Aires recién en 1978, en la galería Arte Múltiple. Murió al año siguiente, a los 48 años. Cotidianidad, 1978

" Los últimos dos años fueron muy difíciles -recuerda Llinás-. Cuando volvió de Venezuela tendría que haber venido directo a consultar qué le pasaba, y qué hacía con eso que tenía. Y medio que colgó y de pronto empezó a sentirse mal, y no sabíamos qué tenía . Era muy colgada mi vieja. Según su amigo Gastón Llantada, se murió de distraída" . Pintura, 1958

Para agendar

Martha Peluffo. Estados suspensivos , curada por Fernando Davis en Colección Amalita (Olga Cossettini 141), De jueves a domingos, de 12 a 20. Entrada general: $4000.
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