Gobierno al garete
Se desvanece la esperanza
Se desvanece la esperanza. Esta semana quedó demostrado que el país no puede aspirar a que, en lo que le queda al Pacto Histórico, se resolverán los graves problemas del país o, al menos, se intentará. El jefe del Estado anda de agitador de masas, mientras los principales ministerios perdieron su brújula, carecen de recursos de inversión y, lo que es peor, varios de los ministros que los regentan carecen de legitimidad para el ejercicio de las funciones públicas bajo su responsabilidad. Petro desconoce que en la sociedad contemporánea la principal función de un presidente es la de servir como factor de unidad nacional, que debe trabajar como gestor del consenso democrático. Hace ya tiempo que abandonó estas responsabilidades. Ahora ejerce de palabrero mayor, en medio de sindicatos, comunidades indígenas y poblaciones afros, insultando a congresistas, a empresarios, a periodistas y a alcaldes, atizando el conflicto social y, Dios no lo quiera, gestando nuevas expresiones de violencia en nuestra sociedad. Entre tanto, su anónimo equipo de gobierno está completamente desdibujado. El ministro de la política no logró las mayorías para las reformas sociales. Se extravió rápidamente en medio de la manigua de la crisis. De liderar la agenda legislativa del Congreso, pronto tuvo que migrar a la jefatura de debate de la consulta popular, en la que, por la decena de problemitas que lo rodean, se le reconoce poca legitimidad para dirigir la campaña del ‘sí’. El ministro de Defensa saliente dejó la seguridad nacional hecha trizas. Ahora le toca al general Sánchez recomponer la situación, lo que se tomará largos años, sin que se conozca qué tanto apoyo político tendrá. La crisis fiscal que vive el país requiere desde hace tiempo un ministro técnico con los pantalones bien puestos. El fugaz ministro Guevara advirtió prontamente que no había espacio para una reforma tributaria e intentó, al parecer, hacer el ajuste por la vía del gasto. Lo botaron de inmediato. Su reemplazo no es garantía de buenos vientos, no solo por sus cuestionamientos del pasado, sino porque es opaca su reciente gestión en el Grupo Bicentenario, una buena idea del presidente Duque para alinear buena parte del ahorro hacia las prioridades de la política pública, que ha terminado truncada. En el último balance que se conoce del Grupo Bicentenario, a septiembre/24, sus pérdidas se incrementaron en más de un 500 %, en relación con el mismo período del año anterior; varias de sus filiales financieras terminaron en manos de políticos de la oposición, a manera de prebendas, y el Banco Agrario, su institución líder, no logró cumplir los objetivos que ofrecieron en campaña: su cartera apenas creció una tercera parte del incremento de las captaciones del público; durante el año el microcrédito apenas creció el 8 %, mientras los créditos de consumo lo hicieron al 22 %; sus utilidades cayeron un 37 %, y su actividad ha contribuido poco para acabar el ‘gota a gota’. Del Ministerio del Trabajo, ni hablar. Sanguino ha sido protagonista de dos noticias en estas pocas semanas: fue acusado penalmente por corrupción por parte de la justicia y asistió como notario al archivo de la reforma laboral. Suficiente para calificarlo. El caso del Ministerio de Cultura es muy peculiar. Lo dejaron sin presupuesto y sin capacidad alguna de liderar la política cultural del país. Esta circunstancia, aunada a la pública fractura del gabinete, llevó al digno ministro anterior a presentar renuncia irrevocable. A la ministra entrante solamente le quedó la tarea de recuperar el galeón San José, con el apoyo de la Armada nacional, sin que se conozcan resultados concretos; sigue en el lecho marino, no obstante su riqueza histórica y patrimonial. A falta de resultados, la ministra se ha dedicado a demostrar que el pecio no explotó, sino que se hundió por un problema estructural. Importante tesis para la academia, que poco le aporta a la suerte del galeón. Con el paso de los días sabremos cómo ha sido saqueado. En fin, ¡todo al garete!; es nuestra suerte. Taponazo. La reforma de la salud por decreto constituye un desafío al Estado de derecho, sin futuro alguno.
Un equipo desdibujado
Néstor Humberto Martínez Neira
El jefe del Estado anda de agitador de masas, mientras los principales ministerios perdieron su brújula, no tienen recursos de inversión y varios ministros carecen de legitimidad para el ejercicio de sus funciones.