Miércoles, 30 de Abril de 2025

Comercio libre y orden político

ChileEl Mercurio, Chile 15 de abril de 2025

La política de la actual administración norteamericana contradice el grueso no solo de lo que explican los economistas, sino de una práctica milenaria.

El dramático momento de la política mundial, la que parece retornar a una cruda política de poder, es también la hora de la confusión de los espíritus. Es, además, una prueba más -por si faltara- de que lo irracional siempre acompañará o saboteará a lo racional y a la confianza en la razón. Por una parte, la política de la actual administración norteamericana contradice el grueso no solo de lo que explican los economistas (en 1930, mil economistas norteamericanos publicaron una inserción en los principales diarios norteamericanos contra un alza de las tarifas, principalmente agrícolas, porque sería un desastre; eso sucedió), sino en general de una práctica milenaria.
El intercambio de bienes y, desde hace unos 700 años, servicios, ha sido una realidad de facto no solo de las civilizaciones, sino que tiene su remoto origen en las sociedades arcaicas. Existió en especial en dos áreas donde primero el comercio espontáneo brotó con más vigor, en torno a Mesopotamia (Irak) y el reputado código de Hammurabi, y las codificaciones para el comercio marítimo del Mediterráneo, que tuvieron su formulación en lo que hoy llamaríamos un derecho comercial internacional, en las islas de Rodas, en el mundo griego helenístico. Se trataba de establecer reglas del juego comunes para el comercio más allá de soberanías políticas, desarrollando ideas de lo que hoy llamaríamos libertad de los mares, impuestos parejos (ojalá bajos, añadían) y reglas universales y previsibles, alcanzando gran respetabilidad en el mundo mediterráneo. Una parte de la historia humana se relaciona con alcanzar esta meta. Los grandes centros de civilización y alta cultura jamás han estado geográficamente alejados de la dinámica de un comercio que podríamos llamar internacional. La modernidad le añadió la teoría económica y su discusión pública sobre alternativas posibles.
No señalo esto por afán de erudición, sino para apuntar a que la espontaneidad de los mercados ha sido un factor clave del dinamismo posible en la sociedad humana. No se trata de que sea el corazón de la humanidad o que responda a un esquema de materialismo histórico liberal o marxista acerca de la primacía de lo económico, sino que ambos reinos conviven en cambiante relación. Estos sistemas de comercio -o lo que hoy se llama régimen internacional- solo pueden existir porque se desenvuelven en un marco de orden político, tanto nacional como internacional. De otro modo, y lo estamos viendo, evolucionan como simples mafias o, en otro tiempo, asociaciones de piratas, que por lo demás han renacido en pleno siglo XXI.
En líneas generales, este ha sido el modus operandi de la economía internacional, con reiteradas caídas en proteccionismo que después invariablemente se ven como un gravoso error. De ahí que el proyecto de Trump, por llamar de alguna manera a lo que más bien parecen medidas tomadas a trochemoche, solo nos permite estar escépticos -o aterrados- acerca de la viabilidad positiva de esta estrategia del Chávez norteamericano. Como sea, aunque muchos, con más anhelos que pruebas y bastante asustados también, aseguren que son técnicas de negociación, no se puede desconocer que han erosionado bastante la legitimidad internacional de las democracias, y la convicción pública en muchas partes del mundo sobre la capacidad de marchar hacia sistemas de comercio libre según reglas del juego preestablecidas, con algunos límites. Y, de paso, arrastran al abismo la capacidad de las democracias desarrolladas de configurar un orden político internacional que sea la base en la que pueda florecer el libre intercambio de bienes y servicios.
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