El cierre del Cider
"Los Andes de frente a Monserrate, pero de espaldas al país", fue la ingeniosa frase con la que amaneció empapelada la Universidad de los Andes, una mañana de 1971 como expresión de la crisis suscitada por la decisión de no abrir nuevas inscripciones para el programa de Bellas Artes
"Los Andes de frente a Monserrate, pero de espaldas al país", fue la ingeniosa frase con la que amaneció empapelada la Universidad de los Andes, una mañana de 1971 como expresión de la crisis suscitada por la decisión de no abrir nuevas inscripciones para el programa de Bellas Artes. Pese al compromiso de graduar hasta el último estudiante que estuviera inscrito, se cerraba el programa. Era la respuesta de los directivos al temor de que los focos beligerantes que se habían gestado entre profesores y estudiantes pudiera contagiar de "comunismo" a los miembros de la comunidad universitaria. La frase adquirió tal fuerza y vigencia, que se convirtió en una especie de espada de Damocles que pendía sobre la cabeza de directivos y profesores de la Universidad de los Andes. Mientras que unos justificaban el cierre de Bellas Artes diciendo que "frente a los graves y difíciles problemas de crecimiento urbano había que dar prelación a los estudios tendientes a dar soluciones eficaces al desarrollo del país", otros planteaban la necesidad de "crear un programa de estudios que, desde una mirada interdisciplinar, analizara y propusiera alternativas a los problemas del desarrollo económico, regional, urbano, rural desde la academia, en alianza con el Gobierno y con la participación de la población involucrada". Unos y otros estaban convencidos de la importancia que tenía trabajar en el diseño e implementación de las políticas públicas para el desarrollo regional. En 1976, a instancias de la cooperación del Gobierno de Países Bajos y con el apoyo del Instituto de Estudios Sociales de La Haya, se creó el Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (Cider) como una "respuesta de la universidad a los problemas políticos y sociales a los que se enfrentaba el país en la época". Tener un centro de formación e investigación que se dedicara a los asuntos urbanos y regionales, contribuyera al desarrollo y formara los recursos encargados de estructurar y ejecutar las políticas territoriales, significaba un avance de magnitud. Un paso adelante en la reestructuración y adecuación de las universidades a las nuevas realidades de la globalización, los problemas ambientales y una nueva visión de la territorialidad. Era la manera de dar la espalda a Monserrate para ponerse de frente al país. Con el Cider, la universidad salía de las rígidas y viejas estructuras de las facultades y los estudios disciplinarios, para transitar a las estructuras flexibles de los centros y las escuelas en los que se enriquecía la producción y el diálogo académico no solo al pasar del estudio de los temas al tratamiento de los problemas, sino que también de la disciplina al diálogo interdisciplinario con enfoque territorial. En ese proceso, la universidad se abrió a nuevos temas y al desarrollo regional y local del país. Desde los años ochenta y noventa, el Cider ha sido un actor muy relevante en la gestión de las políticas y el desarrollo territorial. No solo fue la base sobre la que se estructuró el Plan Nacional de Rehabilitación, soporte clave para lo que serían los posteriores procesos de paz. También se convirtió en el centro de formación que nutrió gobernaciones, alcaldías, corporaciones públicas y empresas regionales y locales con recursos humanos de alta calidad. Quienes estuvimos como profesores en la convulsa década entre 1988 y 1998, cuando el conflicto armado arrebataba la vida de estudiantes y profesores, como en el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia (a quien el país todavía debe un homenaje), fuimos testigos y participes del esfuerzo por tender puentes entre la burocracia del Gobierno Nacional y la realidad de los gobiernos territoriales. Hace unas semanas, un comunicado institucional informó del cierre del Cider y del regreso de sus profesores e investigadores a la rígida estructura de la facultad. Seguramente ya no tan lejana y distante de la realidad del país. Pero para muchos, más que el final de una época, la Universidad de los Andes ha vuelto a estar de frente a Monserrate, pero de espaldas al país.
Una decisión compleja
Pedro Medellín Torres
Desde los años ochenta y noventa, el Cider ha sido un actor muy relevante en la gestión de las políticas y el desarrollo territorial.