Jueves, 24 de Abril de 2025

Intimidades presidenciales: las charlas secretas con Bergoglio, Macri y los "econochantas"

ArgentinaLa Nación, Argentina 22 de abril de 2025

"Solo te pido una cosa: cuidame a los pobres", le rogaba el papa Francisco a Milei, cada vez que hablaban por teléfono una vez por mes, después de un encuentro de reconciliación en el Vaticano, apenas asumido el nuevo gobierno libertario, en el que el Presidente le pidió perdón al Papa por sus palabras ofensivas de años atrás

"Solo te pido una cosa: cuidame a los pobres", le rogaba el papa Francisco a Milei, cada vez que hablaban por teléfono una vez por mes, después de un encuentro de reconciliación en el Vaticano, apenas asumido el nuevo gobierno libertario, en el que el Presidente le pidió perdón al Papa por sus palabras ofensivas de años atrás.

Milei había sido especialmente agresivo con Francisco antes de su llegada al poder. Había llegado a bautizarlo "el Maligno". Incluso, durante la campaña presidencial de 2023, en un resonante diálogo con Tucker Carlson había afirmado que el Papa "jugaba políticamente" y se ponía del lado de dictadores como Fidel Castro o Nicolás Maduro.

Y, sin embargo, el Papa no solo lo perdonó, sino que la relación giró 180 grados, igual que había sucedido con Cristina Kirchner en 2013, cuando Bergoglio fue ungido papa. En el vínculo con la jefa peronista, Bergoglio pasó de ser el "jefe de la oposición", como lo llamaba Néstor Kirchner, a su confesor.

En el caso de Milei, la relación no se afianzó tanto, probablemente por razones ideológicas. Francisco estaba en las antípodas de la ideología libertaria. Pero, sin duda, el vínculo fue infinitamente mejor que con Mauricio Macri, a quien siempre trató con frialdad extrema. ¿Por qué? Probablemente, como dice el historiador Loris Zanatta, porque mientras Cristina y Milei vienen de la clase media baja, Macri era percibido por Francisco como el prototipo del "cipayo". El politólogo jesuita Rodrigo Zarazaga arriesga otra hipótesis: el Papa veía al libertario como "más débil" que Macri. Y Milei, dice, sabe manejar su debilidad.

Como fuere, Milei se comprometió verdaderamente con el Papa porque, una vez en el poder, advirtió la dimensión global de su liderazgo. A sus allegados, explicó el giro así: "Cuando te metés en política te das cuenta de cosas que desde afuera no comprendés. El Papa es el líder de 1500 millones de seres humanos". El libertario empezaba a demostrar que puede recalcular.

A partir del primer encuentro en la Basílica de San Pedro, para el que Milei emprolijó su enrevesada cabellera, sumó al vínculo a su ministra y amiga Sandra Pettovello, que le enviaba informes sobre la evolución de la pobreza en la Argentina cada 15 días. El propio Presidente le contaba al Papa cómo estaban desarmando los "curros" del kirchnerismo con los "gerentes de la pobreza" y cómo ciertos piqueteros se dedicaban a hacer negocios con los más necesitados. Ante esos relatos, Francisco enfurecía en criollo desde Roma. Pero, a pesar de los esfuerzos de Milei por explicarle el nuevo panorama, seguía recibiendo con el mismo amor de siempre a Juan Grabois, su hijo pródigo. "No puedo hacerme cargo de eso", dirá el libertario, en reuniones privadas.

Por estas horas, los resultados del exitoso levantamiento del cepo ocupan más espacio en su mente que el resultado de las elecciones en la ciudad y la provincia: esas roscas las delegó en su hermana Karina y en los Menem.

Siente furia, no solo con los periodistas que lo llaman improvisado, sino con sus colegas a los que tilda de "econochantas " -solo unos pocos se libran del mote- y con los políticos que auguran que su preciado programa de estabilización y crecimiento volará por los aires, más temprano que tarde.

Pero ¿por qué semejante vendaval incontenible? El razonamiento presidencial es el siguiente: encabeza un gobierno adverso al riesgo, que ensayó tres fórmulas para salir del cepo. "Estuvimos meses ensayando", explicó. Una noche se quedó hasta las cuatro de la mañana debatiendo los caminos para salir del corset maldito con Federico Furiase, director del Banco Central. Lo acompañaba Amalia "Yuyito" González, su pareja hasta esta semana. Según su versión, el acuerdo macro con el Fondo estaba listo en los últimos meses del año pasado, aunque no podía comunicarlo por un acuerdo de confidencialidad con el organismo. Bajo esta narrativa, llamarlo "improvisado" es tocarle su llaga. El mote lo hace saltar directo a la yugular.

En medio del kickboxing con los periodistas, los "econochantas" y políticos que lo critican, un día de montaña rusa, en medio de la salida del cepo, llamó al ministro Toto Caputo y le dijo: "Te van a perdonar si te equivocás, pero lo que nunca te van a perdonar es que vos aciertes, mientras ellos la siguen pifiando".

En esa línea, el equipo económico bautizó a Marina dal Poggetto Marina del Piffietto. Después de la andanada contra la prensa y durante una charla informal con un periodista, le enrostró sin filtro: "a ustedes, la gente los odia".

En Los ingenieros del caos , Giuliano da Empoli describe lo que para muchos es la estrategia comunicacional de Milei, aplicada vía el asesor estrella Santiago Caputo: dañar la reputación de los críticos y adversarios para que la gente dude de ellos y, en el mejor de los casos, no le crea a nadie. En semejante cancha embarrada, el gobierno llevaría las de ganar porque tiene mayor poder de fuego para comunicar. Mucho más en el caso de un gran comunicador como es Milei. Y como lo era Cristina, en su época de gloria.

Pero ¿es una estrategia comunicacional la que lleva adelante el Presidente, o Milei simplemente es así? Milei siempre fue así, como Cristina siempre fue así.

Como sabiamente afirma Jaime Durán Barba, que sabe tanto de psicología y emociones como de comunicación política: uno primero es emocionalmente de izquierda o de derecha (agresivo, complaciente, dubitativo o lo que fuere) y luego encuentra la teoría para justificarlo, y no al revés.

Por ejemplo, uno podría suponer que Milei desprecia al historiador económico Pablo Gerchunoff, que acaba de lanzar un libro, La imposible república verdadera (1903-1930) , en el que explora la época en la que el libertario ubica el desmadre argentino.

Gerchunoff es un prestigioso académico que fue asesor durante el gobierno de Raúl Alfonsín y que, en una entrevista reciente con LA NACION, diagnosticó que el primer programa estabilizador del gobierno libertario fracasó y que ahora está emprendiendo otro, tan necesario como audaz. Y sin embargo Gerchunoff no está, para Milei, en la grilla de los "econochantas". Incluso, chatean. Y con respeto. "Yo no me enojo con las opiniones; me enojo con las mentiras". Ocurre que Milei confunde a menudo el error con la mentira o con la operación mediática.

El podio de los "econochantas" lo lideran, entre otros, Carlos Melconian, Roberto Cachanosky, la rebautizada Dal Poggetto y ahora Hernán Lacunza . Milei no le perdona al economista del extinto Juntos por el Cambio que haya dicho delante del presidente de una importante Fundación que el acuerdo con el FMI se derrumbaría. A Massa también lo tiene atravesado: el exministro de Economía auguró que el FMI a lo sumo podría desembolsarle 3500 millones.

Del otro lado de su corazón ubica a Martín Redrado, a quien respeta. Al profesor Juan Carlos de Pablo lo idolatra; igual que a Ricardo Arriazu y a Guillermo Calvo . A De Pablo lo ve todos los domingos, como quien se ve con la familia. Y con Arriazu, que adelantó las bandas entre las que se movería el dólar, almuerza y charla.

Mauricio Macri parece, por ahora, desterrado de su mundo, aunque fue prácticamente el único político de fuste que lo elogió por el levantamiento del cepo a través de X. Pese a ello, ya no se hablan.

En la mente de Milei, que no perdona, Mauricio está cada vez más asociado a su primo Jorge. Y su primo Jorge está asociado al consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, el ideólogo, según los libertarios, de la campaña sucia en contra del ser más intocable en el mundo emocional de Milei: Karina, el Jefe. Ni más ni menos que su único sostén afectivo. En el cerebro presidencial, la de los Macri es una jugada difícil de perdonar. ß
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