Insensatas y fanáticas lealtades
Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|Señala el Diccionario de la Real Academia Española que el fanatismo es un "apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas
Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|Señala el Diccionario de la Real Academia Española que el fanatismo es un "apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas." Y cita como términos semejantes, cuando no sinónimos, la intransigencia, intolerancia, obstinación, extremismo, radicalismo, sectarismo, exacerbación, exaltación o la incondicionalidad.
Una vez más hemos presenciado en las últimas semanas señales muy claras y fuertes de fanatismo (o de todos los otros términos que lo vinculan) en nuestro querido país. Y no han sido por razones deportivas o específicamente futbolísticas, entorno en el que más comúnmente se puede detectar ese fanatismo.
Ya es sabido que nuestra población, más la masculina que la femenina, pero sin dejar de lado a esta última, es incondicional, obstinada y súper leal con los clubes deportivos a los que pertenece. Pase lo que pase, pierda, empate o gane, partidos, torneos o campeonatos, año tras año seguirá aferrada a la insignia y los colores de su club, sin importarle los resultados que obtenga.
Es una fe, una esperanza y un amor laicos, muchas veces más fuerte y arraigada que la fe, esperanza y caridad que puede ser conocida y vivida en la religión.
Llevada a un extremo, muchas personas son más fieles y leales con su club deportivo que con sus parejas, amistades o con sus vínculos laborales. Esto no lo puede negar ni el más razonable de los hinchas, precisamente porque, a decir de Pascal, "el corazón tiene razones que la razón no comprende.". No puede negarse que los sentimientos tienen un rol importante, cuando no decisivo, a la hora de tomar decisiones, optar por un camino u otro, actuar o dejar de hacerlo en momentos claves.
El gran problema surge cuando estas decisiones, muchas veces reflejadas en expresiones o declaraciones, no están enlazadas con temas deportivos, que al fin de cuentas son muy cambiantes, circunstanciales y pasajeros, sino con otro tipo de temas, justamente los que menciona el diccionario, los religiosos y políticos.
Es prudente separar la política de la religión. Para evitar la politización de lo religioso y para procurar que la política no se transforme en una religión. Porque en estos temas el fanatismo no solamente pasa a ser peligroso, es destructivo. No se reduce a una circunstancia concreta y específica, sino que va impregnando la vida y obra no solamente de la persona que padece ese fanatismo, sino de muchas otras personas que se vinculan con el fanático.
La visión fanática en lo político y lo religioso contagia y expande su visión e interpretación de las cosas como un lento virus o veneno que contamina y aniquila todo a su alrededor. Rechaza y reniega de ciertos dogmas, pero acepta y abraza a otros que el fanático construye a su propia voluntad y según sus propias emociones.
Es insensata esta postura y actitud, porque ha perdido la capacidad de discernir lo aceptable, lo justo y lo razonable en una situación o discusión dada, de aquello que, por sentido común, no lo es. Por algo se dice que el sentido común es el menos común de los sentidos. Los uruguayos, en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, lo venimos perdiendo cada vez más. Recuperar y conservar ese sentido común es una tarea en la que se juegan muchas cosas. Entre otras, unas lealtades que por obstinadas e irresponsables, pasan a ser fanáticas, insensatas y letales para una convivencia tolerante y sana.