Por Analista político
El registro fotográfico del papa León XIV durante su trabajo pastoral en el Perú es un caleidoscopio de peruanidad e intimidad familiar
Por Analista político
El registro fotográfico del papa León XIV durante su trabajo pastoral en el Perú es un caleidoscopio de peruanidad e intimidad familiar. Sea junto a un pesebre adornado con ese papel de nacimiento verde y esas guirnaldas chillonas que se encuentran en cualquier bodega en diciembre, sea montado en una bestia mientras se interna en la montaña, sea con traje de baño en medio del río, sea con serpentinas coloridas en el cuello como en cualquier fiesta patronal de nuestra patria, o sea sirviéndose una porción directamente de la olla, el papa León XIV tiene estampas que muchos políticos jamás podrían igualar.
En todas esas fotos se muestra desinhibidamente el barroco peruano que gobierna en cualquier celebración familiar. No existe armonía en los colores ni en los diseños, pero siempre se consigue llenar las imágenes con adornos, flores, cuadros y avisos. Creo que no somos conscientes del todo lo que ha sucedido ni del lugar que va a ocupar dentro de la historia universal. Miles de compatriotas tienen hoy en su sala una foto con el Papa mientras los confirmaba, los confesaba o los bautizaba, miles tienen en sus paredes un girón de la historia universal.
Hace un par de años hubo una campaña abyecta contra el ahora papa León XIV. Esta campaña fue espoleada por los eternos escuderos de los abusadores que habían perdido poder eclesial en el norte, como ha sido demostrado por Pedro Salinas, con contundencia. Muchos de ellos volvieron a la carga en los días previos al cónclave, espantados de que Robert Prevost sea elegido. Qué días amargos deben estar padeciendo esos tipejos que volvieron a usar las repudiables estratagemas que usaron para enlodar a los enemigos del Sodalicio. Si intentaban amilanar al Papa y a los cardenales como lo han intentado tantas veces en nuestros juzgados, no solo han fracasado, sino también han quedado en ridículo. Su silencio en redes sociales es ensordecedor. No vale la pena prestarles más atención, pero sí es necesario que la opinión pública entienda que su obrar lumpenesco no ha desaparecido, por lo que aquellos que siguen empeñados en rescatarlos deberían comprender que son este tipo de gestos los que revelan nuevamente la abyección de estos sujetos.
El Perú no ha sido un lugar esporádico, uno de muchos donde el papa León XIV desplegó su actividad pastoral. Todo lo contrario, el Perú es clave como recita ese mantra de redes sociales. La definición de su carácter como sacerdote y misionero se configuró en nuestra patria. Seguramente al joven misionero Prevost que trabajó en Chulucanas y al obispo que terminó sirviendo en Chiclayo, los problemas de nuestro país le mostraron la inevitabilidad de comprarse las angustias de una sociedad golpeada por la violencia y la corrupción, la injusticia y la miseria. En tiempos donde los líderes a seguir son muñecos de manuales de autoayuda cansinos, inyectados con testosterona, obsesionados en vivir 150 años y en dietas paleolíticas; ojalá el gesto sereno y sencillo de León XIV pueda mostrar que otra vida mejor es posible.