Sábado, 24 de Mayo de 2025

La nueva habla

ChileEl Mercurio, Chile 24 de mayo de 2025

Es difícil hoy imaginarse una cultura puramente oral, pero parecemos avanzar hacia una nueva oralidad.

El hablar bien no debe ser descuidado. La oralidad, agigantada ahora por la radio, la televisión, el cine y aquellos modernos juguetes de la comunicación contemporánea (creo que la telefonía celular desató una verborrea global) llegará a ser clave en la formación de las personas. Las nuevas tecnologías, sin embargo, han introducido nuevas maneras de habla que plantean también desafíos más complejos de entender y abordar.
Hablar bien no significa modular bien, sino articular oralmente con claridad y precisión. El habla es la matriz de significados de las relaciones humanas y culturalmente predominó durante milenios. Hace unos 3.000 años, la cultura del mediterráneo oriental empezó a transitar hacia la escrituración. Fue un proceso que culminó con la invención del alfabeto, la tecnología más extraordinaria nunca antes ni después inventada. Sus enormes consecuencias persisten hasta hoy. Ninguno de los artefactos tecnológicos que hoy tanto fascinan podría concebirse ni remotamente sin el surgimiento del alfabeto primero y el libro manuscrito e impreso después. Jobs, y otros como él, no son más que brillantes jugueteros comparados con el genio anónimo que durante siglos hombres desconocidos, mediante ensayos y enmiendas, aplicaron para crear y perfeccionar esas magníficas herramientas. Se puede decir que la escritura sedujo y transformó la cultura de Occidente.
El lenguaje oral es, sin embargo, la condición originaria y latente del hombre tanto si se lo mira como individuo o como especie, atravesando nuestra vida cotidiana. El escribir y el leer es la excepción y el hombre, que (al parecer) lleva unos 100.000 años en la tierra, tardó bastante en adquirir esa habilidad y cada uno de nosotros necesita hoy someterse a un arduo aprendizaje para adquirirla bien. El lenguaje oral, por cierto, ha convivido con el discurso escrito durante todos estos siglos de escritura, pero ya no ocupó la misma función social central que desarrollaba cuando no existía escrituración.
Es difícil hoy imaginarse una cultura puramente oral, pero parecemos avanzar hacia una nueva oralidad. Nacimos y somos criados en un contexto social escrito y todavía dominado por el libro. Nuestras conversaciones orales de hoy, incluso en los registros más espontáneos y en situaciones de mayor confianza, están formateados por la sintaxis y estructura de aquel: hablamos, más o menos, según el patrón de la escritura, pero ese patrón se halla sujeto ahora al empuje de otra gramática, lógica y estética provenientes de los nuevos medios de comunicación. Ese empuje tiende a poner en cuestión y desarticular el esquema convencional de la escritura y, por ende, del habla. Quizás uno de los caminos a seguir sea cuidar la conexión entre el habla contemporánea y las formas más elaboradas de escritura, como lo es la literatura.
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