Biblioteca Nacional

José Pedro Traibel | Montevideo
@|Cerrar la Biblioteca Nacional es un acto de ignorancia cultural.

Cerrar la Biblioteca Nacional no es una medida administrativa ni una simple reestructuración, es un golpe brutal a la cultura, a la historia y a la inteligencia de nuestro país.

Quienes hoy justifican esta decisión con la excusa de que "asiste menos público" revelan una preocupante miopía. Confunden números con valor, y presencia física con relevancia. La cantidad no hace a la calidad. La cultura no se mide por la cantidad de personas que pasan por una puerta, sino por lo que representa en la construcción de una sociedad libre, crítica y pensante. La cultura nunca fue mayoría en una población ni mueve masas pero posee una fuerza creativa y de pensamiento que deja una huella en la historia de un país.

La Biblioteca Nacional es la casa que custodia el conocimiento, el refugio de nuestra memoria, el espejo donde se ha reflejado la evolución del Uruguay desde sus orígenes. Cerrarla por "falta de visitas" es tan absurdo como clausurar un hospital o una escuela porque la gente se enfermó menos o hay menos educandos. Basta que haya un enfermo o un educando para justificar su existencia.

¿De verdad la solución es cerrar? ¿No sería más lógico adaptarla a los tiempos que corren, digitalizar sus libros, crear una plataforma pública y moderna que nos permita a todos, desde cualquier rincón del país, acceder a nuestro patrimonio cultural? ¿O es que el plan es desmantelar, silenciar, borrar?

Porque eso es lo que está ocurriendo, no se está modernizando nada, se está renunciando a todo.

Esto no es una decisión técnica. Es un acto político que indigna (D.A. Larrañaga se retuerce en su tumba). ¿Acaso van a disminuir personal para ahorrar fondos? Y como tal, hay que decirlo con todas las letras, cerrar la Biblioteca Nacional es una agresión directa al acceso igualitario a la cultura. Es despreciar la educación pública, la historia, la literatura, el pensamiento.

Quienes impulsan esta medida deben saberlo, la cultura no se toca sin consecuencias. Esto no pasará desapercibido ni será aceptado en silencio. Porque los pueblos que olvidan su historia, sus libros y sus espacios de pensamiento, terminan gobernados por quienes prefieren que nadie piense.