El problema de fondo
No se puede ser director y ejercer actividades que directa o indirectamente se relacionen con la institución.
"¡Burro!" El insulto llegó por la televisión, radios y redes sociales. Le siguió "si no es burro, es malintencionado".
Los destinatarios fuimos los senadores Robert Silva y quien escribe por sostener que la Constitución no permite a un colono ser miembro del directorio del Instituto de Colonización.
Lo profirió el entonces presidente del mismo.
Dos catedráticos de Derecho Constitucional y el propio Presidente de la República se sumaron a nuestra interpretación.
Por transitiva fueron objeto del mismo improperio.
Esta semana quien lanzó el insulto dejó su cargo.
La interpretación que hicimos era la correcta.
¿Cómo responder a estos vituperios tan frecuentes en la política?
¿Bajando al mismo nivel?
Ganas no faltan. Humanos somos.
¿No contestar y seguir por el camino del fundamento y análisis crítico?
Es el camino, pero no genera la misma repercusión.
En estos tiempos de redes sociales y grietas el insulto tiene mayor llegada. Los adeptos los replican y celebran.
Quien explica o no contesta con la misma vehemencia desaparece.
Extraño la época en que responder era un arte y hasta para insultar se tenía estilo.
Esa añoranza me recordó el libro de Aldo Mazzucchelli: "La Mejor de las Fieras Humanas, Vida de Julio Herrera y Reissig". Trata de la historia del poeta fallecido a principios del siglo pasado.
Entre los muchos atractivos que tiene su lectura se encuentran los relatos de los enfrentamientos públicos entre la dupla Roberto De las Carreras-Julio Herrera y Reissig con Armando Vasseur.
El primero le manda un libro a Vasseur y este responde que la "obrita es menos que mediocre, grotesca por lo pretenciosa y vil por lo despechada".
En venganza, De las Carreras, asesorado por Herrera y Reissig, devuelve su nota a Vasseur "porque no puedo conservar algo de tan refinado mal gusto".
Agrega "he leído sus artículos, le solicito disculpe mi superioridad".
El asunto crece y aparecen en la prensa diatribas que en forma pública se dirigen los contendientes.
Son filosas, hirientes e incluyen acusaciones de despechado viscoso, síntesis de tilinguería, tonto célebre, arquetipo de la estulticia, nesciente, sucio, bebé literario, andrajo fisiológico, molusco plebeyo, heredero de tarambanismo, heretista cobarde y muchas cosas más.
¿Adonde hemos llegado que todo ese ingenio se resume en burro?
Es curioso que un país que produjo a Herrera y Reissig presente hoy un debate que se reduce a una onomatopeya equidae.
Si retrocedemos cien años la controversia sería otra.
El ex presidente de Colonización nos diría "burdéganos, cabalgaduras de Sancho Panza, jumentos, equus africanus asinus, pollinos, tontos célebres, pequeños, peludos y suaves Plateros jimenianos, tilingos".
Nosotros responderíamos "kakistócrata, víctima del efecto Dunning-Kruger, tropero de dinero estatal malgastado, miope constitucional, galerudo del siglo 21, cardenal homenajeador con dinero ajeno, colonizador de tinturas en el campo capilar".
Pero no.
Fue sólo una palabra, burro y respuestas educadas y aburridas sin caer en el insulto.
El tiempo, ese implacable y gentil hombre, puso las cosas en su lugar.
Nos limitamos a señalar la norma constitucional vulnerada.
No se puede ser director y ejercer actividades que directa o indirectamente se relacionen con la institución.
Solo quedaba el camino de la renuncia.
El Secretario de la Presidencia realizó un último intento de salvataje. Propuso que el incumplidor pusiera un familiar en su lugar de pantalla formal, un hombre de paja.
Más allá de la moral eso está prohibido desde que Rolf Serick elaborara su teoría del disregard of legal entity aceptada hace mucho por nuestra jurisprudencia. No puede hacerse lo contrario a lo que dispone la ley ni siquiera indirectamente.
Por suerte el dislate no prosperó.
Al final se reconoció lo evidente: la fuerza del texto constitucional.
Sin embargo, el episodio reveló un problema más profundo: la no valorización de lo jurídico que exhiben algunos miembros, no todos por suerte, del gobierno.
El problema de este tema del campo, los treinta y tres millones y colonización comienza en la fundamentación de la decisión.
La compra no es en cumplimiento de los fines legales del Instituto de Colonización.
Como se dijo en el velatorio del ex Presidente Mujica es un homenaje partidario, hecho con dinero público y eso no está permitido.
Esto recuerda el comienzo del libro de Aldo Mazzucchelli cuando relata el entierro del poeta en el Cementerio Central.
Luego de los discursos hace uso de la palabra un joven anarquista, Aurelio Del Hebrón. Critica en forma vehemente a los que homenajeaban al fallecido.
Cuando termina se le acerca el embajador Enrique Buero y le dice "puede que usted tenga alguna razón, pero hay cosas que no deben decirse en público".
Lo mismo se le debió advertir al Secretario de la Presidencia cuando anunció el homenaje que quiere hacer su partido.
Puede que tenga alguna razón en querer hacer un reconocimiento a su líder. No puede hacerlo con treinta y tres millones del Estado.