Miércoles, 04 de Junio de 2025

¿Se perfila la derecha en Chile?

UruguayEl País, Uruguay 2 de junio de 2025

El caso chileno empieza así a resultarnos familiar: aquí, en octubre de 2024, los partidos que conformaron la coalición de gobierno sumados alcanzaron más votos que el Frente Amplio.

El proceso electoral chileno avanza y empieza a mostrar un perfil favorable a la derecha, siempre que ella gane en coherencia y fije un rumbo de cooperación interna que asiente la idea de una gobernabilidad posible a partir de 2026.

El 30 de abril pasado ocurrió la primera etapa del calendario. En efecto, los partidos inscribieron sus candidatos para las primarias que se realizarán el próximo 29 de junio. Pero, a diferencia de lo que pasa en Uruguay, estas primarias no son obligatorias para los partidos, por lo que hubo precandidatos que prefirieron no correrlas y esperar así a la inscripción el próximo 18 de agosto para la presidencial que se llevará a cabo el 16 de noviembre. En caso de ser necesaria, la segunda vuelta será el 14 de diciembre.

El asunto es importante porque en las primarias el voto es voluntario, pero para la instancia de noviembre el voto es obligatorio. Es razonable entonces que algunos candidatos con poco peso de estructuras partidistas, como el derechista Johannes Kaiser, por ejemplo, prefiera evitar ir a una interna en la que seguramente terminaría perdiendo con la precandidata derechista Evelyn Matthei, y comparecer entonces directamente para competir en la preferencia de los votos de todos los ciudadanos chilenos en noviembre.

El cálculo de Kaiser, como el del otro precandidato de la derecha José Antonio Kast, es que el alto nivel de molestia que la ciudadanía expresa en distintos sondeos de opinión contra las elites gobernantes seguramente se traduzca en un voto de castigo contra Matthei en noviembre. En efecto, ella es quien representa a la derecha chilena que ya ha estado en el poder por dos veces tras el liderazgo del expresidente Piñera (2010-2014 y 2018-2022), y por tanto encarnaría a la "vieja política". Si los chilenos prefieren un giro a la derecha más drástico, razonan las estrategias de Kaiser y de Kast, entonces lo más inteligente es proponer algo de ese estilo en esa instancia de primera vuelta.

De esa manera cada uno procura ser la mayoría relativa mayor de la derecha, y ser pues quien dispute el balotaje contra el candidato oficialista en diciembre.

Pero nada es tan fácil y lineal. En noviembre se vota también por renovar escaños parlamentarios: allí se juega la capacidad del futuro gobierno de poder llevar adelante su programa presidencial. Y el problema es que el diseño que están planteando los partidos y sectores que apoyan a los tres precandidatos derechistas para el armado de listas parlamentarias, y la arquitectura de circunscripciones electorales de Chile, están dejando abierta la puerta a una división de los votos de la derecha.

En efecto, si los partidos de derecha concurren en dos listas distintas a las elecciones parlamentarias, es probable que la izquierda logre alcanzar una mayoría de los escaños en el Congreso. Esto quiere decir que, incluso si un candidato de derecha ganara la presidencia en diciembre, el oficialismo actual, que mal que bien responde al presidente Boric, podría terminar con un apoyo parlamentario de cara a 2026 que le permita bloquear cualquier intento del próximo gobierno de implementar su agenda de cambios de derecha.

El caso chileno empieza así a resultarnos familiar: aquí, en octubre de 2024, los partidos que conformaron la coalición de gobierno sumados alcanzaron más votos que el Frente Amplio, y si ese resultado hubiera sido atribuido en una comparecencia conjunta en un mismo lema, hoy la izquierda no tendría mayoría absoluta en el Senado, por ejemplo. Esto quiere decir que no alcanza con que el electorado esté, como en Chile hoy en día, muy proclive a acompañar ofertas de candidatos de la derecha, sino que además se precisa que las dirigencias partidarias actúen con el suficiente oficio y la inteligencia de negociación y seriedad política como para asegurarse una gobernabilidad propia.

Muchos análisis generales dejan creer que alcanza con que la figura presidencial sea de derecha para atribuir un viraje en favor de ese signo a la política de tal o cual país. En realidad, como está mostrando la situación en Chile, el escenario es más complejo. Por un lado, porque la presentación final de tres candidatos de derecha a la primera vuelta con voluntad de pasar al balotaje puede mostrar excesivas diferencias dentro del mismo campo: ¿se pondrán luego de acuerdo para gobernar, si hacen una campaña fratricida? Y, por otro lado, porque en democracia las mayorías parlamentarias siempre cuentan.

La derecha en Chile tiene pues un desafío muy grande por delante.
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