Jueves, 05 de Junio de 2025

OPINIÓN

PerúEl Comercio, Perú 3 de junio de 2025

Por ALEJANDRO PÉREZ-REYESCFO de Credicorp y del BCP

En 1845, el economista francés Frédéric Bastiat publicó una carta satírica dirigida a la Cámara de Diputados de su país

Por ALEJANDRO PÉREZ-REYESCFO de Credicorp y del BCP



En 1845, el economista francés Frédéric Bastiat publicó una carta satírica dirigida a la Cámara de Diputados de su país. En ella, en nombre de los productores de velas y, en general, de todos los que trabajaban en ?todo lo relacionado a la iluminación?, pedía que se tomaran medidas legislativas para lidiar con la ?ruinosa competencia de un rival que opera en condiciones tan superiores a las nuestras para la producción de luz que está inundando el mercado nacional con precios increíblemente bajos?. Se refería al sol. La propuesta: bloquearlo. En pro no solo de los vendedores y fabricantes de velas del país galo, sino también de todos sus proveedores.





El mensaje de Bastiat, una de las voces fundacionales del liberalismo, era claro. Buscaba resaltar lo absurdo del proteccionismo y del concepto de cuidar a los negocios locales de ?amenazas? que, en realidad, son beneficios evidentes para los consumidores y consecuencia natural de la competencia, la fuerza que los impulsa. En paralelo, subrayaba una de las principales realidades de este tipo de medidas: pocos ganan, muchos pierden.





Han pasado 180 años desde que el francés redactó su carta, pero las pulsiones nacionalistas que la motivaron parecen tan frescas como entonces. Hoy, el mundo mira con atención las idas y venidas de una guerra comercial iniciada por el país que por décadas representó la libertad económica y la libre competencia y que involucra a las economías más grandes del mundo. Una situación que ha forzado a los inversionistas, exportadores, fabricantes y responsables de política económica del mundo a aceptar la incertidumbre como normalidad.





Las circunstancias, sin embargo, no deben hacernos olvidar la importancia de lo que hoy está en juego. El comercio es, sin duda, uno de los pilares que explican nuestra idea de civilización. Alrededor de sus rutas se han fundado ciudades desde tiempos remotos. A través suyo, además de bienes, se difundieron culturas y se consolidaron sistemas (monedas, medidas, contratos, leyes) capaces de superar barreras lingüísticas y acercar a las sociedades en torno a un ?idioma? común. Todo con un objetivo claro: beneficiar a los consumidores.





En ese sentido, ante los nuevos muros que se levantan en el comercio global, el Perú debe abrir más puertas al libre comercio. El tratado que se negocia con la India, por ejemplo, es una excelente noticia. Pero debemos aprovechar activamente todas nuestras ventajas. El megapuerto de Chancay, por ejemplo, tiene el potencial de convertirse en el vínculo más eficiente entre Asia y América Latina, y debemos sacarle el jugo. Además, ¿por qué no crear las condiciones regulatorias ideales para atraer a las empresas que están dejando algunos países por las fricciones comerciales y convertirnos en un destino de ?nearshoring? para empresas tecnológicas? En general, ¿por qué no utilizar la oportunidad para procurar reglas claras, impuestos razonables y eliminar trabas para el ingreso de inversión?





El libre comercio es clave para el desarrollo económico y el bienestar de los países, y aunque esta premisa esté siendo puesta en duda, nosotros no podemos darnos el lujo de hacerlo. Debemos mantenernos firmes en el camino de la apertura y aprovechar las oportunidades que trae la coyuntura.





El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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