Por PhD en Sociología
La historia nos conocerá como la generación que no hizo lo suficiente para evitar la tragedia en Palestina
Por PhD en Sociología
La historia nos conocerá como la generación que no hizo lo suficiente para evitar la tragedia en Palestina. Hace más de año y medio escribí críticamente acerca del conflicto en Palestina (?Eufemismo mortal?), subrayé que las condiciones de la violencia y el conflicto armado llevaban inexorablemente a la violación de los derechos humanos de millones de palestinos.
Basándome en el derecho internacional humanitario (DIH), partía de la idea de que los conflictos armados (internacionales o internos) son inevitables, por lo que es indispensable limitar el daño causado a los no combatientes. Los dos principios básicos del DIH son la distinción y la proporcionalidad. El primero es la obligación de claramente distinguir entre los combatientes y objetivos militares, por un lado, y la población civil y los bienes de carácter civil, por el otro. Es una protección fundamental a los no combatientes y prohíbe ataques indiscriminados. El principio de proporcionalidad, a su vez, exige que se deberán evitar daños ?excesivos? a los civiles (muertos y heridos) y sus bienes en relación con la ventaja militar concreta y directa prevista. Se debe asegurar que el ataque no cause un daño colateral ?desproporcional?. Ninguno de los principios se ha cumplido y ya llegan a casi 70.000 víctimas, siendo la mayor parte mujeres y niños, casi toda la población se encuentra desplazada y la infraestructura y servicios básicos se encuentran en ruinas.
El hambre ha sido usado como arma despiadada. Así no fue, por ejemplo, la reacción mundial a la guerra de Vietnam. Quizás porque nos encontrábamos en plena Guerra Fría y había mayor confianza en los medios, y lo que nos presentaban con respecto a los excesos estadounidenses en todas partes del mundo era que millones de personas salieron a las calles exigiendo el fin de la guerra. Y tomó unos años, pero se logró el retiro estadounidense.
Hoy en día, sin embargo, a pesar de las protestas ciudadanas y de estados-naciones, las matanzas siguen y hasta se intensifican. ¿Cómo lo explicamos? En primer lugar, como dicen muchos, es que ni tenemos palabras adecuadas para referirnos a la violencia global actual. Al denominar ?guerra? estamos caracterizando mal al conflicto. Es violencia, pero no una guerra. Lo que enfrentan los palestinos no es un enemigo armado, sino un verdugo uniformado.
Los grandes medios utilizan la palabra ?guerra? prácticamente justificando la destrucción. Por eso los portavoces israelíes comparan lo sucedido en Gaza con la destrucción de las ciudades alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, se confunde al Estado de Israel con ser judío. Estar en contra de la actuación del Estado Israelí no es lo mismo que estar en contra del pueblo judío. Al confundirlo, la gente juega con el antisemitismo como advertencia para no criticar los excesos en la violencia hoy realizada por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. En tercer lugar, está el problema identitario, ya que los bandos no representan las clásicas divisiones ideológicas, políticas o religiosas; entonces resulta más difícil que las personas tomen partido según su forma de definirse.