El día más largo
Todo indica que Trump quiere redibujar, otra vez, los bandos.
El Día D, el 6 de junio de 1944, las fuerzas aliadas desembarcaron en Normandía para liberar Europa del dominio nazi. Con unos 150.000 soldados -mayormente menores de 25 años y venidos de otro continente-, apoyados por 5.000 barcos y 11.000 aviones, esta operación marcó el comienzo del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa.
Pero ese día y sus más de 10 mil muertos, según narra Kate Delaney, han ido cambiando su significado. Las primeras décadas, las conmemoraciones fueron sobrias, en memoria de las bajas o dirigidas a los veteranos, y centradas en la hazaña militar. No fue sino hasta 1984, para el aniversario 40, que un presidente de EE.UU. visitó Normandía: Ronald Reagan. Con el desplante de quien fuera actor (y la emoción de una elección inminente), Reagan dirigió su famoso discurso a los muchachos que "al tomar la tierra firme en lo alto de estos acantilados, comenzaron a recuperar el continente europeo". Habló de la reconciliación con los antiguos enemigos, Alemania e Italia, y condenó a su exaliada, la Unión Soviética, por hacerse de varios países liberados. Su visita redibujó, así, los bandos de la guerra. Junto a Mitterrand y la reina Isabel II, entre otros, habló de "la Europa de la libertad". Desde entonces, las conmemoraciones del Día D crecieron en escala y pasaron, de este lado del muro, a simbolizar el mundo libre.
Para el cincuentenario, Europa era otra: Alemania era una y la Unión Soviética se había disuelto en 15. Pero, quizás por respeto a los miles de muertos alemanes, no fue hasta 2004 que un canciller alemán participara de las conmemoraciones. Ese 6 de junio, un día después de la muerte de Reagan, el Canciller Schröder declaró que su presencia en Normandía significaba que "el largo camino de Alemania hacia Occidente había concluido". Además de Tom Hanks y Steven Spielberg, en nombre del Soldado Ryan, estuvo presente el entonces joven Presidente Putin. En medio de las tensiones por el rechazo de Francia y Alemania a la Guerra de Irak, iniciada por EE.UU., el Presidente Bush afirmó, mirando a Chirac, que Estados Unidos "lo haría de nuevo por sus amigos". Chirac respondió amistoso.
En 2009, por un error de protocolo, la reina Isabel no fue invitada. Fue así como, por primera vez, ningún líder presente había nacido en 1944. Ese día Sarkozy afirmó que "los grandes sistemas totalitarios del siglo XX habían sido derrotados" y, en un lapsus, Gordon Brown se refirió a Omaha como "la playa de Obama". El aniversario 70 volvió a congregar a EE.UU., Alemania y Rusia, como amigos.
El año pasado, para el aniversario 80 y quedando ahí 180 veteranos nonagenarios del desembarco, Rusia no fue invitada. Estuvo, en cambio, Zelenski, el líder ucraniano que enfrentaba su tercer año de guerra tras la invasión rusa. Este año, no toca una cifra redonda y no son claros los planes de Trump. Pero todo indica que quiere redibujar, otra vez, los bandos de la guerra. Como dijera Clinton en 1994, "el día más largo aún no ha terminado".
Porque una cosa son los hechos -los barcos, los aviones, los muertos- y otra, distinta, es el sentido moral que las partes se atribuyen en la historia. De eso, tocará rendir cuenta.